DOMINGO 17 DE DICIEMBRE DE 2000
Ť La primer posada en AL fue en Acolman en 1586
Las piñatas, tradición familiar, con origen evangelizador
Ť Servían a los misioneros agustinos para divertir a instruir
Javier Salinas y Silvia Chávez, corresponsales, Acolman, Méx., 16 de diciembre Ť šArriba!, šNo!; šAbajo!, šA la derecha!, šDale!, šDale!, šDale..!
La piñata, elaborada con papeles de colores que ha representado a través del tiempo el espíritu del mal o el mundo con sus engaños y vanidades, hay que romperla; es una tradición en cientos de familias del municipio y que en el continente americano vio su cuna.
Sin embargo, los artesanos año con año van disminuyendo su producción, ya sea por la falta de apoyo o créditos que permitan impulsar su actividad o por que las nuevas generaciones no quieren continuar la tradición familiar.
En el poblado de San Agustín se localiza el ex convento donde -según cuentan los ancianos- se efectuaron las primeras posadas de América, que eran acompañadas de pintorescas piñatas. Aquí, año con año, se festeja a la piñata con una feria, cuyo objetivo es dar impulso a la tradicional actividad de elaboración y premiar a los mejores modelos.
"La piñata vestida de oropeles representa al mundo, son sus engaños y vanidades. La venda, con que se cubre los ojos de quien va a tratar de romperla, significa la fe; el palo simboliza la fuerza de las virtud que rompe falsos y engañosos deleites del mundo y al romperse la piñata se derrama la verdad y los dones de la naturaleza que son el premio a la fe y a la perseverancia", refiere Eduardo Payares, artesano del municipio de Cuautitlán-México.
Las hay de estrellas de siete picos, en formas de barco, figuras de rosas con pétalos de papel china, en forma de frutas y hasta de los personajes artísticos del momento o de caricaturas. Sin embargo, aún cuando en Acolman vio su cuna la piñata la manufactura aquí es cada vez menor.
La hechura de las tradicionales piñatas mexicanas comienza con la elaboración de la olla. En unas cuantas horas las manos de los alfareros dan forma al barro, que es sometido a cocción durante días en hornos especiales, pero el uso de las ollas de barro ha disminuido por su costo y ahora son sustituidas por armazones con base en cartón, papel y engrudo.
Cuenta la historia que fray Diego de Soria, prior del Convento de Acolman es quien obtiene la bula -autorización para festejar- el 6 de agosto de 1586 en la Nueva España las llamadas misas de aguinaldo que debería celebrarse del 16 al 24 de diciembre de cada año; conocidas hoy en día como posadas, acompañadas de las piñatas.
Cuentan que la piñata tuvo su finalidad evangelizadora, porque de ellas se servían a los misioneros agustinos para divertir e instruir, es decir evangelizar a los indígenas en el catecismo y además dieron un sentido teológico a la piñata, por lo que fue tomada como instrumento simbólico para la catequesis. Sin embargo, en nuestros días, ha perdido ese simbolismo y se ha convertido en la principal diversión para chicos y grandes con su pintoresca presencia durante la época navideña y fiestas de niños.
Después de más de un siglo, Eduardo Payares, es el único en el pueblo de Santa María Iztacalco, municipio de Cuautitlán- México, que elabora ollas de barro para la manufactura de piñatas que se observan bajo el techo de lámina de su hogar, en las laterales de la carretera Cuautitlán-Melchor Ocampo, donde habitantes de Tlaltepan luchan cada año por mantener la tradición milenaria, que según ellos está por extinguirse.
Desde las seis de la mañana, Eduardo, quien en un tiempo abandonó el oficio de alfarero que heredó de sus padres y abuelos, regresó a él después que la diagnosticaron diabetes y hasta ahora, a sus más de 50 años, se levanta por el mejor barro del patio trasero de su casa y ahí comienza la elaboración de las piñatas.
Diariamente fabrica entre 30 y 50 ollas de barro que vende en siete pesos cada una, pero agrega que se requiere de más equipo y su mayor deseo es contar con un horno que consuma gas y aún cuando en 1998 el ayuntamiento panista de Cuautitlán-México le retiró un crédito de apoyo a la producción -5 mil pesos- espera la implementación de programas que eviten la desaparición de esta tradición.
Desde la carretera se observan en patios y techos de algunas viviendas las decenas de ollas de barro y en los accesos de algunas casas, cuyo techo es de teja, se ofertan las tradicionales piñatas que habitantes del barrio de Tlalpan hicieron en este año y que son vecinos de Ixtacalco.
En esta zona conurbada -a escasos 80 minutos al Distrito Federal- al menos 100 familias se dedican al adorno de ollas de barro y cartón utilizando papel estaño de múltiples colores. Las hay grandes de 200 pesos, que tienen una longitud de dos metros de largo, pero también de diez, 25 y 45 pesos, depende del tamaño y lo elaborado de la figura, dice don Florencio Hernández, quién desde el primero de diciembre instaló su puesto para comercializar.
Señala que ahora, con la ampliación de la carretera Cuautitlán-Melchor Ocampo, la actividad será afectada pues ello implicará reducir el frente de sus casas y con ello los lugares de venta, sin embargo decenas de consumidores de varias partes de la zona conurbada al Distrito Federal llegan al pueblo de Tlaltepan en busca de la mejor piñata para las fiestas de Navidad y Año Nuevo.
Las piñatas de fantásticas figuras y hermosos colores esperan para encerrar sorpresas traducidas en dulces, dinero, juguetes o frutas que lloverán sobre los chicos y grandes cuando se rompan.