Ť Mañana estreno mundial en el Teatro Chatelet de París
El niño, de John Adams, es la última ópera del siglo 20
Ť Incluye la poesía de Rosario Castellanos, Sor Juana, Gabriela Mistral y Von Bingen
Ť Vivimos en una sociedad multilingüe, valora el compositor estadunidense
Pablo Espinosa Ť La última ópera del siglo XX será estrenada este viernes en París. Fue escrita por el compositor estadunidense John Adams, su título original está en español: El niño, debido a que la espina dorsal de su libreto es la poesía de las escritoras mexicanas Rosario Castellanos y Sor Juana Inés de la Cruz, además de la chilena Gabriela Mistral y de la alemana Hildegaard von Bingen.
Este estreno mundial ocurrirá la noche del 15 de diciembre en el Teatro Chatelet de la Ciudad Luz, donde se representará en breve temporada que habrá de concluir la víspera de Navidad.
El subtítulo de esta ópera sí está en inglés: A Nativity Oratorio (Un oratorio de Navidad) y obedece a la decisión del compositor de no denominar abiertamente ópera a este su tercer trabajo musico-escénico al alimón con el más importante director de escena operística en el mundo: Peter Sellars, con quien Adams escribió el libreto de El niño.
Músico otrora minimalista
La pareja artística Adams-Sellars, por cierto, tiene un equivalente notable en la supremacía actual del mundo operístico de vanguardia: Philip Glass-Bob Wilson.
Es la última ópera del siglo porque existe la certeza de que ninguna otra casa de ópera en el mundo tiene programado el estreno de alguna otra partitura operística después de la de Adams y antes de que inicie el próximo siglo, es decir que entre el 23 y el 31 de diciembre de 2000 no acontecerá otro suceso que desplace a El niño del lugar que le corresponde: la última ópera del siglo y del milenio, de acuerdo con el calendario real, globalifóbico y contrario al almanaque que el año pasado hizo creer y decir a medio mundo que el siglo veinte había terminado ya, cuando de lo que se trató no fue otra cosa que uno de los mecanismos eficaces del capitalismo feroz: poner en movimiento frenético el mercado, el consumo, la fiebre del oro (a comprar, a comprar, que el mundo se va a acabar).
John Adams, quien es uno de los compositores más sorprendentes, eficaces, definitivos del fin de siglo, prefiere no llamar ópera a su nueva partitura escénica. Se trata, dice, de ''un Oratorio sobre la Navidad vista a través de la sensibilidad de las mujeres escritoras y de expresión hispánica, por ello se le dio el título en español de El niño", según explicó recientemente en París el autor a la agencia Afp.
Una parte considerable del libreto de esta ópera, explica Adams, está escrita en español, ''el idioma que habla una parte de la población de California, donde vivo en la actualidad, y sucede esto pese a ciertos políticos que quisieran consagrar el uso exclusivo del inglés. La realidad es que vivimos en una sociedad prodigiosamente multilingüe".
Ataja John Adams cualquier intento de apropiamiento religioso, pues en esta obra aborda el tema del nacimiento de Jesús, pero no desde el punto de vista teológico. Aclara: ''Quise crear una atmósfera de cuento de hadas, mantener una cualidad de inocencia, de simplicidad, de sinceridad". Se trata de un gesto artístico ?así sea una obra de dimensiones estéticas enormes? semejante a cuando ''uno cuenta un cuento a los niños".
Esta nueva ópera de John Adams requiere de tres cantantes solistas, que en este caso serán la soprano Dawn Upshaw, la mezzosoprano Lorraine Hunt y el bajo-barítono Michael Shumacher. También está escrita para tres masas corales en escena. En el estreno cumplirán estas partes tres coros: Theatre of voices, London voices y Maitrise de Paris. Kent Nagano, quien está a la batuta en algunas de las grabaciones discográficas de las obras de Adams, estará en el foso de la orquesta, dirigiendo a la Deutsches Symphonie Orchester de Berlín.
La puesta en escena, a cargo de Peter Sellars, incluye recursos multimedia, entre ellos el video y acciones coreográficas. Materializará así Sellars el objetivo de John Adams, que consiste en "preservar la multiplicidad de puntos de vista buscados a través de la selección de los textos, con una Virgen María de 16 años de edad que se expresa 40 años más tarde, cantando tanto en lenguas antiguas como actuales".
John Adams es apenas conocido en México, a pesar de que circulan con fluidez grabaciones en disco compacto con casi la totalidad de su obra. El más reciente es un prodigio: Harmonium/ The Klinghoffer choruses (Nonesuch/ Warner, sello en el que se consiguen en México la mayoría de sus grabaciones) ejemplifica los efectos devastadores de la música de Adams, otrora reducido al designio de su primera etapa creativa: el minimalismo, asociado entonces con otros autores célebres entre el público joven y de oídos y entendederas abiertos: Steve Reich, Philip Glass, Terry Riley.
En efecto, son completamente minimalistas las obras tempranas de este autor nacido hace 53 años (el 15 de febrero cumplirá 54) en Worcester, Massachusetts y radicado en San Francisco, de donde es originario ?no es tan fortuito-- el Kronos Quartet y toda una generación de renovadores del arte de la música en nuestro siglo, entre ellos el compositor, también genial, Lou Harrison.
Partituras de honda raigambre
La primera obra minimal que escuchó John Adams fue en 1970, pero el enamoramiento sólo le duró un decenio, pues a principios de 1980 ironizaba: ''Soy un minimalista aburrido del minimalismo".
En realidad, los alcances estéticos de este autor van mucho más lejos. En primer lugar, responde con creces al título de uno de los herederos directos de John Cage (1912-1992), el más grande autor estadunidense, y entre los titanes del mundo, en el siglo veinte. No sólo los procedimientos composicionales, también la vocación: al igual que Cage, John Adams es un pensador. Su trabajo como teórico musical lo completa con el ejercicio de la escritura acerca del arte de la música, así como su participación directa en los acontecimientos de la vida social.
Esos atributos explican la honda raigambre de las partituras de Adams, liberadas de la asociación de ideas con el minimalismo y untadas a los aires antiguos por igual que a los vientos de cambio. Su obra es un sistema alquímico hipermoderno de vasos comunicantes.
Así, en Short Ride in a Fast Machine se escuchan los ecos de Aron Copland, por igual que Christian Zeal and Activity acusa el éxtasis de un adagio mahleriano, o bien su prodigiosa pieza Harmonium mira de frente La pasión según San Mateo, de Bach, y su extasiada Harmonilehere rinde homenaje a Arnold Schoenberg al mismo tiempo que bebe del Santo Grial, haciendo un guiño al Parsifal de Wagner, o bien su concierto para piano, Century Rolls, es también una evocación/prospectiva de los pianos mecánicos (por supuesto que hace genuflexión Adams frente al gigante Conlon Nancarrow) y una celebración del bebop en piano.
Músico de culto, pero músico popular al mismo tiempo, el genio y la figura de John Adams crecerán como la espuma. Sus dos óperas anteriores tienen temas abiertamente políticos: Nixon en China y la más reciente, La muerte de Klinghoffer, donde aborda el conflicto palestino. Siempre ha recurrido a poetas capitales: John Donne, Emily Dickinson entre ellos. Ahora recurre a textos en español, de Rosario Castellanos, Sor Juana y Gabriela Mistral, para la última ópera del siglo XX: El niño, que se estrena este viernes en París.