JUEVES 30 DE NOVIEMBRE DE 2000
Por el lastre de la crisis, la emancipación juvenil quedó atrás
La generación del nuevo milenio
Claudia Herrera Beltrán Ť Muchos viven en el hogar paterno, tienen prohibido tatuarse, confían más en su madre que en su padre, son guadalupanos, creen en el alma, en los milagros y en el pecado, les gusta el rock y la onda grupera, son enamorados pero monógamos, usan condón y dispositivo intrauterino.
Si apoyan causas sociales son las de los indígenas, del medio ambiente y de la paz. Son apolíticos, antisindicalistas y aprecian los consejos de médicos, sacerdotes y maestros. Su sueño es casarse, tener un buen empleo y una casa propia. La mitad ya no estudia y quienes trabajan lo hacen durante largas jornadas y con poco salario. Lo que más les preocupa de México es la pobreza. Pero después de todo, la mayoría son felices. Son las y los jóvenes mexicanos.
Este es el perfil que la Encuesta Nacional de Juventud 2000 obtiene de la población de entre 12 y 29 años, la generación del nuevo milenio que representa a la mayor parte de los mexicanos. De las 54 mil viviendas visitadas, en 67 por ciento hay hombres y mujeres jóvenes y en 33 por ciento no hay. Esto significa que en cada casa hay un promedio de 1.7 muchachos.
Los resultados preliminares del primer estudio aplicado por el Instituto Nacional de la Juventud y el de Geografía e Informática en 54 mil 500 viviendas dan una imagen de la vida de los jóvenes en tres facetas: familia, sexualidad y empleo.
La fotografía que revelan los números es muy interesante. La época en la que el chavo se emancipaba de los padres quedó atrás. La realidad económica se impone a sus ideales de independencia porque 80 por ciento de los entrevistados dice que permanece en el hogar paterno, muchos porque no tienen medios para fundar su propia casa.
Pero hoy las reglas de convivencia son muy distintas de las que sus padres debieron seguir. Tener novio, salir de casa con amigos, llegar tarde o vestirse como uno quiere es algo normal para la generación del 2000. Pero lo que sí tienen prohibido es tatuarse o (en el caso de los hombres) ponerse aretes (43 por ciento) y, en menor medida, beber alcohol (39 por ciento) y fumar (38 por ciento).
Aunque sus padres no son tan autoritarios como antaño (40 por ciento refiere que sus tutores prefieren el diálogo y 10 por ciento el castigo), los muchachos no les confían mucho de su sexualidad ni de sus inquietudes políticas ni religiosas. Las "intimidades" se las guardan para los amigos. Con los papás sólo hablan del trabajo y de los estudios y, en ocasiones, a las mamás les platican sobre sus sentimientos.
Pese a que 80 por ciento se declaran católicos, más de la mitad de ellos reconoce que no son practicantes. Sin embargo, en su cosmovisión la doctrina cristiana es preponderante. El 89 por ciento dice creer en el alma, 64 por ciento en el infierno, 82 por ciento en los milagros, 88 por ciento en la Virgen de Guadalupe, 85 por ciento en el pecado y 55 por ciento en el demonio. Y son escépticos en otros temas: el 40 por ciento cree en los espíritus, fantasmas y espantos; el 28 por ciento en los horóscopos y el 23 por ciento en los amuletos.
Sobre el tipo de música que prefieren, compiten en primer lugar el rock (21 por ciento) y la onda grupera (20 por ciento), seguidos con mucha distancia de la música romántica, tropical y ranchera. De ahí que muchos digan que sus aparatos exclusivos son la radiograbadora, la televisión y el reproductor de CD.
En sus relaciones de pareja lo que los hombres valoran más de una mujer es que sea responsable, tierna y comprensiva. Para las chavas, el galán ideal también debe ser responsable, pero existe un atributo más: "que no tenga vicios". En su escala de valores tanto hombres como mujeres dejan al final el atractivo físico.
Poco más de la mitad de los chavos y chavas están marginados de las aulas. Las causas son diversas; las de mayor peso son que ya no les gustaba estudiar (24 por ciento), tenían que trabajar (20 por ciento) o no contaban con recursos económicos (21 por ciento). De todos modos, a la mayor parte (70 por ciento) le encantaría continuar sus estudios, sobre todo para aprender más, para vivir mejor y conseguir un trabajo. La tercera parte tiene la "ilusión" de terminar una licenciatura.
Sin oportunidades de estudiar, los que han trabajado (63 por ciento) tienen las peores oportunidades con jornadas de trabajo de más de ocho horas, bajos salarios y cero prestaciones. Con ese panorama los muchachos no dudan en decir que lo más grave del país es la pobreza (61 por ciento), el desempleo (11 por ciento), la corrupción (10.1 por ciento). Por eso pocos creen en políticos y legisladores.
