VIERNES 1o. DE DICIEMBRE DE 2000

Ť En el acto final de su administración, brinda por el éxito de Vicente Fox


Zedillo: en México, la democracia se convierte ahora en costumbre

Ť "Cosecharemos los frutos del trabajo de las generaciones que nos han precedido", vaticina

Ť La nación cumple una etapa y se prepara para otra, afirma ante 300 dignatarios del mundo

Claudia Herrera Beltrán Ť El sexenio del presidente Ernesto Zedillo y los 71 años de poder priísta terminaron con un brindis del mandatario nacional por el éxito de su sucesor, Vicente Fox, y la certeza de que en México "la democracia ahora se convierte en costumbre".

Acompañado en sus últimos momentos en Palacio Nacional por 300 dignatarios venidos de todo el mundo para atestiguar la transmisión de poderes, el primer priísta que hereda la banda presidencial a un opositor se dijo convencido de que México cumple hoy una etapa y se prepara, con esperanza fundada, para el inicio de otra.

El centro de su último discurso fue la democracia. "Los mexicanos tenemos la convicción de que la democracia es el único sistema político que mantiene la unidad en la diversidad, que garantiza las libertades en la pluralidad y que puede atender las demandas sociales siempre en el marco de la ley".

Y parafraseó al premio Nobel de Literatura Octavio Paz, a quien llamó el mayor poeta y pensador: "La democracia es una idea, pero asimismo es una cultura y una práctica; es un aprendizaje permanente. La democracia triunfa allí donde se convierte en costumbre; donde se convierte en una segunda naturaleza".

Esos fueron los últimos momentos de un día que aparentaba ser de rutina.

En la mañana desayunó con los integrantes del Estado Mayor Presidencial, en Los Pinos. Luego comió con gobernadores y, según se comentó, fueron notorias las ausencias del tabasqueño Roberto Madrazo y de José Murat, de Oaxaca. Por la tarde, en la postrera actividad en su despacho, recibió al príncipe de Asturias, Felipe de Borbón, y al gobernador de California, Gray Davis.

Pero lo mejor vino después. Primero una reunión en corto con jefes de Estado y de gobierno, con los enviados especiales y con los jefes de misión de 26 países que, en el salón Benito Juárez, conversaron por unos minutos con el mandatario. Y luego la elegante cena.

A las 21:30 horas, cuando el jefe del Ejecutivo hizo su entrada al gran salón, fue recibido con una salva de aplausos. Zedillo sonrió, pero no abandonó su mesura habitual. Al lado, su esposa, Nilda Patricia Velasco, con un traje sastre negro, lucía al fin relajada después de largos seis años.

Y es que la última noche del matrimonio presidencial fue todo camaradería. Sentados en la misma mesa el presidente venezolano, Hugo Chávez; la secretaria de Estado de Estados Unidos, Madeleine Albright; el recién nombrado presidente del Consejo de Ministros de Perú, Javier Pérez de Cuéllar, venido de la tormenta de su país, y el príncipe de Asturias, Felipe de Borbón.

Todos estaban ahí y todos escucharon a Zedillo en su despedida. Se mostró orgulloso del país que deja. "Llegan ustedes a una nación muy orgullosa de su historia y de su cultura, de su independencia y de su unidad, un país que con el decidido esfuerzo de sus hombres y sus mujeres está consolidando el crecimiento de su economía y está viviendo a plenitud la democracia".

Y se dijo aún más satisfecho cuando habló de su legado: "Estoy seguro de que los mexicanos cosecharemos frutos del trabajo de las generaciones que nos han precedido y del esfuerzo que en esta etapa hemos realizado".

Un postrer reconocimiento

Después del corto discurso vino el momento de los buenos deseos al hombre que ocupará hoy la silla presidencial. Propuso un brindis y centenares de copas se alzaron. Las del argentino Fernando de la Rúa, del colombiano Andrés Pastrana, del uruguayo Jorge Batlle, del salvadoreño Francisco Flores, de la panameña Mireya Moscoso, del hondureño Carlos Roberto Flores, del haitiano René Preval, del brasileño Fernando Henrique Cardoso, del ecuatoriano Gustavo Noboa. Sólo faltó la del presidente cubano, Fidel Castro, con quien Zedillo tuvo su última diferencia diplomática y que a esa hora todavía no llegaba a México.

El mandatario mexicano encabezó el festejo. "Brindo por la salud de nuestros distinguidos visitantes y por el bienestar de los pueblos hermanos y amigos que representan. Brindo por el éxito del gobierno que encabezará el presidente Vicente Fox. Brindo por la unión y la prosperidad de todos los mexicanos. šPor ustedes y por México!", fue el fin.

Pero para Zedillo no fue todo. El último reconocimiento público que recibió fue el del presidente de Guatemala, Alfonso Portillo Cabrera, quien en representación de seis mandatarios centroamericanos le entregó una placa en agradecimiento a su solidaridad, fraternidad y espíritu de cooperación internacional.

El guatemalteco no escatimó halagos: "Gracias, presidente Zedillo, por esa grandeza, por esa humildad, por ese ejemplo y esa vocación democrática". Y remató su intervención bendiciendo al presidente que hoy entrega la estafeta a Fox.