Ť Se saltó en su discurso la parte referente a Chiapas
En Oaxaca, Fox recibió primer indicio de la respuesta de Marcos
Ť Cinco mil panistas de la entidad participaron en los festejos
Ť Presentó a Lech Walesa y a Hugo Chávez; desaire a Robinson
Blanche Petrich, enviada, Oaxaca, Oax., 2 de diciembre Ť Todavía no se sabía que el Ejército Zapatista de Liberación Nacional iba a otorgar al presidente Vicente Fox el beneficio de la duda. Todavía no se sabía que la moneda que estaba en el aire iba a caer con un retintineante sí. Pero en la etapa oaxaqueña de su gran foxifiesta, el mandatario "se comió" el meollo del discurso que había preparado para la ocasión.
Iba a expresar: "digamos hoy adiós a la lógica militar y abramos los brazos a la lógica política". También debía mencionar que sin resolver en forma pacífica el conflicto en Chiapas no podrá construirse una nueva relación entre los pueblos indígenas y el Estado. Pero estas frases, incluidas en el texto del discurso que distribuyó su equipo de prensa, las eliminó a la hora de arengar a la multitud congregada en la Plaza de la Danza de esta capital. Justo cuando todos esperaban oír lo que Fox tendría que decir al subcomandante Marcos, no lo dijo.
Sin embargo, ratificó lo no dicho, aunque suene a comedia de malentendidos.
Porque cuando el reportero de la agencia Afp le preguntó por qué se había brincado el mensaje de Chiapas, respondió vivamente: "No me desdigo de nada, no me quiera agarrar en curva. Sostengo todas y cada una de las palabras del discurso escrito". Lo malo es que nadie lo oyó.
A cada capillita le llega su fiestecita...
Y a la del panismo oaxaqueño, un panismo pobre, le llegó la hora de celebrar. No muy dados a las grandes concentraciones, eligieron un foro con cupo para cinco mil, algo término medio. Entre la iglesia de la Virgen de la Soledad, patrona de estos lugares, y la de San José, en la explanada, sonaba en el aire el segundo himno de este estado, Dios nunca muere, cuando los invitados de la comitiva de Fox se empezaron a acomodar en el presídium.
En las gradas Angélica Pérez, su hija y sus nietos miraban encantados a los personajes. "Son como artistas", se admiraban. La primogénita Ana Cristina Fox saludaba como Jackie Onasis a las masas que aún no la reconocen ni la aclaman. La nueva embajadora especial para Derechos Humanos, Mariclaire Acosta, escoltaba a la titular del Alto Comisionado de la ONU en la materia, Mary Robinson.
Y la abuelita Angélica Pérez contaba cómo fue que se hizo panista mientras de su canasta salían jícamas, coco y teleras de frijol para la prole. Fue a raíz de que una hija pequeña fue acusada de robar una guajolota. La policía llegó a indagar y vio que en la olla hervía un cocido de res. Dijo que ésa era la guajolota robada. Tuvieron que ir a la comandancia. La familia estaba aterrada porque no tenían quién testificara a su favor. Entonces la providencia envió a una señora panista que fue testigo de la niña y ganaron el caso. "Así fue como empezamos a votar por el PAN", dice la mujer que tanta fe tiene ahora en Fox, "porque no es presumido".
Su hija Elena es obrera, aluminera y gana mil 200 pesos al mes para mantener a sus tres retoños. Fue promotora del voto por Fox y cree en él a pie juntillas. El nuevo gabinete le gusta porque sus integrantes "no son los de antes", pero no está de acuerdo con el argumento de los foxistas de que al gravar las medicinas no se afecta a los pobres. "Al contrario, amuela a los más amolados". Ella está dispuesta a dar a Fox entre dos y tres años de prueba para ver si funciona o no. Y deja de platicar porque el Presidente sube al escenario.
Murat, en aprietos
No era un foro fácil para el gobernador priísta José Murat. Apenas se paró detrás del micrófono estalló la rechifla y la gritería: "¡Fuera, fuera!". Trató de hablar de las civilizaciones milenarias. Un coro de irreverentes ahogó sus palabras: "Antidoping, antidoping". Se escudó detrás de la mención a Benito Juárez, su gesta para derrocar el imperio de Maximiliano y restaurar la República: "¡Hoy, hoy, hoy!", lo volvieron a callar. Pasó al tema de los rezagos y el subdesarrollo. "¡Vicente, Vicente, Vicente!". Aceleró el ritmo del discurso para poder hilvanar algunas frases audibles: "Vamos a trabajar en la misma dirección...". No pudo más. Los improperios subieron de tono. Echando chispas regresó a su asiento.
Entonces Fox, con habilidad histriónica, se quitó el saco y la corbata. Sin atender las cortesías protocolarias presentó a sus invitados. Walesa, "el hombre que liberó a toda una nación"; Hugo Chávez, el presidente de Venezuela "que está luchando por acabar con la corrupción y el subdesarrollo en su país, igualito como le vamos a hacer aquí"; el presidente dominicano, Hipólito Mejía, y a la mujer que va a ser su vecina de despacho en Los Pinos, con derecho de picaporte: Xóchitl Gálvez, comisionada presidencial para Asuntos Indígenas. Y ya. Imperturbable ante el desaire, la irlandesa Mary Robinson, máxima autoridad de la ONU para derechos humanos, sonreía.
