DOMINGO 10 DE DICIEMBRE DE 2000

MAR DE HISTORIAS

La imitadora de voces

Ť Cristina Pacheco Ť

 

Eva toma un último sorbo de café. Asienta la taza con energía, confiada en que el golpe sacará a Magali de su ensimismamiento. Pero la niña sigue cabizbaja, mordiéndose los labios.

-Deja de hacer eso, se te van a partir.

Eva teme haber empleado un tono demasiado brusco: -No lo dije para molestarte. Es que si por el frío te muerdes los labios luego te sangran.

Magali levanta la cabeza y, con aire incrédulo, ausculta el rostro de la conserje. Eva le sonríe y trata de ser dulce:

-ƑEstás triste porque se fueron tus compañeras?

Magali desvía la mirada, pero Eva alcanza a advertir el brillo de una lágrima en sus ojos.

-Yo también las extraño, aunque les haya dicho que me alegraba de que salieran de vacaciones porque así me dejarían descansar.

Eva se vuelve hacia el reloj:

-El tiempo vuela. Cuando menos lo pienses estarán de regreso.

Magali alza los hombros, como si no le importara lo que acaba de oír. Eva ladea la cabeza:

-Eres tan terca como yo.

Su tono se vuelve más remoto: -Cada vez que uno de mis hermanos se iba me entraba una tristeza muy grande. Mi mamá, para consolarme, decía: "No te preocupes. No tardarán en volver".

Magali abre la boca sin decir dice nada. Eva interpreta su silencio:

-ƑQue si volvieron? No, ninguno de los siete.

Eva cierra los ojos y pronuncia, como si los leyera, los nombres de sus hermanos: Genaro, Daniel, Joaquín, Marcos, Fernando, Pedro, Ricardo. ƑDónde estarán?

Magali se vuelve hacia la ventana de vidrios opacos y mira hacia el patio desierto. Eva comprende que ha inquietado a la niña y adopta un tono juvenil:

-Pero tú no te preocupes. Tus compañeras volverán contentas y nos platicarán muchas cosas bonitas.

Eva espera algún comentario de Magli; la niña se mantiene silenciosa.

-No te gusta hablar Ƒverdad? ƑPor qué?

Magali mueve la cabeza para negar de una manera rotunda.

Eva encuentra la respuesta: la condición intolerable en que Magali entró en el internado, y prefiere huir del recuerdo.

-A mí tampoco me gustaba hablar, pero todo el tiempo tenía que hacerlo porque si no, mi mamá se imaginaba que yo también la había dejado sola. ƑTe imaginas lo que era eso?

Con un parpadeo, Magali expresa su desconcierto.

-Desde la mañana hasta la noche estaba obligada a hablar muy fuerte, sobre todo cuando mi mamacita empezó a perder el oído. Entonces me dio por hacer una maldad.

Eva inclina la cabeza y con gesto travieso dice:

-A que no te la imaginas.

Magali sonríe por primera vez y niega tímidamente.

-En la noche, después de horas y horas de hablar, ya no decía palabras, nada más sílabas. ƑSabes lo que son, verdad?

La sonrisa de Magali se acentúa: -Por fortuna nadie me oyó repetir "me-me-me-me" o "pla-pla-pla". Habría pensado: "Esta niña está muy mal, hay que llevarla a un loquero".

Magali recobra el gesto adusto. Eva piensa que tal vez Magali haya escuchado esa misma expresión en labios de los vecinos que, al oír sus gritos y descubrirla con las manos quemadas por su madre, la llevaron al hospital.

-ƑTe parece muy feo lo que te estoy contando? A mí sí, un poquito. Mejor te platico otra cosa.

Eva guarda silencio mientras busca en su memoria algún capítulo de su vida que pueda divertir a Magali. Cuando lo encuentra sus ojos se abrillantan: -Ya te dije que todos mis hermanos se fueron de la casa. Al cabo del tiempo mi madre perdió las esperanzas de volver a verlos. Eso la hacía sufrir mucho y más cuando, por la diabetes, perdió la vista. Entonces se me ocurrió una cosa para hacerle menos triste la situación: fingir voces.

