DOMINGO 3 DE DICIEMBRE DE 2000
Ť Guillermo Almeyra Ť
En busca de una alternativa
En este fin de semana se ha realizado en París un congreso internacional para discutir el balance de las movilizaciones que, desde Seattle hasta Praga, se han opuesto a las políticas del capital financiero y de sus instituciones mundiales. El congreso debía ser también una especie de preparación del Foro Social Mundial por una Alternativa que se reunirá en enero en Porto Alegre, Brasil, y en el mismo han participado políticos, sindicalistas, activistas, politólogos y académicos de todo el orbe, desde China o Corea hasta muchos países de Africa o de América Latina, entre los cuales intervinieron en los debates Cuauhtémoc Cárdenas y colaboradores de nuestro diario como Paulina Fernández Christlieb o quien esto escribe, de los procedentes de México.
El movimiento de oposición al capital financiero reúne en su seno diversas tendencias, que se expresaron en las sesiones plenarias y en los debates. Un grupo importante de socialistas franceses de izquierda cree, por ejemplo, que es posible humanizar el capital y no considera que la dominación del capital financiero y su ideología neoliberal sean la forma concreta de expresión del capital en esta fase de su desarrollo; piensan, por el contrario, que el neoliberalismo es sólo una entre tantas políticas posibles, y es, por lo tanto, reversible. Esa posición la comparten otros, como Susan George o algunos grupos feministas y defensores de los derechos humanos, que combaten los efectos del sistema, pero no a este mismo.
Otra posición, minoritaria, es en cambio antisistémica, y aunque promueve luchas que puedan oponer movilizaciones sociales que obliguen a los Estados a realizar políticas no sometidas al neoliberalismo, cree, en última instancia, que el problema sigue resumiéndose en la alternativa "socialismo o barbarie".
Por supuesto, en este último grupo existen importantes diferencias respecto a lo que sería el socialismo, pues no sólo está pendiente un balance a fondo de lo que fue el "socialismo real", con todas sus monstruosidades, sino que tampoco se ha hecho las cuentas con la idea estatalista y centralista que todas las tendencias marxistas compartieron, y que rechazan los anarquistas y los partidarios de la autogestión social generalizada.
Pero estas diferencias, que se discuten con respeto y democráticamente, constituyen la riqueza de este movimiento plural, más que su debilidad. En realidad, como sostiene Pierre Bourdieu, es posible unir a todos los que hoy se oponen a una política económica y social que amenaza a la vez la civilización y las condiciones ecológicas para la supervivencia de la misma y refuerza la dictadura de un puñado de grandes capitalistas, 450 de los cuales tienen más riqueza que todo el resto de la humanidad.
Si cuando el capitalismo se estaba afirmando en todo el mundo pudieron reunirse en la Primera Internacional los sindicalistas ingleses cartistas, los anarquistas de todas las tendencias, los socialistas y comunistas utópicos, los sindicalistas revolucionarios, los proudhonianos, los nacionalistas y republicanos revolucionarios como Mazzini y otros, y hasta el reducido puñado de seguidores de Karl Marx, que dio voz y forma a ese conjunto heterogéneo, Ƒpor qué no podrían trabajar juntos hoy movimientos sociales indígenas, feministas, por los derechos humanos, ecologistas, sindicalistas, revolucionarios anticapitalistas?
Sin embargo, la heterogeneidad tiene una consecuencia negativa: muchos de los oradores se limitaron, en efecto, a describir los horrores de la mundialización y a condenarlos, sin pensar mucho en que no había que convencer a los ya convencidos, que habían viajado miles de kilómetros y gastado mucho de su bolsillo precisamente porque tienen plena conciencia de la insoportabilidad ética, económica, ecológica y social de la política del capital financiero.
Otros, en cambio, aunque no muy numerosos, intentaron analizar algunas de las formas de resistencia a dicha política y tratar de desprender algunas conclusiones teórico-prácticas para la acción futura. En general, fue notable que muchos de los grupos de jóvenes y de obreros que lucharon en Praga o en Seattle, e incluso los partidos, como Rifondazione Comunista de Italia, que dicen luchar por una alternativa a la política del gran capital, no sintieron la necesidad de participar. El escaso nivel teórico de las discusiones y las limitaciones para partir de lo concreto se debieron en parte a este antiintelectualismo, que expresa todavía una fase -que se está comenzando a superar- de confusión y desmoralización de quienes, por décadas, confundieron el socialismo con sus enterradores burocráticos de la URSS, y la política con las maniobras sin principio de la izquierda tradicional. El gato sigue huyendo del agua fría...
De todos modos, aunque de la reunión no salieron orientaciones, que tampoco nadie esperaba, sí surgió, en cambio, la posibilidad de escucharse, confrontarse y trabajar juntos, lo cual no es poco. Y la idea central de que las necesidades humanas, la preservación de la naturaleza, la lucha por la igualdad, deben sobreponerse al lucro capitalista, al "antes que nada el mercado". Esa es una buena base para discutir propuestas concretas en Porto Alegre.