Pero los sueños se sobreponen a la realidad. El 70 por ciento de los jóvenes mexicanos se siente muy feliz.
Ť Menos de uno por ciento confía en el Congreso
Crece el escepticismo de los jóvenes ante las instituciones
Ť Una tercera parte aprecia a la Iglesia, revela una encuesta
Ť Su actitud ante la sexualidad, ajena a creencias religiosas
Claudia Herrera Beltrán Ť Los jóvenes son cada vez más escépticos de las instituciones mexicanas. En las pocas que confían son la Iglesia (34.7 por ciento), la familia (34.6 por ciento) y el gobierno (10.8 por ciento).
Y las que menos aprecian son los medios de comunicación (4 por ciento), la escuela (3.6 por ciento), el Ejército (2.9 por ciento), los sindicatos (1.8 por ciento), las agrupaciones de ciudadanos (1.6 por ciento), los partidos políticos (0.9 por ciento) y el Congreso (0.8 por ciento).
En cuanto a personajes confiables, médicos, maestros, sacerdotes y defensores de derechos humanos quedan en mejor estima. En el lado contrario están políticos, líderes sindicales o gremiales y policías, seguidos por empresarios y militares.
Estas conclusiones son parte de los resultados de la Encuesta Nacional de Juventud 2000, que se aplicó a población de 12 a 29 años de edad, la generación que se conoce ahora como del cambio, en torno a aspectos como la familia, la escuela, la sexualidad y el trabajo.
Aunque confían en la Iglesia, sus creencias religiosas no influyen mucho en su sexualidad, en sus preferencias hacia un partido político, en su trabajo y en su perspectiva sobre los problemas sociales.
De los entrevistados, 79 por ciento dice que su religión no tiene nada que ver en sus actitudes sobre sexualidad; 92 por ciento declara que tampoco en sus preferencias hacia un partido político, 76 por ciento descarta involucrar la Iglesia con el trabajo y 76 por ciento hace lo mismo respecto a los asuntos sociales.
Aún así, las prácticas de religiosidad popular entre los jóvenes son más comunes que las esotéricas, pero en ambos casos esporádicas. Por ejemplo, 52 por ciento dice que se persigna al pasar frente a un templo; 31 por ciento, a veces, y 16 por ciento, nunca. Quince por ciento siempre prende veladoras a algún santo; 40.7 por ciento, a veces, y 43 por ciento, nunca.
Según la encuesta, el esoterismo no entra en su idiosincrasia: 6.8 por ciento declara leer horóscopos; 40 por ciento, a veces, y 52 por ciento, nunca. Lo que más escepticismo les provoca es la lectura de tarot y cartas. Uno por ciento dice que siempre recurre a esta práctica; 7.7 por ciento, a veces, y 91 por ciento, nunca.
Y al preguntarles sobre las actividades en las que estarían dispuestos a participar, las respuestas positivas más recurrentes fueron: en las que procuran el respeto a los indígenas, la defensa del medio ambiente, la paz y los derechos humanos.
En el extremo opuesto, no se unirían a luchas en favor del aborto, en actos de partidos políticos, por los derechos de los homosexuales y, en menor medida, en protestas ciudadanas.
Así como las instituciones les despiertan poco interés, tampoco les llama la atención la participación en organizaciones juveniles. Sólo 22 por ciento declaró haber estado en alguna, y la mayoría fue en asociaciones deportivas, un poco más de la quinta parte en religiosas y otro 15 por ciento en estudiantiles.
Aun así, son buenos ciudadanos. De los entrevistados en edad para votar, 84.1 por ciento posee credencial de elector; ocho de cada diez han votado alguna vez y siete de cada decena lo hicieron en las pasadas elecciones.
En la percepción juvenil sobre los problemas del país, la pobreza destaca como el más grave. Entre lo que más les gusta de México están su cultura y sus tradiciones (53.8 por ciento), su forma de vida (15.8 por ciento) y su gente (8.2 por ciento).
De los jóvenes entrevistados -muchos de los que votaron contra el PRI-, 55 por ciento percibe que su situación socioeconómica es regular, 34 por ciento que es buena y 4.4 por ciento que es muy buena.
Pero sus sueños rebasan el presente. En la jerarquización de sus expectativas compiten el casarse (27 por ciento), con tener un buen empleo (27 por ciento) o un negocio propio (20 por ciento), seguido por obtener una vivienda propia (14.9 por ciento).
En tanto, tener hijos (4.8 por ciento) o servir a los demás (3.3 por ciento) aparecen poco en sus horizontes a futuro.