Magali abre los ojos desmesuradamente y en sus labios aparece otra vez la expresión incrédula: -A lo mejor hice mal, pero no me quedaba otro remedio si quería ver más tranquila a mi mamacita.

Eva cierra los ojos: -Pasó muchos meses en cama, llorando, pidiéndole a Dios que por lo menos uno de sus hijos regresara. Por eso se me ocurrió fingir la voz de Pedro.

Magali se echa atrás en la silla cuando Eva se pone de pie y habla en tono masculino:

-"Jefecita, Ƒqué dijo? Ese ya no regresa. Pues se equivocó. Aquí me tiene para demostrarle que cumplí mi promesa. Más vale tarde que nunca".

Eva jadea, como si la breve actuación la hubiese agotado; aspira una bocanada de aire y recupera su voz: -Luego me convertí en Daniel: "Mamá, disculpe que no haya podido venir a visitarla, pero es que en el seminario nos piden que estemos en completo aislamiento".

Magali se muerde los nudillos para contener la risa. Eva se siente estimulada y sigue su relato:

-A pesar de mis esfuerzos me ganaba la risa, como a ti ahorita.

Eva contempla a la niña:

-Cuánto hubiera dado por tener una cámara y tomarte una foto para que comprobaras lo preciosa que te ves cuando te alegras.

Magali se frota los labios como si quisiera limpiarlos. Ese movimiento le recuerda a Eva lo que dijo la vecina que rescató a la niña:

"La primera vez que oí a su madre gritarle: ƑDe qué te ríes, infeliz escuincla? ƑDe mí? Pues toma para que se te quite, pensé en interceder por la Magali. Mi esposo prohibió que me metiera. Ahora lamento haberle hecho caso. Debí denunciar a la vieja esa antes de que le hiciera lo que le hizo a su propia hija: quemarle las manos con la plancha, y todo porque la muchachita le agarró cinco pesos".

-Ya te pusiste triste de nuevo y eso no me gusta. Mejor te sigo contando mis locuras.

Eva hace un balance del relato y continúa:

-Muchas veces, cuando me pongo a pensar cómo engañé a la pobre de mi mamacita fingiendo las voces de mis hermanos, me entran remordimientos; pero se me quitan cuando comprendo que gracias a eso ella pasó tranquila sus últimos días.

El gesto de interés de Magali obliga a proseguir a Eva:

-La hice muy feliz, tanto que dejó de preocuparle que yo la abandonara. Me di cuenta desde el momento en dejó de exigirme que hablara. ƑCreerás que fue un descanso? No, más bien sentí feo. Me pareció que sólo me tomaba en cuenta mientras mis hermanos estaban lejos. Y entonces hice una cosa muy mala.

Eva se persigna.

-Si por algo voy a condenarme, será por eso.

El rostro de Magali se altera, como si la aquejara un dolor. Eva comprende que, sin proponérselo, acaba de recordarle a la niña el último encuentro con su madre. Ella misma cree escuchar los gritos de la mujer suplicando:

"Magali, por lo que más quieras, habla, dime que me perdonas". Magali no abrió los labios, ni siquiera levantó la cabeza cuando su madre, en compañía de dos custodios, se alejó gritando: "Por lo que acabas de hacerme, te vas a condenar, te juro que te vas a condenar".

-A lo mejor no. Espero que Dios entienda por qué fui capaz de hacerle a mi mamá lo que le hice: cuando se dio cuenta de que llegaba el fin, se inquietó porque Genaro, el predilecto entre todos sus hijos, no regresaba. Llorando, la pobrecita me decía: "Oírlo es lo único que necesito para morirme tranquila. Ya lo demás no me importa". En aquellos momentos pude imitar la voz de Genaro, como había hecho con la de mis otros hermanos, pero no lo hice. No sé por qué. ƑLo sabes tú?

Magali se muerde los labios Y aparece una marca roja. Sonríe y sus ojos se iluminan con un brillo que hace estremecer a Eva.