DOMINGO 3 DE DICIEMBRE DE 2000

MAR DE HISTORIAS

El descubrimiento de América

Ť Cristina Pacheco Ť

-Rodrigo, no insistas. Después, cuando esté más tranquila, te lo explicaré todo. Lo juro.

-De acuerdo, América. Sabes que mi único deseo es que te sientas bien cuando estamos juntos.

Rodrigo se apoya en el respaldo de la silla donde antes colgó su saco.

-ƑPiensas que te presiono demasiado?

-No es eso... -América desvía la mirada.

-Pero te hago sentir mal con mis preguntas. Discúlpame.

Rodrigo se frota la cara: -Pasé una noche horrenda. Mil veces estuve a punto de marcar tu teléfono.

-Y si hubiera contestado mi esposo, Ƒqué le habrías dicho?

-Pues que soy bombero y llamaba para comprobar si de ese número habían reportado un enjambre de abejas africanas.

-ƑEn serio pensaste en decirle eso?

-Lo ensayé hasta que me convencí de que tenía voz de bombero.

Rodrigo se sienta. Las mangas colgantes de su saco producen el efecto de que tiene cuatro brazos. América suelta una carcajada.

-Menos mal que al fin vuelves a reírte, no importa que sea de mí.

-No me estaba riendo.

Rodrigo contempla a América durante unos segundos y luego corre a hincarse junto a la cama donde ella está tendida y a medio vestir:

-Ayer, después de escuchar tu recado, no sabes qué pensamientos macabros pasaron por mi mente.

-Estaba alteradísima, discúlpame. Esta mañana quise decirte que ya no te preocuparas y por eso te llamé como a las siete, pero no contestaste. ƑDónde estabas?

-Fui a comprar La Prensa. Temía ver la foto de tu cadáver: "Bella mujer víctima de los celos de su marido".

-ƑPor qué se te ocurrió algo tan terrible? -América no puede evitar sentirse halagada.

-Por el recadito que dejaste en mi grabadora. Imagínate lo que pensé al escuchar: "No me busques. Espera a que yo lo haga. Deséame suerte". Pasé horas junto al teléfono. ƑPor qué no me llamaste?

-Imposible. Ari y yo estuvimos discutiendo.

-América, Ƒte pido un favor? Cuando estés conmigo no te refieras a tu esposo como Ari. Llámalo Ariel y punto-. Rodrigo ve reaparecer la expresión burlona de América: -Ya sé lo que estás pensando: "Es el colmo que este tipo sienta celos de mi marido".

-ƑEn serio estás celoso? -En el tono de América hay una intensidad que Rodrigo no advierte. -Dímelo.

-Sería un estúpido si tuviera celos de tu marido. El es quien debería estar celoso de mí... Perdón, dije una tontería. Dime: Ƒse enteró de lo nuestro? ƑTe hizo reclamaciones?

-Para nada.

-Tu recado daba a entender lo contrario-. Rodrigo apunta a América con el índice: -Te aconsejo que vigiles tus nervios. De repente tú solita te das cuerda, inventas cosas. Fue lo que sucedió ayer. ƑMe equivoco?

-Sí, y no me hables como si tuviera diez años. Te juro que no fueron mis nervios. Ariel me llamó a la oficina, cosa rarísima. En el tono más dramático me dijo: "Es urgente que hablemos. Procura llegar temprano". No quiso adelantarme de qué se trataba. "Es delicado. Alguien podría grabarnos o descolgar tu extensión. Esperemos hasta la noche". Pensé: "Ya sabe todo". Fue un momento espantoso.

-Sigue. ƑQué pasó cuando llegaste a casa?

-Ariel estaba en la sala, con un sobre en la mano. En el mismo tono patético me dijo: "América, esto es muy grave. ƑTe das cuenta de lo que estás haciendo?"

-Te advertí que no guardaras mis cartas -murmura Rodrigo.

-Me entró pánico. Le pedí que me entregara el sobre. Se negó y siguió hablando: "Es tuyo, te lo voy a dar. Aquí está la prueba de que lo has hecho dos y hasta tres veces en un mismo día. Eso es mucho más que simple necesidad: vicio".

-ƑCómo supo lo de esa noche en Morelia?- Rodrigo aprovecha el silencio de América para aclarar triunfal: -Y por cierto, no lo hicimos tres sino cuatro veces.

América hunde el rostro en la almohada y su voz se opaca. Rodrigo le encarece que hable claro y ella grita:

-Nunca me imaginé que pasaría por una situación tan absurda, tan ridícula-. Guarda silencio y se estremece.

Rodrigo piensa que América llora. Se aproxima a ella suplicante: -No puedo verte así, cálmate... -Retrocede cuando América se incorpora. Tiene el rostro congestionado, pero no a causa del llanto sino de una hilaridad que lo alarma: -ƑQué pasa?

América agita las manos en el aire en demanda de una tregua. Cuando al fin logra controlarse murmura:

-Todo es tan cómico, tan increíblemente cómico...

-Carajo, de una vez por todas dime. No me hagas esperar más. No es justo. Tengo derecho a saber lo que sucedió anoche.

-Nada tiene que ver contigo.

-Ah sí, claro: es algo sólo entre tú y Ari-. Rodrigo camina hasta el centro de la habitación. -Podrías decirme al menos qué papelito estoy jugando. Ojalá que no sea el de imbécil.

-No compliques las cosas.

-Eres tú quien complica todo. Sería facilísimo que en vez de andar con tus misterios me dijeras qué pasó-. Rodrigo adopta una actitud paterna: -ƑPor qué te cuesta tanto trabajo?

América se revuelve en la cama y al fin se incorpora:

-Porque lo que me sucedió fue humillante, ridículo, bochornoso. ƑTe basta con eso o debo ser más explícita?

-ƑAriel te violó?

-No seas absurdo: es mi marido.

-La violación también existe dentro del matrimonio.

-ƑPodemos cambiar de tema?- América baja la voz. -Acuérdate de que jamás me meto en tu vida conyugal.

-No hace falta: te cuento todo-. Rodrigo suaviza su expresión: -Dime de una vez si en el sobre estaba una de mis cartas.

-No. Y te aseguro que a Ariel le habría preocupado menos tu carta que ver el estado de cuenta de mi tarjeta. Era lo que contenía el sobre. Aunque iba dirigido a mí, Ariel lo tomó y lo abrió.

-ƑY eso qué?

-ƑCómo qué? Te lo dije claramente: es mi tarjeta y, por si te interesa, yo la pago-. América se muerde las uñas. -Fue tan absurdo y tan peligroso, en especial cuando mencionó que lo había hecho más de una vez en una tarde. No pongas esa cara: se refería a mis compras, no a nosotros.

-šQué alivio! Espero que hayas dejado allí las cosas.

-No pude. Estaba fúrica y le reclamé: "No tienes ningún derecho de violar mi correspondencia y menos de hablarme al trabajo en un tono espantoso, como si hubieras descubierto que tengo un amante". No comentó nada. Pensé que no me había escuchado. Se lo repetí. Su contestación me hizo polvo: "ƑUn amante, tú, América? Por favor, no te hagas ilusiones.

América apenas logra concluir la frase. Llora en silencio y al cabo de unos segundos mira ansiosa a Rodrigo:

-Dime la verdad: si yo fuera tu esposa, Ƒme creerías digna de tener un amante? Contéstame, por favor; dí que me amas.