VIERNES 1Ɔ DE DICIEMBRE DE 2000
Ť Gilberto López y Rivas Ť
El movimiento indígena nacional en la transición
Mucho se ha discutido después del 2 de julio sobre la dirección que debe tomar el movimiento indígena nacional en la incierta transición que abre el gobierno de Vicente Fox. Una buena parte del debate se ha dado en términos de si las organizaciones indígenas se incorporan o no a los planes que el nuevo jefe del Ejecutivo propone para enfrentar la problemática de los pueblos indios, y que no parecen apuntar hacia profundas transformaciones del Estado ni de la sociedad que salden la deuda histórica de la nación mexicana con sus pueblos originarios.
Existe una opinión mayoritaria de que poco se puede esperar de un gobierno que privilegia los intereses de los grandes empresarios por sobre los de millones de mexicanos pobres, entre los cuales los indígenas son considerados los "parias entre los parias".
El nombramiento de Xóchitl Gálvez como titular de la Oficina para el Desarrollo de los Pueblos Indios, "empresaria del año 994" de origen ñañu, criticada por su desvinculación con su propia comunidad, que declara públicamente el mismo día de su nombramiento que sólo abrirá la famosa "oficina contigua" a la del presidente electo de nueve de la mañana a dos de la tarde con el fin de "dedicarle más tiempo a sus hijos", nos ofrece una idea de la seriedad y responsabilidad con la que Fox y su equipo están tomando la realidad indígena.
Por su parte, la mayoría de las organizaciones indígenas relacionan correctamente la situación actual y el futuro de sus pueblos con la forma en que el gobierno foxista pretenda enfrentar el conflicto en Chiapas. No toda la condición indígena del país está representada en ese estado, pero a partir de la rebelión de 1994 y el surgimiento del EZLN como fuerza aglutinadora del movimiento indígena nacional, los pueblos y las comunidades indias chiapanecas se convirtieron en la representación emblemática de lo indígena y lo que ocurra en ese estado tendrá consecuencias directas en el reconocimiento de los derechos indígenas en el ámbito nacional.
Es obvio que cualquier negociación con el nuevo gobierno que pretenda hacerse al margen del EZLN ostentándose como representativa de las etnias del país, será en los hechos una traición para quienes a lo largo de estos seis años han llevado la carga mayor de una guerra de contrainsurgencia; quienes sacrificaron eventuales ventajas inmediatas o negociaciones para su propio beneficio en aras de abrir el espacio del diálogo a todas las organizaciones indígenas del país en un inédito debate en el que lo indígena retomó el ámbito de los grandes problemas nacionales. Ningún grupo ni organización indígena había tenido la capacidad política ni la fuerza organizativa para sentar en la mesa de una negociación a los representantes del Estado mexicano y lograr que éste aceptara a regañadientes un documento refundador de la importancia y trascendencia de los acuerdos de San Andrés.
Desde entonces, se puede hablar de un movimiento indígena nacional, y no porque necesariamente éste se exprese en estructuras políticas de ese carácter, sino porque a partir de 1994 las organizaciones indígenas plantean reivindicaciones de índole y alcance nacionales, que son escuchadas y tomadas en cuenta.
No se trata sólo de lo que ocurre en la comunidad, en la región, en el estado. Se va más allá. El planteamiento de las autonomías incide en la forma del Estado-nación y en el contenido de pluralismo étnico que éste conlleva, y estas ideas se generalizaron en el movimiento indígena por el papel y la contribución del EZLN durante estos años difíciles.
Para quienes buscan una ventaja inmediata y pragmática no importa con quién se hagan las alianzas y sobre qué base, siempre y cuando se logre avanzar en el terreno práctico y en el interés particular de una organización determinada o de un grupo de dirigentes profesionales. Conviene a Fox y a su equipo empresarial encontrar un interlocutor indígena a la medida de sus concepciones y proyectos. Un interlocutor que no sea el EZLN, a quien se busca vincular con la intransigencia, la subversión e, incluso, la delincuencia común. Un interlocutor razonable, que pretenda ganar espacios "de poder" desde el Estado, que legitime la pretensión de "quitarle al EZLN las banderas del movimiento indígena", que encabece los afanes asistencialistas de la oficina-para-el-desarrollo-de-los-pueblos-indígenas.
La experiencia histórica ha demostrado que el movimiento indígena ha avanzado en la medida en que se ha conservado independiente de los esfuerzos del Estado por controlar y mediatizar a las organizaciones de los pueblos indios. Habiendo salido de las redes corporativistas y clientelares del partido de Estado, flaco favor se haría a esos pueblos sirviendo como heraldos de los esfuerzos foxistas por establecer un neoindigenismo empresarial.