OSCAR ESPINOSA, EXTRADITABLE
La detención de Oscar Espinosa Villarreal ayer por
la mañana, en Managua, a raíz de un pedido formulado por
el gobierno mexicano al nicaragüense, con miras a la extradición
del ex regente capitalino, puede ser el inicio de una amplia tarea de esclarecimiento
de la corrupción a lo largo del sexenio pasado y de procuración
e impartición de justicia para quienes se apoderaron indebidamente
de fondos públicos o amasaron fortunas al amparo de cargos públicos.
Espinosa es posiblemente el ejemplo más conocido
de los ex funcionarios zedillistas bajo sospecha, pero dista de ser el
único. En el gobierno 1994-2000, y pese a los ofrecimientos iniciales
de combatir el aprovechamiento de recursos públicos para provecho
privado de los funcionarios, fueron evidentes los altos niveles de corrupción
en las dependencias federales; así lo reflejan los informes correspondientes
a ese periodo de la organización Transparencia Internacional, en
donde México aparece en un sitial de vergüenza entre las naciones
más corruptas.
Ciertamente, en el sexenio pasado se buscó legalizar
los desfalcos más escandalosos y evidentes, empezando por el turbio
rescate bancario regularizado por los legisladores del PRI y del PAN; los
aguinaldos de 700 mil pesos del propio Espinosa, o las jubilaciones prematuras
y astronómicas que se les concedió en Nafin al ex regente
y al ex secretario de Hacienda, José Angel Gurría, fueron
presentados a la opinión pública como medidas apegadas a
derecho, sin importar que resultaran profundamente inmorales y escandalosas
en el contexto de la miseria generada por el equipo gobernante del que
ambos formaban parte. Pero es inevitable suponer que no todas las apropiaciones
privadas de fondos públicos realizadas en la administración
anterior se realizaron al amparo de coartadas legales como las referidas,
y es obligado, en consecuencia, revisar con lupa y al detalle los manejos
del erario a lo largo de esos seis años.
Volviendo al ex funcionario mexicano detenido ayer en
Managua, cabe recordar que enfrenta acusaciones de la Procuraduría
de Justicia capitalina (PGJDF) por el desvío de 420 millones de
pesos cuando era regente capitalino, pero la Procuraduría General
de la República (PGR) nunca investigó, en tiempos de Zedillo,
la trayectoria de Espinosa como ex director de Nafin y como ex tesorero
del PRI. Hoy es urgente y necesario que se indague en esas etapas del ex
funcionario para que, de encontrarse irregularidades también en
su paso por esos puestos, se integren las imputaciones correspondientes
en el pedido de extradición.
Por otra parte, es claro que el ex presidente Zedillo
debiera dar una explicación a la sociedad sobre su empeño
en mantener a Espinosa en un cargo que le otorgaba fuero ante las investigaciones
de la PGJDF; en tanto no lo haga, resultará, a ojos de esa misma
sociedad, sospechoso de encubrimiento.
Cabe esperar, finalmente, que el episodio del último
regente de la capital no sea instrumentado, por el gobierno actual, como
un espectáculo para atemperar el clamor ciudadano de transparencia
y combate a la impunidad. Porque la extendida y fundada sospecha es que
los dineros presuntamente malversados por Espinosa son sólo un botón
de muestra, la punta de un iceberg de corrupción que debe ser extirpado. |