DOMINGO 3 DE DICIEMBRE DE 2000

 

Ť Néstor de Buen Ť

Señor presidente Fox:

Reconozco que me emocionó el mensaje que ha leído en la solemne ceremonia de su investidura. Bien escrito, supongo que con la participación como es natural de gente muy distinguida de su entorno inmediato, y leído con excelente estilo, al principio ligeramente turbado por la evidente trascendencia del acto, y al paso de los minutos con aplomo y ligereza y saltos ocurrentes no previstos en el texto pero que hicieron al acto más fácil y atractivo.

Creo, sin embargo, que el mensaje fue más largo de lo debido. La síntesis final pudo haber sido la estructura fundamental del discurso, claro está que ampliada con los elementos sustanciales que tenían que dar cuerpo a esos compromisos, algunos de ellos, quizá la mayoría, conocidos por sus discursos de campaña.

Me impactó la ceremonia y creo que el PRI merece un reconocimiento por haber abandonado su tesis del boicot en tanto no se resolviera el problema de Jalisco. Creo que fue una decisión adecuada, fundada, con toda seguridad, en la certeza de que la investidura constituye un acto trascendental de nuestras solemnidades ciudadanas, y no solamente un acto político. A veces la ciudadanía asume valores por sí misma, mucho más allá de ideologías, y merece consideraciones especiales. Mi simpatía por esa comprensión del PRI.

Ha dicho usted, entre tantas otras cosas, que respetará absolutamente la libertad de expresión, que es parte sustancial de la actividad de los medios y que en esta casa de La Jornada ha tenido un culto absoluto. Y en ejercicio de ella me permito decirle que hay dos cosas que no me gustaron de su discurso.

La primera, recibida con entusiasmo no informado, se refiere a la posibilidad de que de la misma manera que el ciudadano, al votar, elige a su representante político, los mexicanos tengan el derecho de elegir a sus médicos.

La segunda, que pasó de refilón por los temas laborales y habló de una relación adecuada con los sindicatos, pero se abstuvo de discriminar (Ƒno sería por su intención antidiscriminatoria reiterada con énfasis especial?) entre los sindicatos de verdad, democráticos, representativos y con capacidad de convocatoria, de los corporativos y nefastos que padecemos desde hace tantos años, entre otras cosas porque el señor Estado los ha utilizado en contra de los trabajadores para rebajar sus salarios y evitar la posibilidad de sus conflictos en ejercicio de los derechos constitucionales de libertad sindical, negociación colectiva y huelga.

El tema de los médicos me causó muy mala impresión, porque veo en ello una muy estrecha relación con la posibilidad, ya inmediata, de que el IMSS autorice subrogaciones de servicios, lo que se espera que ocurra en seguida, ya que en este mes de diciembre se hará efectiva la transformación de las clínicas y hospitales particulares en compañías de seguros con las cuales las empresas podrán contratar servicios por subrogración y excluir los del Seguro Social.

Esa posibilidad es evidente que no llegará a los sectores más pobres de la población, esos a los que usted dice querer ayudar, ya que las empresas micro, pequeñas y medianas no tendrán nunca los recursos para pagar esos servicios cuyo único efecto -o si no el único, el más notable- será la desigualdad en los servicios de salud, rompiendo con uno de los principios fundamentales de la seguridad social. Ya se mandó al infierno con los fondos de retiro el de la solidaridad, y ahora se llegará al remate con esa posibilidad, prevista en la Ley del Seguro Social (artículo 89) y que ya hace felices a los empresarios de la salud, como antes las Afore hicieron felices a la banca y a las compañías de seguros.

La falta de énfasis en la referencia a los sindicatos parecería dar apoyo a la muy peligrosa tesis de la nueva cultura laboral, que ha sido obra, en el orden sustantivo y en el procesal sobre todo, de una cooperación estrecha entre sindicatos corporativos y cámaras industriales y de comercio (espiritualmente corporativas), además de la Coparmex, no con olvido sino con la rotunda exclusión de los sindicatos democráticos. Y si este país tiene problemas y la justicia social no es más que tema de discursos, entre ellos del suyo, es precisamente porque ha habido una estrecha y perniciosa alianza entre el Estado y esas organizaciones que me molesta llamar sindicatos.

Se puede empezar a contar desde el Pacto de la Casa del Obrero Mundial (1915), una vergüenza histórica; a la formación de la CROM por inspiración carrancista y de su antiguo secretario particular, Gustavo Espinosa Mireles, gobernador de Coahuila (1918); al nacimiento de la CTM (1936) como evidente consecuencia de una recomendación de Lázaro Cárdenas; al populismo creador de centrales obreras para sus cuates de López Mateos, y en lo que sigue, a las vergonzosas alianzas en muchas cosas, sobre todo en la política de pactos, que han destrozado los salarios.

Pero, por supuesto, señor Presidente, que lo felicito y que le deseo lo mejor, no sólo para usted sino para México. En lo que evidentemente coincidimos.