VIERNES 1o. DE DICIEMBRE DE 2000

 


Ť Leonardo García Tsao Ť

Condena eterna

No podría ser de otra manera en uno de los peores años en la historia de la producción hollywoodense. Al diablo con el diablo sigue la tradición de engendrar remakes mucho muy inferiores a la versión original, en este caso la homónima comedia inglesa Bedazzled, dirigida en 1967 por Stanley Donen, y escrita y protagonizada por Dudley Moore y Peter Cook (en México se llamó Un Fausto moderno, título hoy inservible porque la mayoría del público debe ignorar el significado de Fausto). Sin ser una obra maestra, cumplía con suficiente ingenio la premisa de situar las tentaciones de Mefistófeles en el contexto de un Londres mod.

La ausencia de cualquier tipo de ingenio es lo más llamativo de este remake. No debe extrañar, dada la mediocre trayectoria de su director Harold Ramis cuya única película notable -Hechizo del tiempo (1993)- se ve ahora como un feliz accidente. Ramis y sus coguionistas sólo han conservado de la versión de Donen el argumento básico: un pobre diablo deseoso de conquistar a una compañera de trabajo, es visitado por el Diablo quien le ofrece siete deseos pero siempre se los cumple con un engaño de por medio. En la versión actual se trata de un insufrible tecnonerd llamado Elliot (Brendan Fraser), enamorado de la distante Allison (Frances O'Connor); el diablo acude en forma de una bella mujer (Elizabeth Hurley) que le cumple su primer deseo de prueba -una hamburguesa y una Coca- llevándolo a la sucursal más cercana de McDonalds.

En su siguiente fantasía de poseer dinero, poder y la mujer de sus sueños, Elliot se ve transformado en un cornudo narco colombiano. (Sabemos que es Colombia porque los diálogos -pronunciados en pésimo castellano- así lo informan; ante la consabida incapacidad hollywoodense de saber diferenciar entre España y Latinoamérica, cualquiera pensaría se trata más bien de un capo del Cártel de Andalucía). Sucesivamente, el protagonista sufrirá sus experiencias como hombre sensible, basquetbolista infradotado, escritor gay, etc, permitiendo una serie de disfraces dignos de Héctor Suárez, dentro de un humorismo de sketch nada distante del Canal de las Estrellas. Bajo el concepto sexista de que una mujer es atraída por rollo, carita, billetera y un pito grande (no necesariamente en ese orden), Ramis resuelve los episodios con una consternante falta de ritmo y gracia.

Brendan Fraser es un actor cuya promesa se ha ido desvaneciendo debido a su propensión a aceptar cualquier proyecto, por indigno que sea; aquí exagera cada gesto como si su vida dependiera de la bufonada. Más conocida por su trabajo publicitario o sus apariciones sociales, Elizabeth Hurley aprovecha para modelar en la pasarela una variedad de atuendos en rojo y negro (cualquier color le sienta bien, francamente) y enfatiza todos los diálogos ostentando sus labios hinchados de colágeno, pero sin sugerir un mínimo de malevolencia. Mientras conduce a Elliot a la moraleja final, esta variante top model del chamuco se entretiene haciendo maldades como alterar parquímetros y poner multas (šja!), manipular un semáforo para provocar choques (šja, ja!) y sustituir medicinas por dulces y mentas en un hospital (šja, ja, ja!).

Al diablo con el diablo no podía prescindir de otra actual plaga hollywoodense, la conclusión de (falsos) buenos sentimientos. Como ha ocurrido con otros personajes de Ramis expuestos a extraños fenómenos, Elliot sale de la experiencia satánica convertido en un mejor ser humano. Total, una sangronada con mensaje edificante y conformista. Eso sí es infernal.

 

AL DIABLO CON EL DIABLO

(Bedazzled)

D: Harold Ramis/ G: Larry Gelbart, Harold Ramis y Pete Tolan, basado en el guión cinematográfico de Peter Cook y Dudley Moore/ F. en C: Bill Pope/ M: David Newman/ Ed: Craig Herring/ I: Brendan Fraser, Elizabeth Hurley, Frances O'Connor, Orlando Jones, Paul Adelstein/ P: KirchMedia, Regency Enterprises para 20th Century Fox. EU, 2000.

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