Ť El autor leyó en la FIL textos de Tarde o temprano
Atrapan en un libro 40 años de poesía de José Emilio Pacheco
Ť Es testigo insobornable de nuestro tiempo: Adolfo Castañón
Ť Ha dignificado la traducción, opina José Miguel Oviedo
César Güemes, enviado, Guadalajara, Jal., 2 de diciembre Ť José Emilio Pacheco escribe para rescribir. Después para publicar y más tarde para corregir lo publicado y así, hasta el final de los tiempos o de los libros, lo que ocurra primero. Pero antes que todo eso, escribe para que lo lean. Y al final de todo eso, escribe para, de vez en vez, dejarse ver en público, soportar los reflectores de televisión, los flashes de las cámaras y el asedio de los micrófonos con tal de sentir de cerca el calor que generan sus lectores.
Todas las noches son sus noches, pero la del viernes fue particularmente suya en la FIL, luego de abarrotar con su presencia uno de los salones más amplios de estas instalaciones. Lectoras y lectores, jóvenes en su avasallante mayoría, se reunieron para escuchar de voz de Pacheco textos al azar de Tarde o temprano, suma de su obra poética escrita entre 1958 y el año que termina, editada por el Fondo de Cultura Económica.
A su lado estuvieron José Miguel Oviedo, escritor y crítico peruano, y Adolfo Castañón, editor en jefe del FCE. Así definió Castañón al escritor: "Pacheco representa ejemplarmente a esa especie que es el hombre de letras: poeta, cuentista, novelista, traductor, historiador, periodista, lector, pero ante todo poeta. Al igual que Carlos Monsivais, esa especie de Borges de la cultura popular, Jose Emilio Pacheco, ese otro Borges, lo ha leído todo y es también una suerte de avatar de lector onmisciente, de insobornable testigo enciclopédico de nuestra cultura y de nuestro tiempo mexicano y nuestro tiempo universal. El que añade conocimiento añade dolor, dice el Eclesiastés: el que todo lo conoce quizá se duele de todo, le duele el mundo que le invita a descifrarlo cuanto más lo intenta comprender".
Recordó el también ensayista que "el libro reúne más de cuarenta años de escritura poética, de asedio, por parte del poeta de esa sustancia opresiva, evasiva o vivificante que es el tiempo, la historia, la naturaleza tocada, vulnerada por la historia. Cuarenta años de escritura poética, doce libros, cientos de poemas. Tarde o temprano cabe ser leído como un calendario lírico, un reloj con tres manecillas, segundero periodísitico, minutero literario, a la López Velarde, y una aguja que marca filosóficamente las horas del vivir humano".
José Miguel Oviedo, por su parte, abordó al poliedro escritural que es Pacheco por su lado como traductor: "Es un hombre de letras por el hecho de que la literaratura lo es todo y todo está en la literatura para él. Además de eso ha dado una dignidad que pocas veces tiene a la tarea de la traducción (...) Esa actitud de traductor, de intérprete de la creación ajena, doblemente ajena, de otros autores y de otras lenguas es un elemento que me parece interesante para comprender la tarea poética de Pacheco, quien no cree en la originalidad; Pacheco no cree que se pueda crear a partir de cero, que cada uno de nosotros tiene la posibilidad de inventar. Su posición es mucho más modesta y mucho más cautelosa. Todo lo que podemos hacer es interpretar lo que ya se dijo, agregar variantes, glosas, apéndices, aproximaciones, adiciones, modos distintos de decir lo ya dicho. De tal modo, lo que hace a José Emilio es algo sustancial: trabaja dentro de la traducción para extender, prolongarla, revivirla y hacerla creadora otra vez. La tradición no es algo muerto, es algo vivo en su voz".
No puedo decir cómo debe ser interpretada mi obra
Sereno, feliz, José Emilio Pacheco explicó que era un milagro que este libro haya podido salir: "Costó mucho trabajo, hice muchos cambios; yo le decía a Adolfo Castañón que sería un libro como para septiembre de 2001 y él me dijo que teníamos que presentarlo justo hoy. Y aquí estamos".
En efecto, ahí estuvo, pese a reconocer que se encontraba en una "situación muy difícil, porque siempre me ha parecido una gran impostura dar la cara por quien escribe los libros, si mi persona es sólo un elemento de lo que está en los libros, y los poemas responden a la propia tradición de la poesía y a muchas otras voces. Así como me cuesta trabajo hablar en público. Escribo en computadora pero ya nunca lo voy a poder aprender bien. Yo quisiera tener una beca, y pagarles a un niño y una niña de ocho años para que estuvieran permanentemente atrás de mí y me dijeran cuándo me equivoco y cómo hago para solucionar mis problemas con la máquina".
Al final, el juego literario se resolvería en que, al azar, el público lector decía un número y Pacheco se remitía a la página con el mismo para leer el poema correspondiente. Antes del cierre, el poeta reconoció: "Me interesa lo que puedan decir los autores, pero es un rasgo más acentuado de la cultura contemporánea que los autores digan qué es lo que escribieron. Creo que ya nos costó bastante trabajo escribir y que además es un autoritarismo. A mí lo que me interesa de la poesía es lo que ustedes puedan poner en los versos que yo les propongo. No puedo decir esto es lo que quise decir y deben interpretarlo de esta manera". Enseguida se lamenta de una verdad que desde hace tiempo comienza a pesar en las letras: "Veo con mucha tristeza que desaparecen de los periódicos las reseñas para ser sustituidas por las entrevistas. Para un joven escritor o una joven escritora, el éxito que puede esperar en el 2000 es que lo entrevisten, no que comenten sus libros. Eso me parece doloroso".
No evadió el tema de la rescritura, característica que lo signa: "Hay un tema que exaspera mucha a muchas personas, que es el de los cambios. Yo he revisado todo y lo he cambiado y es una guerra perdida, porque todo el mundo, como es natural, toma la parte del joven contra el viejo. Me dicen, por ejemplo, que por qué cambié eso que era tan bonito, tan fresco; y yo digo que es parte del mismo respeto a ustedes: mientras yo pueda, les entrego un producto mejorado. Si ocurre con los libros de biología y ciencias naturales, ¿por qué sacralizar de esa manera el texto literario y no hacerlo mejor?"
Luego vinieron tres cuartos de hora de poemas, peticiones y poemas. La noche de José Emilio Pacheco. Una más.