JUEVES 30 DE NOVIEMBRE DE 2000

Ť La conferencia de Carlos Monsiváis, hoy, acto central en México


Wilde en Bellas Artes, emblema de la lucha contra la intolerancia

Ť Con su discurso impugnó todas las formas de gobierno, de caridad y moralina

Ť Se cumple este día el centenario luctuoso del autor de La balada de la cárcel de Reading

Miryam Audiffred Ť Hace cien años Oscar Wilde murió en la ignominia y la miseria. Escritor inteligente, irónico, sensible y un tanto perverso, vivió sin reconocer límites o convenciones. Carlos Monsiváis es uno de los numerosos cómplices que, en el mundo de las letras, le brindará un homenaje a quien en vida señaló que ''amarse a sí mismo es el comienzo de una larga historia de amor". Y el reconocimiento de este escritor mexicano hallará su cauce en la conferencia que hoy ofrecerá, a las 20:00 horas, en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, en el contexto de las actividades organizadas por el suplemento Letra S para reconocer la herencia de quien deviene uno de los mayores emblemas de la lucha contra la intolerancia.

wilde3''Mi casa siempre está en otra parte", solía decir el autor de obras como El abanico de Lady Windermere y La importancia de llamarse Ernesto.

Quizá por eso, a kilómetros de distancia de los escenarios que en Londres ofrecerán conferencias, películas, representaciones teatrales y debates entre intelectuales, la palabra de Oscar Wilde resurgirá con un poder añejo y con cierto acento latino. La tarea es compleja.

El creador de Una mujer sin importancia fue y sigue siendo un personaje inasible: al mismo tiempo dramaturgo irlandés y gran escritor de las letras inglesas, homosexual notorio y padre de familia abnegado, vulgarizador socialista y dandy fascinado por la aristocracia.

Forjador de epopeyas

Aprehender este don de la dualidad, característico de Wilde ha requerido, en México, de la organización de un ciclo de video ?que se realizará en la Cineteca Nacional del 1 al 8 de diciembre?, la realización de mesas redondas y, sobre todo, de la reedición de De profundis (Epístola in Carcele et vinculus), volumen poético traducido por el escritor José Emilio Pacheco en 1975 y cuya nueva versión aparecerá, en breve, con notas actualizadas.

Sus contemporáneos señalan que lo mejor de su inteligencia brotaba siempre en la conversación. Por eso, a lo largo de toda su existencia Wilde se encargó de demostrar, en cada minuto de cada día, la razón por la que ?en sus palabras? "desperté la imaginación de mi siglo hasta tal punto que él creó un mito y una leyenda sobre mí".

Pero las epopeyas que rodearon su figura fueron forjadas, ante todo, por él. En Oxford, por ejemplo, colocó descuidadamente un caballete de pintor en su sala de trabajo con el afán de crearse imagen de artista. A su vez, para ser aceptado por la sociedad inglesa ocultó su origen irlandés recortando su nombre. Dejó de ser Oscar Fingal O'Flahertie Wills Wilde y se nombró Oscar Wilde, a secas. Quiso ser más inglés que los ingleses y para lograrlo llevó sus códigos y su sentido del humor a límites que desconcertaron al stablishment de la época. Escribe El alma del hombre bajo el socialismo y atrae la ira de la nobleza que hasta antes de esa publicación lo adulaba.

''La gente grita en contra del pecador; sin embargo, no es el pecador, sino el estúpido el que representa nuestra vergüenza. No hay más pecado que la estupidez", escribió no sin antes sostener que una sociedad de hombres libres es enemiga de todo autoritarismo. Su discurso se caracterizó por una total crítica a todas las formas de gobierno, a las distintas manifestaciones de caridad y a la intolerancia.

Su vínculo amoroso con Alfred Douglas ?a quien llamaba cariñosamente Bosie? lo condenó al escarnio público y a la prisión. Ocupó la celda número tres de la cárcel de Reading, en el condado de Berkshire y ahí conoció la historia del soldado de caballería de la Guardia Azul que inspiró La balada de la cárcel de Reading, texto que publicó al recobrar su libertad, pero lo firmó con su número de presidiario C.3.3.

''Nadie, ni siquiera en éste su centenario, sabe por qué el gran comediógrafo se obstinó en vivir, en vez de escribir, su propia tragedia", dijo hace unos días José Emilio Pacheco al referirse al poeta y narrador. Oscar Wilde vivió entre la gloria y el anonimato, y murió en París a los 46 años. No tuvo objetos materiales que dejar como herencia pero, en su lugar, legó volúmenes de inspiración y fortaleza. Demostró que "la vida imita al arte mucho más de lo que el arte imita a la vida".