Media hora más de discurso y el acto concluyó. Un hombre levantaba su cartulina: "Dios nunca muere y Fox nunca falla". Los convites, gigantones en zancos que bailan en las fiestas patronales, danzaban cerrando el paso de la comitiva que se lanzaba vertiginosa al siguiente acto. El número 18 del total de 32 episodios en las tres jornadas de fiesta por el relevo de mandos en el país.
"No nos merecemos sufrir tanto"
Donaciana Almaraz le llega apenas al codo a Vicente Fox. Aun así, intercepta su zancada cuando el Presidente va ingresando al convento de Santo Domingo. Una petición más. Fox se detiene, escucha. Le hablan de 83 hombres que están presos. El Presidente llama a Santiago Creel, secretario de Gobernación, para que atienda el caso. Creel es todo oídos. Y Donaciana se arranca: "somos campesinos de la región de Loxicha y no nos merecemos tanto sufrimiento". Estela García habla de los que han muerto en la tortura, como su propio esposo. Y Juan Valencia pide: "nos relacionan con el Ejército Popular Revolucionario, y nosotros nada tenemos que ver con ellos". Su padre acaba de pasar tres años en prisión. Salió libre con una declaración autoinculpatoria. Está enfermo. Un sollozo le corta la voz a Juan. Creel lo mira fijamente.
Con el abogado de los presos, Israel Hernández, se amarran compromisos preliminares. Se van revisar los casos federales y los estatales y se va a buscar una solución integral. Creel promete que los tiempos de juicios plagados de irregulares se acabaron. "Las puertas de Bucareli siempre, siempre van a estar abiertas".
Cuatro siglos de cantera verde
Un nuevo acto aparece en el programa: reunión con organizaciones indígenas. Es la hora de la revancha para el gobernador José Murat. Muchos de los dirigentes que acaparan el "diálogo" son de organizaciones priístas. Cándido Coheto, diputado local zapoteco del PRI, acusado de amenazas y provocar el asesinato de un joven opositor, radicaliza al máximo el discurso. Toma la bandera de los presos de Loxicha, aunque sus esposas lleven tres años de plantón en los bajos del palacio de gobierno; aunque nunca hayan sido recibidas por Murat, aunque su letrina esté al lado de la puerta por donde el gobernador pasa diariamente.
Otros dirigentes insisten en la idea que Murat ha estado repitiendo en las últimas semanas: iniciar negociaciones entre el gobierno federal y el EPR. El gobierno estatal podría ser, claro, el mediador. Sólo que hace más de dos años que el EPR no aparece por la entidad, y en cambio nuevos brotes armados surgen esporádicamente. Apenas la víspera, una veintena de hombres armados de las FARP realizaron una acción propagandística en Nazareno, Etla, a no más de 20 kilómetros de la capital.
Y Enrique Ku, maya yucateco, de la Comisión de Asuntos Indígenas del PRI, le dice a Fox cómo debe ser "el gran proyecto indígena nacional". Cada discurso toma su media hora. Los foxistas se hacen bolas, no pueden cortar el desbordamiento de tanta retórica indigenista. Que llamen a Josefina, pide Fox.
?¿A Josefina?, pregunta el ayudante.
?A la secretaria de Desarrollo Social, Josefina Vázquez Nava.
?Ahhh...
Libre al fin, el mandatario pasa al salón de investigadores de la biblioteca que dirige Isabel Gramin Porrúa. A puerta cerrada, entre tomos de libros centenarios, Fox habla con los tres grandes mecenas de la cultura oaxaqueña: Rodolfo Morales, Francisco Toledo y Alfredo Harp Helú. Sobreponiéndose a su timidez, Toledo, el istmeño, desdobla un papel y, por primera vez, se atreve a leer en público. El "público" es Fox. Luego de advertir que sin paz no hay proyecto cultural o ecológico que sea posible, entra al grano: "le solicito la amnistía para todos los presos políticos del país, y en nuestro estado, para los hombres de los Loxicha, acusados de pertenecer a un movimiento guerrillero".
En el jardín etnobotánico, otro ámbito del convento de Santo Domingo (382 años de arquitectura en cantera verde), cerca de 500 personas de la crema y nata de la sociedad de Oaxaca esperaban convivir con el presidente Fox. Hacía rato que habían dado cuenta del tasajo y la longaniza. Rayaban las 4 de la tarde y al homenajeado le esperaba el siguiente acto del show, ¡en Monterrey! Hubo tiempo para un agua de jamaica, una pieza con la banda de los niños de Tlahuitoltepec Mixe y nada más. Ya para entonces habían llegado claras señales de La Realidad. El sub no había dicho no. Alguien había quitado el cerrojo a una puerta largamente cerrada. Fox iba feliz.