¿LA FIESTA EN PAZ?
Los amatos, o cómo hacerse patos
Leonardo Páez Ť Incontenibles en su sueño guajiro de que el nuevo gobierno de la Ciudad de México les apruebe unas vitriólicas Normas Taurinas para el Distrito Federal, en contraposición al nunca observado pero siempre satanizado Reglamento Taurino para el DF, publicado en la Gaceta Oficial del Distrito Federal el 20 de mayo de 1997, los amatos o miembros de la AMAT ?Asociación Mexicana de Agrupaciones Taurinas, empresarios, ganaderos, matadores y subalternos? insisten en anteponer, como tantos otros gremios, la ambigüedad a la responsabilidad.
Si no es que ya lo hizo, falta nomás que Andrés Manuel López Obrador les tome la medida a estos neoliberales metidos a falsos promotores del espectáculo taurino para que la nueva administración se avoque a la tarea de analizar, sopesar y, en su caso, aprobar la propuesta de modificación al pisoteado reglamento hecha oportunamente por la Comisión Taurina del DF.
¿Por qué falsos promotores?
Porque en siete largos años de hacer como que hacen una labor profesional en pro del espectáculo taurino, lo único que de verdad han hecho es degradar la tradición taurina de México a su mínima expresión y a su máximo nivel de dependencia con respecto a España.
¿Por qué ambigüedad?
Porque en lugar de acatar lo dispuesto en el reglamento vigente mientras presentan sus sugerencias de modificación a la normativa, sistemáticamente se saltan ésta a la torera, gracias a la colaboración puntual de la delegación Benito Juárez y de anteriores delegados como la inolvidable panista Esperanza Gómez Mont y el perredista Ricardo Pascoe Pierce, hoy recompensado con la embajada de México en Cuba.
Porque las asociaciones que integran la amafiada AMAT, por más que se pretendan las depositarias de la verdad y el profesionalismo taurinos, no tienen carácter de autoridad, por lo tanto es cínica su pretensión de constituirse en organismo autorregulado.
Porque además es anticonstitucional abrogarse facultades que corresponden a la Autoridad.
Porque sus Normas Taurinas y su Propuesta de Reglamento enviadas al Gobierno de la Ciudad son una copia burda del Reglamento Taurino vigente, pero acomodado a sus particulares intereses y adaptado a sus considerables limitaciones como profesionales de la llamada fiesta brava.
Porque el gobierno del DF democráticamente electo estaría renunciando a sus facultades y responsabilidades si entregara la Autoridad a unos particulares de reconocida insolvencia para hacer repuntar un espectáculo hoy caracterizado por el fraude y la simulación.
Y porque el Gobierno y las leyes están para proteger los intereses del público y de una tradición taurina bien entendida, no para salvaguardar los negocitos particulares de unos gremios conocidos por su estrechez de miras y la mezquindad de sus acciones.