JUEVES 7 DE DICIEMBRE DE 2000
Ť Adolfo Sánchez Rebolledo Ť
Fox presidente
ƑQué define el primer día del gobierno de Vicente Fox? ƑAcaso la visita a la Basílica de Guadalupe donde oró arrodillado ante el altar de la Virgen y las cámaras de televisión? ƑEl tono conciliador y anuente de su primer discurso dicho ya con la banda presidencial en el pecho o el crucifijo de madera, que una vez más reitera vocaciones familiares y destinos ejemplares? ƑCuál será el leit motiv del gobierno que comienza? ƑLa insistencia providencial en los pobres y marginales o la obsesión gerencial que marca su visión del futuro? ƑEl mensaje a los zapatistas que reivindica a la Cocopa y da la espalda a Zedillo o el afán antisolemne que rompe protocolos y ensaya un nuevo populismo sobre los ríos abiertos bajo el influjo papal y su carisma? En estos iniciales y un poco desbocados días, la verdad es que Vicente Fox ha querido darle satisfacción a casi todos, procurando fijar las diferencias y un estilo propio, capaz de trasmitir el sentido del cambio que se ha propuesto realizar. Y vaya que, con la ayuda de los medios, lo ha conseguido.
Fox tendió un puente al resto de los partidos para inaugurar un periodo de encuentros y convergencias democráticas bajo el signo del diálogo ("gobernar es dialogar") y ofreció a la sociedad trabajar para disminuir la pobreza y la impunidad en un clima de creciente desigualdad ("México ya no quiere ni puede sobrevivir entre islas de riqueza y rodeado por mares de miseria"). El discurso del primero de diciembre logró resumir las promesas de campaña en siete importantes propuestas de reforma y, aunque el Presidente apenas esbozó las líneas generales de su programa, expresó vivamente la voluntad de mejorar el gobierno y, en general, la vida política nacional. Muy importante fue el llamado al EZLN, cuya respuesta puntual y condicionada abre una puerta al diálogo y, con ello, la posibilidad de arribar a una solución política al conflicto.
Algunos temas capitales se quedaron, sin embargo, esperando mejores y más concluyentes definiciones. El Presidente fue a la Basílica rompiendo "paradigmas, inercias y atavismos", pero en su discurso se refirió al laicismo en forma convencional mediante un compromiso retórico, sin aclarar cuál será su postura ante el tema de la libertad religiosa tal y como lo vienen planteando, desde el hervor de la caldera católica, los jerarcas de la Iglesia que aspiran a un cambio en este asunto.
Sorprende en otra perspectiva que, no obstante el interés presidencial por la reforma del Estado, se dejara en la penumbra de las frases generales la discusión sobre el futuro del régimen político ("la alternancia no va a cerrar por sí sola el proceso de transición") y la conveniencia o no de una nueva Constitución ("la Constitución que nos rige ha sido excesivamente deformada. Necesitamos reconstruir el consenso nacional de largo plazo en torno a una ley suprema, acorde con nuestras mejores tradiciones y con los requerimientos del siglo XXI").
Hubiera sido saludable que, al lado de expresiones positivas ("el Presidente propone, el Congreso dispone") y el reconocimiento de la pluralidad como un activo nacional, el Presidente adelantara en este su primer planteamiento sus ideas sobre el "cierre" de la transición y las instituciones que faltan para arribar a la democracia plena... ("lo que está en juego en los próximos años no es sólo el cambio de un partido en el poder") Como quiera que sea, el discurso de toma de posesión abrió un abanico de promesas y compromisos que la sociedad y los partidos tendrán que valorar para empujar el cambio en un sentido democrático.
Vicente Fox tendrá que ser juzgado desde ahora por sus actos de gobierno conforme a los méritos de cada uno de ellos. Es mucho el camino que falta para lograr que México sea un país menos desigual e injusto. La oposición tendrá la doble tarea de impulsar los cambios ejerciendo la crítica, sin sectarismo pero sin concesiones complacientes al poder presidencial. Sólo así sabremos de qué madera están hechos los nuevos paradigmas que Vicente Fox quiere establecer.