LUNES 11 DE DICIEMBRE DE 2000
Ť Son hijos de comerciantes, en su mayoría; desconfianza y recelo de padres
Buscan salvar del riesgo de calle a niños de Indios Verdes
Susana González G. Ť No son niños en situación de calle pero están "en riesgo" de serlo por las condiciones de precariedad en que viven: son los hijos o empleados de los casi 600 comerciantes ambulantes que se asientan en el paradero de la estación Indios Verdes del Metro.
Aproximadamente suman mil 200 menores entre los 4 y 17 años de edad que pasan hasta diez horas en los andenes, entre camiones, peseras y los miles de usuarios que diariamente transitan por esa zona, según cálculos de Ednica (Educación con el Niño Callejero), una institución de asistencia privada que desde hace casi tres años realiza trabajo preventivo con los menores de ese paradero.
La mayoría vive aún con sus padres o alguno de ellos y asiste a la escuela, pero dada la violencia y precariedad del entorno donde se desenvuelven son considerados como "niños en riesgo" que puedan optar por abandonar los estudios y la casa, advierte Diana Alvarez , una de las coordinadoras del equipo de educadores de calle que Ednica ha desplazado por esa zona.
Toño, por ejemplo, tiene 9 años y dos hermanas adolescentes, sale desde las diez de la mañana de su casa para acompañar y ayudar a su madre en el puesto de dulces que tiene en el paradero. Va a la primaria Presidente Pascual Ortiz Rubio, a unas cuadras del Metro, y regresa cuando terminan las clases. "Luego, en la noche, ya nos vamos y llegamos a la casa como a las doce. šNo está lejos, nos vamos en camión!".
Expulsor de niños
Liliana García Ramírez, de 12 años, ya se hace cargo del puesto de dulces y peluches de sus abuelos cuando ellos van a comprar la mercancía. Explica que vive con sus abuelos maternos desde que tenía 40 días de nacida, "porque mi mamá les dijo que me iba a dejar en una guardería para ponerse a trabajar y mi abuelita no quiso, pero desde entonces me quedé con ella. Mi mamá también vende y con ella viven mis otros cinco hermanos".
Ubicado en el norte del Distrito Federal, en los límites entre la delegación Gustavo A. Madero y los municipios mexiquenses de Tlalnepantla y Ecatepec, Diana Alvarez considera que el paradero de Indios Verdes "es el principal expulsor de niños" de esa zona de la ciudad.
Refiere que "muchos de los menores en situación de calle con los que actualmente trabajamos algún tiempo trabajaron ahí, lo que significa que el salto del paradero a la calle es muy pequeño, casi mínimo".
Entre la desconfianza y recelo de los comerciantes y los mismos niños, Ednica apenas ha podido establecer contacto con apenas un centenar de niños del paradero, lo que representa menos de 10 por ciento de la población infantil de Indios Verdes, en tres grupos: el más numeroso es el de niños de 6 a 12 años; de 4 a 6 años y un tercero, el más reducido, destinado a los adolescentes.
Pero de ellos apenas la mitad participa de manera más o menos constante en los talleres y cursos impartidos diariamente por los educadores de calle en un parque cercano al paradero y que van desde ayudarlos a regularizarse en la escuela, instruirlos en sus derechos humanos y sobre su salud hasta ofrecerles alternativas recreativas y ampliarles sus expectativas de vida más allá del paradero.
Y es que, de acuerdo con Alvarez, cuando a los niños del paradero se les preguntaba qué deseaban ser de grandes sólo atinaban a responder: "voy a ser vendedor como mi papá y como se saben niños trabajadores que ayudan a sus familias se sienten sin derecho a tener un descanso o divertirse".
"Me aburría de los Indios Verdes, por eso vine aquí, porque además me dijeron que había excursiones", dice Armando Cárdenas Villagómez, de 8 años de edad y quien junto con más de 20 niños participa cada sábado en el taller de periodismo de Ednica, a cargo de Claudia Adeadh, y cuyos resultados se han concretado en la edición del tercer número de una revista llamada Sábado 18.
Aun cuando los comerciantes hayan accedido a permitir que sus hijos acudan a los cursos de Ednica, la desconfianza ha resurgido con mayor fuerza en algunos casos una vez que los padres notan cambios en el comportamiento de los menores, sobre todo cuando éstos les hablan de derechos humanos, por lo que los educadores también han tenido que trabajar con los familiares.
Y la mayor resistencia proviene, asegura Alvarez, de aquellos vendedores que tienen a niños y adolescentes como encargados de sus puestos: "los patrones dejan ir a sus hijos a los talleres, pero no a sus empleados y yo me atrevería a decir que 50 por ciento de los vendedores contrata a niños en sus puestos o son los adolescentes, los cacharpines o cacharpos, que son quienes gritan las rutas, lavan los micros y cobran el pasaje".
"Ese es el sector al que más trabajo nos ha costado acercarnos porque sus patrones no les dan permiso", manifiesta la socióloga. Claudia Adeadh, por su parte, señala que Ednica también trabaja con niños en situación de calle de esa misma zona, pero en grupos diferenciados de aquellos considerados como "en riesgo" por la institución.
--ƑPor qué?
--Ha sido una condición marcada por los mismos padres para dejar a los niños participar en los cursos. No quieren que sus hijos se mezclen con "los callejeros" e incluso tampoco les gusta que a sus hijos se les considere como niños "en riesgo".