JUEVES 30 DE NOVIEMBRE DE 2000

Ť Relaciones diplomáticas tensas a raíz de la administración de Zedillo


Castro llega a México entre incertidumbre

Ť Actos en favor y en contra del mandatario enmarcarán su visita al país Ť La política exterior foxista hacia la isla, sin rumbo definido Ť Voluntad del futuro presidente para mantener los lazos

Blanche Petrich Ť El presidente de Cuba, Fidel Castro, aterrizará este jueves en "un México diferente" al que visitó hace seis años, como él mismo lo expresó el sábado.

Del gobierno saliente hallará la fría cortesía de una relación que antes fue cálida y cercana, pero que desde el principio del sexenio, no sólo a raíz del diferendo en torno a la declaración de condena al terrorismo de ETA en Panamá, se fue minando.

Del gobierno entrante apreciará corrientes encontradas. Hay una gran expectativa por su llegada; hay una explícita buena voluntad de Fox, pero sobre todo hay incertidumbre sobre cómo evolucionará la dispar amistad entre el último bastión del socialismo en el mundo occidental y el foxismo.

Entre las dos posturas -la del gobierno que se va y la del que llega-, Castro encontrará después de seis años -su último viaje fue precisamente para la toma de posesión de Ernesto Zedillo- cosas que no han cambiado. Una de ellas es la expectativa que su presencia genera en distintos sectores de la sociedad. Decenas de organizaciones de solidaridad con Cuba -estudiantes, sindicalistas, dirigentes políticos, de organizaciones campesinas, urbanas, religiosos y mujeres- movilizarán manifestaciones en torno a los distintos escenarios donde aparezca Fidel Castro.

Una de estas será convocada por el Movimiento Mexicano de Solidaridad con Cuba, "en reconocimiento al papel destacado jugado por Castro y su pueblo en la lucha por la soberanía nacional y la autodeterminación".

Según anunció el martes en la noche, en un programa de televisión, el corresponsal de Radio Martí, Edelmiro Castellanos, un grupo de apoyo a la disidencia cubana planea también una manifestación ''de repudio''. Información de las agencias de noticias referían recientemente que este periodista, Edelmiro Castellanos Camblor, ha solicitado asilo al gobierno mexicano, después de 16 años de residir en México sin documentos.

Fuentes cubanas refieren que Castellanos formó parte del Frente Cubano de Liberación Nacional que dirigía el difunto Modesto Vázquez y Manuel Camargo Saavedra. Luego formaron la Asociación Cívica Cubano Mexicana. Después de una escisión formó la Comisión de Apoyo a la Inmigración Cubana en México (Caicume), con Emilio Acosta y Eduardo Borrel Martely. Ha habido denuncias de que esta organización cobraba "importantes sumas" para legalizar inmigrantes cubanos.

Cada vez más distantes

A diferencia de sus antecesores, el presidente Zedillo mantuvo una notoria distancia con el gobierno cubano. Durante su sexenio nunca invitó a Castro a visitar México y él viajó una sola vez a Cuba, no en visita de Estado, sino para asistir a la Cumbre Iberoamericana de 1999. La distancia se tornó agria en abril del año pasado, cuando México cambió por primera vez su voto ante la tradicional resolución de condena a Cuba ante la Comisión de Derechos Humanos de la ONU en Ginebra. En lugar de votar en contra, como siempre se había hecho, la delegación mexicana se abstuvo. Además, emitió una nota explicando su voto que para el gobierno de Cuba ''resultó un retroceso'':

''Cualquier país que forme parte de la ONU -sostuvo en esa explicación la delegación nacional- está obligado a honrar sin cortapisas los derechos humanos de sus ciudadanos, incluyendo los que confieren libertades políticas esenciales, como el derecho a expresarse sin restricciones, el derecho a participar libremente en partidos políticos, a seleccionar a los gobernantes mediante elecciones periódicas".

En La Habana, Castro asimiló el ''golpe'' diplomático y hace varios meses reviró indirectamente, al comentar que los niños de México conocen más a Mickey Mouse que a Benito Juárez. Aunque no resulta fácil rebatir una afirmación así, la cancillería y los personeros del PRI se declararon ofendidos.

Algo similar ocurrió semanas atrás en Panamá, donde, apenas al llegar para asistir a la Cumbre Iberoamericana, Castro reveló un complot -uno más de los muchos que se han fraguado en su contra- para atentar contra él y su delegación. Denunció que el conocido terrorista Luis Posada Carriles estaba al frente de un grupo proveniente de El Salvador que había introducido armas y explosivos a Panamá. Si bien la policía en efecto detuvo a Posada y a tres cubanos más (todos provenientes de El Salvador), el hecho no mereció comentario alguno de ningún mandatario, ni siquiera de Zedillo. En cambio, a solicitud precisamente del presidente salvadoreño Francisco Flores (país de asilo de los terroristas detenidos), todos los jefes de Estado, salvo Castro, votaron una declaración de condena al terrorismo de la organización vasca ETA.

En el estira y afloja, en la plenaria presidencial, Zedillo desestimó las argumentaciones del cubano. "Francamente no entiendo los motivos del señor presidente Fidel Castro", dijo con displicencia.

Días después Fidel reviró el golpe: ''Zedillo es presidente de un México diferente, hoy regido por los intereses, los principios y los compormisos impuestos por el TLC". Aquí volvieron a cundir las airadas respuestas de ofensa.

Más allá del ping pong diplomático, para el gobierno de La Habana México sigue siendo una reserva importante en sus relaciones hemisféricas. Y las autoridades mexicanas, hasta la fecha, siguen poniendo un coto importante a las actividades de desestabilización de sectores anticastristas, como es el caso del ex diplomático Pedro Riera, que había solicitado asilo.