VIERNES 1o. DE DICIEMBRE DE 2000
Ť Su lenguaje popular atrajo a miles de votantes
Clouthier, piedra de toque para el arribo de AN al poder
Ť Hasta mediados de los años ochenta el blanquiazul carecía de posibilidades de llegar al Ejecutivo; en 89, primera gubernatura
Roberto Garduño y Juan Manuel Venegas Ť Hasta mediados de los años ochenta el PAN carecía de posibilidades reales de llegar al gobierno. Pero también en esos tiempos a su seno llegaron figuras como Manuel J. Clouthier, Francisco Barrio, Rodolfo Elizondo y Ernesto Ruffo Appel, que más tarde formarían un dique que se afanó por detener al priísmo.
La nueva oposición panista de corte empresarial recogió del padre fundador, Manuel Gómez Morín, los postulados del reconocimiento de la dignidad humana, la subordinación de lo político a la actividad individual y el bien común, así como la preminencia de los intereses nacionales sobre los particulares para iniciar una marcha apoyada en los triunfos electorales municipales rumbo al poder central, que más tarde recogió Vicente Fox.
La oleada de panistas empresarios fue impulsada por Ruffo Appel, quien, nominado candidato por su partido -al que se afilió en 1983-, ganó la alcaldía de Ensenada, Baja California. Los bárbaros del norte, como se les comenzó a llamar, iniciaron, sin formar parte de un plan determinado, el camino por el poder.
Cargando bajo el brazo una preferencia electoral que no rebasaba 16 por ciento en el ámbito nacional, el panismo doctrinario pasó la estafeta a los pragmáticos norteños.
Desde Efraín González Luna, Luis H. Alvarez, José González Torres, Efraín González Morfín y Pablo Emilio Madero, los militantes de Acción Nacional no se habían encontrado con un fenómeno de atracción popular como fue Clouthier.
El apoyo popular a Maquío
Este hombre, a quien Vicente Fox refiere como su inspiración en la lucha política, arrastró a favor del PAN, en 1988, un considerable apoyo popular. Su discurso, alejado del academicismo doctrinario de los dirigentes tradicionales, convocó en palabras llanas a derrotar al enquistado priísmo. Aquel mensaje atrajo a miles de votantes que fueron convencidos por el lenguaje popular del Maquío. Clouthier fortaleció, con su campaña, la presencia panista en el ámbito municipal de algunas regiones del norte de la República. Y meses después, tras los controvertidos resultados electorales que dieron el triunfo presidencial al priísta Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Ruffo ganó en 1989 la gubernatura de Baja California.
Para entonces, en Guanajuato, el empresario zapatero Vicente Fox ya pertenecía al PAN. Su condición de hombre de campo y sus amarres con un grupo reducido de políticos e industriales locales le ganó en 1991 la nominación al gobierno local. Su forma de hablar directa, sin matices, le acarreó un importante apoyo popular.
La concertacesión contra Fox
En pleno gobierno salinista, los resultados electorales oficiales dieron el triunfo a su contrincante priísta, Ramón Aguirre Velázquez. Fox se inconformó, se adjudicaba el triunfo y tras una engorrosa concertacesión en la que participaron el mismo Carlos Salinas de Gortari y Luis H. Alvarez, con la asesoría de Diego Fernández de Cevallos, el presidente de la República decidió que Aguirre no sería gobernador, pero tampoco Vicente Fox.
De aquel affaire el PAN obtuvo su segunda gubernatura, que benefició a otro empresario: Carlos Medina Plascencia, quien ganó sin participar en la elección.
El destino político de Fox fue entonces la Cámara de Diputados... pero después llegaría la segunda oportunidad.
El pragmatismo
Acción Nacional tenía en sus manos la fórmula para ganar: negociar al más alto nivel, con el mismo Ejecutivo federal en caso necesario, y abanderar a los representantes del movimiento llamado los bárbaros del norte.
El pragmatismo panista durante el salinato le generó nuevas e importantes posiciones en el Congreso de la Unión, su presencia se expandió por distintos municipios, y ante la opinión pública su nuevo rostro cobró notoriedad porque se presentaba como opción de gobierno.
Como nunca, se dio un acercamiento entre la directiva del blanquiazul y el presidente de la República. Salinas y Luis H. Alvarez anunciaban una relación respetuosa, pero las evidencias políticas demostraban que los momentos de los choques entre ambos habían quedado atrás.
La lucha panista por los enclaves locales, los municipios y las gubernaturas daba resultado y entonces el poder central ya era objetivo visible.
Mientras Ruffo y Carlos Medina gobernaban observados con lupa por la mayoría priísta, Salinas los acogía en forma constante, ya fuera durante una gira presidencial o en una visita a Los Pinos.
Poco después Francisco Barrio Terrazas también ganó para el PAN la gubernatura de Chihuahua. En 1992 la ruta del blanquiazul se ensanchó. Y dos años después Alberto Cárdenas Jiménez alcanzó el poder en Jalisco. Y Héctor Terán refrendó la victoria en Baja California.
Hasta entonces los gobernantes panistas permanecían al lado de su partido.
En 1995, Fox ganó en Guanajuato, pero, a diferencia de sus compañeros gobernadores, se distanció del PAN. Tejió un sinnúmero de contactos y relaciones con personajes de distintos credos políticos. Y desde entonces se declaró aspirante al Ejecutivo federal.
A muchos panistas aquello les provocó rechazo y a un sector, burlas. Los doctrinarios -de los que se niega su existencia, pero entre los que se encuentran Gabriel Jiménez Remus, Juan de Dios Castro y Luis H. Alvarez- dudaban.
Pero el camino ya estaba marcado desde el trabajo de los comités municipales, la irrupción de los empresarios y el pragmatismo de la directiva nacional del PAN... en no más de 15 años, y no menos diferencias, los panistas alcanzaron el poder presidencial porque el hastío popular así lo decidió.