Humberto Bravo A.
Sección de Contaminación Ambiental, Centro de Ciencias de la Atmósfera, unam
Con el fin de resolver el problema ambiental de la Ciudad de México, a lo largo de los años se han aplicado varias estrategias para mejorar la calidad del aire sin que, en gran parte de los casos, se hayan fundamentado científicamente. Esto, pese a que se cuenta con suficiente información nacional e internacional con la que se hubiesen podido establecer medidas para resolver el problema de fondo, y dejar de dar aspirinas para el cáncer que sufre nuestra ciudad y nuestro país en materia ambiental. Adicionalmente, varias de las acciones establecidas han carecido del apoyo político necesario por parte de las instancias oficiales, por lo que resultan en poco o limitado beneficio, con un alto costo y rechazo por parte de la ciudadanía.
En los últimos días de la actual administración ambiental en el DF, se han mencionado, de entre numerosas propuestas, la necesidad de acabar con el "carcachismo" y la petición a Pemex de reducir el contenido de azufre en las gasolinas que se comercializan en la zona metropolitana de la Ciudad de México (zmcm). En el primer caso, el problema está asociado con la dificultad tecnológica comprensible que tienen los autos anteriores a 1993 para cumplir con normas de emisión cada vez más estrictas; mientras que en el segundo caso, la principal razón es el efecto negativo que tiene el azufre en la eficiencia de los convertidores catalíticos utilizados por los vehículos que ya cuentan con este dispositivo de control. La eliminación del carcachismo está muy ligada con el poder económico de la ciudadanía por lo que poco se puede hacer al respecto, a menos de aplicar una medida antipopular como la obligatoriedad de eliminar los modelos previos a 1993. Sin embargo, la reducción en el contenido de azufre de las gasolinas es una medida que no depende de la ciudadanía sino de las autoridades federales a través de Pemex.
La gran pregunta es por qué sólo se pide esta reducción para las gasolinas vendidas en la Ciudad de México y no se extiende para todo el país si los vehículos que ya cuentan con convertidores catalíticos se comercializan en toda la república. Además, mientras la gasolina que se utiliza en nuestra ciudad contiene aproximadamente 500 ppm de azufre, fuera de este entorno político-geográfico se alcanzan hasta 1000 ppm de azufre o más. Se debe mencionar que lo internacionalmente recomendado para la operación adecuada de automotores es de 30-40 ppm de azufre. Si se continúa con el uso de este combustible "rico" en azufre, los convertidores catalíticos de los vehículos nuevos empezarán a envenenar su sistema de conversión catalítica, y por consiguiente, cada vez será mayor el porcentaje de la flota vehicular cuyos convertidores ya no son eficientes a pesar del alto costo que representa para la población el que su vehículo cuente con estos dispositivos.
El origen del problema de contaminación atmosférica está plenamente identificado desde hace 30 años. Durante este periodo se han copiado numerosas alternativas de solución. Por ejemplo, se han dictado acciones para reducir y eliminar el tetraetilo de plomo de las gasolinas y reducir el uso de combustóleo con alto contenido de azufre en termoeléctricas e industria mayor. No obstante, han surgido graves efectos laterales que han dado a la zmcm una medalla de oro, primer lugar en contaminación fotoquímica (ozono) y medalla de bronce en partículas suspendidas PM10, de acuerdo a calificaciones de la Organización Mundial de la Salud. Las lamentaciones podemos hacerlas y elevarlas en la pirámide de Cuicuilco, pero lo urgente es buscar soluciones a fondo con fundamento científico y una adecuada instrumentación política, cultural y económica para dar la fuerza y efectividad necesaria a las acciones que pretende desarrollar la Secretaría del Medio Ambiente del Distrito Federal, y así evitar la difusión de propaganda por televisión en la que se sigue diciendo que la reforestación ha ayudado a la disminución de la contaminación del aire. En otras palabras, se debe creer en las investigaciones que se realizan en nuestras universidades y no buscar únicamente la opinión de grupos nacionales comprometidos con el gobierno federal, o de firmas internacionales que bajo el pretexto de ofrecer donativos para "investigación" sólo buscan su beneficio económico.
Por ejemplo, en 1991 el grupo de la Sección de Contaminación Ambiental del Centro de Ciencias de la Atmósfera de la unam, demostró que el uso de MTBE en las gasolinas usadas en la zmcm condujo a un incremento de iso-buteno y formaldehído (compuestos con una alta reactividad en la atmósfera), con un consecuente incremento en la actividad fotoquímica. Sin embargo, a lo largo de estos años estos resultados fueron ignorados por los tomadores de decisiones federales en materia ambiental. No es sino hasta que investigadores internacionales traídos a México para estudiar este problema, retoman esta experiencia y reconocen que ya había sido identificado (J. S. Gaffney, et al., Journal Atmospheric Enviroment (33 (1999) 5003-5012).
Esta misma Sección de Contaminación Ambiental también ha señalado desde el principio de la década de los noventa, que el uso de MTBE y de gasolinas reformuladas en vehículos sin convertidor catalítico, conduce a una mayor emisión de hidrocarburos reactivos en la atmósfera los cuales son precursores, junto con los óxidos de nitrógeno, de la formación de ozono. Como el lector lo puede fácilmente anticipar, estos hallazgos tampoco han sido tomados en cuenta. Quizás lo hagan cuando un extranjero venga a nuestra ciudad y confirme lo que hace años se tiene comprobado.
Esto nos conduce a señalar que hay estrategias de control que pueden funcionar en México, pero tanto las normas de emisión como las normas de calidad de los combustibles deben ajustarse a nuestras realidades tecnológicas, políticas, culturales, económicas y educativas para que sean efectivas. No es sólo copiar la metodología de otros países, sino considerar holísticamente el problema para así tener una solución más acertada. Sabemos que no hay solución total, pero no se debe caer en pseudosoluciones que acarrearán problemas futuros.
Por otro lado, Ƒpor qué preparamos personal altamente calificado en centros de educación superior en la materia ambiental, si cuando estas personas concluyan su capacitación van a tener que jugar el papel de comparsa de los "todólogos", políticos y arribistas del tema ambiental?
La experiencia nacional indica que es difícil de asimilar lo que se enseña o que se debe enseñar en las primeras clases de un posgrado en ingeniería ambiental o en las diversas áreas afines que tienen relación con el medio ambiente. Sin embargo, lo esencial es identificar el problema, es decir conocer su historia clínica, su origen, su evolución, su cuantificación y sus alternativas de solución. Esto podría resumirse en un sencillo diagrama secuencial de bloques con retroalimentación, pero que parece no ser fácil de digerir por quienes planean la política ambiental de la Ciudad de México y el país en general. Ojalá el futuro no siga siendo así.