DOMINGO 3 DE DICIEMBRE DE
2000
El descontento en las calles del DF, 1992-2000
Radiografía de la protesta
Todos los gobiernos enfrentan demandas
-algunos más, otros menos- que no pueden o no quieren
resolver.
De los ciudadanos y grupos no satisfechos, muchos sufren
en silencio, por lo menos hasta la próxima
elección.
Otros protestan públicamente.
Estos no
son necesariamente los más ofendidos, sino los más
organizados
Kathleen BRUHN
No hay mal que dure 100 años, ni cuerpo [político] que lo aguante", dice el dicho. Y de hecho, la mayoría de los mexicanos decidieron en la elección del 2 de julio que el PRI ya se había convertido en un mal que no debía durar 100 años. Sin embargo, muchos de estos mismos mexicanos habían comprobado por su propia experiencia que la alternancia política, en sí, no resuelve todas las demandas sociales. Todos los gobiernos enfrentan demandas -algunos más, otros menos- que no pueden o no quieren resolver. De los ciudadanos y grupos no satisfechos, muchos sufren en silencio, por lo menos hasta la próxima elección. Otros protestan públicamente. Estos no son necesariamente los más ofendidos, sino los más organizados de los grupos populares. Al mismo tiempo, son los grupos con más poder de interlocución, de mediación, o de chantaje político (en el sentido de que pueden obligar al gobierno a responder), aparte de los partidos. Los padrones de protesta pueden, por eso, revelar una parte de la estructura del descontento; la parte más visible, con más capacidad de alterar el orden público.
Es difícil estudiar estos cambios por la falta de datos confiables y consistentes a través del tiempo. En el Distrito Federal no hay datos oficiales antes de 1997 (según fuentes del gobierno perredista); las comparaciones que demuestran una caída importante en el número de protestas en la ciudad son, por esta razón, comparaciones con el último año priísta a su disposición, 1997. Pero puede ser que 1997 no sea un año muy representativo, porque entonces ocurrió la elección federal, o por los vaivenes económicos u otras razones locales. Aparte de esto, los datos parciales de años anteriores revelan una esquema diferente de contar y categorizar las protestas (las peregrinaciones, por ejemplo, constituyen una categoría nutrida en 1994, pero sin las connotaciones políticas de lo que llamaríamos normalmente "protestas").
Una de las pocas fuentes restantes son los periódicos nacionales. A pesar de sus defectos, cubren muchos años más, y cubren por lo menos las protestas más importantes. Utilizando tres periódicos (La Jornada, Reforma y El Financiero), puede uno reducir la posibilidad de predisposiciones editoriales en la cobertura. Escogí, además, comparar el periodo del gobierno perredista (hasta junio de 2000) con el periodo 1992-1994, durante una etapa de cambio presidencial (como éste), y tiempos económicos relativamente favorables. Este análisis sugiere algunos cambios interesantes.
En primer lugar, la disminución de las protestas en el Distrito Federal es real, sobre todo si descontamos las asociadas con la huelga universitaria, un conflicto que provocó aproximadamente 13% de las protestas totales hasta junio de 2000. Es menos dramática la diferencia entre el gobierno perredista y los gobiernos priístas de los años 1992-1994 que la comparación con 1997, pero persiste.
No parece existir una sola razón que explique este cambio. Sin embargo, tenemos algunas pistas. La descentralización de la administración defeña -un cambio que empieza antes del gobierno perredista, aunque continúa bajo éste- parece tener que ver con ello. Las protestas que todavía ocurren se descentralizan también. Mientras 30% de las protestas en 1992-1993 tienen lugar frente a un edificio federal, sólo 16.5% de las realizadas en el gobierno perredista se orientan así. Esta descentralización se extiende en el caso perredista al manejo de muchas protestas. Si el gobierno de López Obrador cumple con su promesa de utilizar aún más las instancias locales, podremos verificar la eficiencia (o no) de esta estrategia.
Otra razón puede estar en un cambio importante en el tipo de demanda expresada más frecuentemente. La demanda de vivienda desciende de 15.5% de las protestas en 1992-1993 a 4.6% durante el periodo perredista; excluyendo las protestas del CGH, la vivienda provoca sólo 5% de las protestas. Parecen estar más satisfechos -y/o más desorganizados- los demandantes de vivienda. En parte, según algunas entrevistas, el gobierno perredista ha bajado el nivel de desalojos de los asentamientos irregulares, motivo de muchas protestas en el pasado. Pero en parte parece ser el resultado de la incorporación de varios representantes de los movimientos urbanos populares dentro del mismo gobierno local.
Las demandas laborales, en cambio, se han incrementado ligeramente, pero han disminuido en el sector privado y aumentado en el sector público, sobre todo las organizaciones policiacas y el Sindicato Unico de Trabajadores del Gobierno del Distrito Federal. La lectura simplista de este padrón (un complot en contra del gobierno local por parte del sindicato) puede ser parcialmente cierta, pero es demasiado fácil. Conflictos internos del mismo sindicato, dejado cada vez más a la deriva por la falta de liderazgo del mismo de parte del gobierno local, han motivado algunas protestas, al igual que movilizaciones legítimas por la defensa de los derechos laborales.
Estas primeras impresiones de la protesta bajo el gobierno perredista dejan algunas lecciones, o mejor dicho, advertencias, para el próximo gobierno local y el nuevo gobierno federal.
Primero, tus amigos seguirán protestando; pero pueden protestar un poco menos que antes. Haz muchos amigos.
Segundo, la alternancia puede causar confusión y conflicto. Queda demostrado en las protestas diversas de los sectores sindicales. Esto podría afectar a Vicente Fox aún más que al nuevo jefe de gobierno del Distrito Federal.
Finalmente, la protesta es un barómetro importante del éxito de cada gobierno en su tarea de responder a las demandas sociales, pero no es la única medida importante. Si lo fuera, Cuauhtémoc Cárdenas -y no Vicente Fox- habría ganado el Distrito Federal. El descontento del ciudadano no organizado también importa. Y a veces es más importante ganar amigos que hacer enemigos. Una acción decidida -aunque provoque una protesta- puede ser más importante en el largo plazo que la tranquilidad absoluta.