VIERNES 15 DE DICIEMBRE DE 2000
Ť Luis Javier Garrido Ť
La connivencia
El fin del régimen priísta, decidido por Carlos Salinas, impulsado por Ernesto Zedillo y culminado por Vicente Fox, no está llevando a México a un régimen democrático sino a otra forma de autoritarismo que no augura ninguna salida para el país.
1. La paradoja que están viviendo los mexicanos es que el final del régimen del PRI no está siendo el principio de un régimen democrático ni ha abierto la vía a un gobierno con políticas distintas a las de las últimas administraciones priístas, y esta situación está apareciendo con gran rapidez, haciendo ver a muchos cuán distante se halla en México el verdadero cambio. "La democracia" no puede reducirse a la simple alternancia en los cargos públicos de funcionarios que si bien pertenecen a diversos partidos aplican las mismas políticas y para colmo tienen prácticas políticas similares, y eso es lo que está pasando en el México de finales del siglo XX.
2. El signo característico de estas primeras semanas de un gobierno que formalmente es "no priísta", aunque se hallen en él en puestos claves prominentes miembros del PRI, lo constituye, sin lugar a dudas, la confusión: la confusión de los principales funcionarios del nuevo régimen que no parecen saber a dónde quieren llevar al país ni cómo hacerlo; la confusión de los miembros de los partidos que al haber puesto por delante su pragmatismo neoliberal no dan muestras de entender qué principios están defendiendo ni con cuáles formaciones políticas deben aliarse, y la confusión, en fin, de la ciudadanía que el 2 de julio quiso echar al PRI al basurero de la historia, y que por lo mismo no entiende por qué las cosas no están cambiando y no hay signos de que vayan a cambiar en un futuro inmediato.
3. Vicente Fox se presentó a lo largo de su campaña electoral como un líder que iba a reformar las políticas económicas oficiales y a desmantelar los aparatos priístas de control y de dominación, pero hasta ahora con su proyecto de presupuesto y su iniciativa de Ley de Ingresos no está anunciando más que una prosecución de los mismos programas monetaristas de Salinas y de Zedillo, de la misma manera que con sus declaraciones no parece tener tampoco un planteamiento para terminar con todo lo que sustentó en el pasado la dominación del PRI, y está dando evidencias, por el contrario, de buscar el respaldo para sus políticas no sólo de parte de los intereses económicos tradicionales sino de los propios priístas y de los tradicionales aparatos de dominación del "sistema": sindicatos, medios masivos, burócratas y fuerzas armadas.
4. La consecuencia es, por lo mismo, no sólo que los intereses económicos dominantes en el nuevo régimen siguen siendo los mismos que prevalecieron durante el salinismo y que hubieran continuado dominando de triunfar el PRI o el PRD, sino que las prácticas políticas lejos de dignificarse continúan envileciéndose, evidenciándose la "crisis moral" que hay en la burocracia gobernante, más allá de sus filiaciones. El "nuevo régimen" se está pareciendo mucho al antiguo porque el sistema de poder es el mismo, aunque se presente legitimado en las urnas y con un rostro democrático del cual carecía el anterior.
5. El escenario político es, de tal manera, de una enorme confusión, y si por un lado el presidente Fox ha decidido mantener los rituales del "sistema" y presidir reuniones de organizaciones sindicales y de entidades civiles, como en la época del presidencialismo priísta, por el otro los partidos, argumentando que ya se está en otro estadio del desarrollo político del país, parecen hundirse en una indefinición ante las grandes cuestiones nacionales, mientras sus dirigentes se hallan por completo divididos en torno a las políticas a seguir en el voto legislativo y sobre su participación o no en el nuevo gobierno, cuestión que se creía ya zanjada, anteponiendo siempre a cualquier supuesto principio los intereses personales o de facción.
6. ƑA quién puede sorprenderle por lo mismo que las finanzas del país estén en manos de salinistas, que Ricardo Pascoe, cercano colaborador de Cuauhtémoc Cárdenas, vaya a ser el embajador de Fox ante el gobierno cubano, o que los priístas respalden de manera entusiasta a López Obrador en el Distrito Federal? ƑO que al no poder alcanzar acuerdos con los partidos y con otras organizaciones, el nuevo gobierno no tenga más arma que la de la coptación de sus dirigentes?
7. En el gabinete hay políticos de todas las filiaciones partidistas, pero éstos no se hallan unidos en torno a un programa político y económico claro o a un proyecto de transición política, sino a las simples ambiciones personales de sus miembros, y esto no es garantía de nada para el país. Muy difícilmente los nuevos secretarios de Estado podrían expresar en términos coherentes sus opciones "de cambio", y por una razón sencilla: la mayoría desconoce lo que está pasando en el país.
8. Los mecanismos del "sistema" siguen tan vigentes como en el pasado, porque rebasan por mucho el aparato priísta, y no se van a desmantelar por sí solos, por el hecho de que el PRI haya perdido la Presidencia de la República o la mayoría absoluta en las Cámaras, y ni siquiera porque éste desaparezca como partido. La cultura y las prácticas del priísmo permearon a los partidos de oposición pero también a amplios sectores de la sociedad civil: están ahí y es una tarea de la sociedad el librarse de ellos: el abrir vías democráticas en cada espacio propio.
9. El nuevo gobierno se parece también a sus predecesores en que no concibe a los acuerdos políticos más que en función de los partidos y desdeña a la sociedad que se expresa por otras vías y que está empezando a entender que desde el escenario de los partidos políticos no se pueden cambiar las cosas, pues el neoliberalismo ha hecho de estos uno de sus "candados de seguridad".
10. El futuro inmediato de México dependerá de eso y sólo de eso: de que la sociedad civil sea capaz de resistir a las nuevas políticas y de impulsar los cambios que no pueden venir desde arriba.