DOMINGO 17 DE DICIEMBRE DE 2000
Ť Guillermo Almeyra Ť
Agarrate, Catalina
Habemus Caesar... Por fin ocupará la Casa Blanca y dominará al resto del planeta George W.Bush, el gobernador ignorante y nulo, el de las penas de muerte al por mayor, el hijo del ex director de la CIA y socio y amigo de Carlos Menem y de cuanto reaccionario exista en este mundo, el petrolero de familia petrolera, socio de los señores de Kuwait. El nuevo César acaba de ser elegido no por los ciudadanos de todo el país, la mayoría de los cuales o se abstuvo o le votó en contra, sino por un fallo de la Suprema Corte federal que suspendió el recuento de votos en Florida, justo en el momento en que tenía sólo una ventaja de menos de 200 sufragios (sobre 6 millones de electores) y que Al Gore estaba anulando uno a uno. Los 25 representantes de los jubilados que van a morir al sol y de los cubanos ultrarreaccionarios inclinarán la balanza a su favor en el colegio de electores, aunque Bush perdió ante Gore (que tampoco es ninguna joyita) en todas las ciudades importantes y en la cantidad de sufragios a nivel nacional.
Ante los ciudadanos de Estados Unidos y la opinión mundial, yacen enterradas en el estercolero la imagen democrática, basada en el sistema electoral y el equilibrio de los poderes (Montesquieu y Tocqueville dixit) y también la imagen de la justicia estadunidense (que se supone tiene los ojos vendados para no ver las cochinadas que hace, y la balanza para pesar la compensación de las mismas).
Para colmo, esto sucede cuando hay un comienzo de enfriamiento de la economía de ese país que pretende ser modelo de los demás, cuando aumenta la desocupación, disminuyen los consumos a medio plazo y cuando todas las fábricas de automóviles pasan por dificultades y anuncian reducción masiva de personas y hasta cierre de establecimientos (la Chrysler, para colmo de horror para los chovinistas locales, será incluso dirigida ahora por un alemán de la Daimler, ante sus grandes pérdidas).
Esta combinación de crisis política, moral y estatal (ni siquiera el Estado más poderoso escapa a los efectos de la mundialización sobre la política y el vaciamiento de las instituciones) es contemporánea de la dificultosa y ardua, pero progresiva, construcción de la Unión Europea, que avanzó en Niza, aunque la polvareda de las manifestaciones escondió ese hecho a los lectores comunes. De modo que mientras el motor de la locomotora eléctrica estadunidense comienza a fallar, sus competidores crecen a 3.5 por ciento anual (o sea, a más del doble que Estados Unidos en la actualidad), aumentan su productividad, comienzan a construir los instrumentos de su independencia política y militar (o, por lo menos, de la reducción de su dependencia). No es posible ignorar esta evolución en la disputa por la hegemonía mundial.
Otra cosa que habría que tener en cuenta al ver qué podría pasar con la victoria de Pirro-Bush es que la política proisraelí de la pareja Clinton y del mismo Gore probablemente cambiará de forma y de magnitud (no de orientación) con los socios de los jeques petroleros en el poder. En cuanto a América Latina, el triunfo de los socios imperiales de los mayordomos locales tendrá consecuencias mucho peores que las que habría tenido el de los demócratas que carecen de "nuestro hombre en Buenos Aires" (o México, Brasilia, etc) porque, de uno u otro modo, miran más hacia el electorado local y el mercado interno. El consejo de la milonga porteña "agarrate, Catalina" se pondrá así de moda, porque los tiempos serán negros y habrá que bailar una música diabólica y desenfrenada.
Sin capacidad ni consenso popular, Ƒcómo gobernará George W.Bush? Muy simplemente: con el apoyo de su clan familiar y de la parte más agresiva y oscurantista de los grandes empresarios. Por eso, si la situación económica empeorase y la social se agudizase, sus márgenes de maniobra, serán sumamente estrechos, pues incluso en un país tan poco informado, tan poco culto y tan despolitizado como Estados Unidos las cosas tienen un límite cuando estallan las ilusiones, todos se sienten traicionados y, además, enfrentan de golpe dificultades enormes porque allí no hay amortiguadores sociales ni redes de seguridad para los "perdedores".
Es bueno tener en cuenta estas posibilidades al analizar las diferencias de ritmo que existen, en muchos países, entre la afirmación de una revolución conservadora (con sus millones de admiradores de Walt Disney o de adoradores de diferentes vírgenes de las que esperan la salvación) y la crisis en el país promotor de esa revolución reaccionaria y del neoliberalismo donde todo se ha vuelto de golpe más frágil e inestable.