DOMINGO 17 DE DICIEMBRE DE 2000
Ť OIT: no se ha superado la crisis de los ochenta
En AL, modesta recuperación acompañada de alto desempleo
Ť El sector informal contribuye con 60 de cada cien empleos Ť Sin protección social, plazas generadas a partir de los noventa
Fabiola Martínez Ť Los países de Latinoamérica no han logrado superar la crisis de los ochenta y en los últimos diez años registraron apenas una modesta e inestable recuperación económica siempre acompañada "con alto desempleo", señaló la Organización Internacional del Trabajo (OIT)
El saldo de la llamada década perdida o "crisis de la deuda" en los ochenta y, posteriormente, el adelgazamiento del Estado, trajo como consecuencia que el sector informal contribuya actualmente con 60 de cada cien nuevos empleos -particularmente en microempresas-, y buena parte de las plazas para asalariados, generadas a partir de 1990, carezcan de protección social, pese a los evidentes aumentos de la productividad en las empresas.
Por ello es urgente hacer "compatibles" los avances macroeconómicos de los países de la región con las demandas de protección, seguridad y ejercicio de los derechos laborales y ciudadanos, advierte Víctor E. Tokman, director regional de la OIT para América Latina y el Caribe.
"Aunque la recuperación económica trajo aparejadas, expectativas de mejoras en la situación del empleo, se observa una resistencia del desempleo a disminuir... el desempeño laboral de la región en la última década fue errático".
En un minucioso análisis respecto de la situación laboral de los países de la región, la OIT resume la problemática y el contexto en cinco elementos constantes: desempleo, informalidad, salario industrial, mínimos y productividad. El desempleo no cede, aun cuando la actividad económica se expanda a un ritmo superior al previsto.
Una especial atención mereció la evolución alarmante del desempleo entre la población juvenil -15 y 24 años-, cuya tasa de desocupación duplica el promedio regional, es decir, avanza a los rangos de 24 por ciento, aun cuando en sus respectivos lugares de origen se registre una clara recuperación económica, aumento de la fuerza de trabajo e incluso mejor nivel educativo.
De esta forma, los jóvenes -con altos o bajos niveles de ingreso- no cuentan con las oportunidades necesarias para su desarrollo. Por ejemplo en Argentina el desempleo juvenil alcanzó hasta el primer semestre del 2000 alrededor de 45 por ciento.
Esta situación tiene pocas perspectivas favorables porque las tasas de desocupación entre los jóvenes se expanden más rápido, mientras que las oportunidades de empleo se encuentran estancadas y la calidad de los empleos disponibles es baja.
Más aún, las diferencias entre lo que percibe un joven respecto de una persona mayor -incluso por el mismo trabajo- se reducen drásticamente al percibir apenas 44 por ciento de los ingresos que reciben los adultos. No obstante, la educación aún tiene "más rentabilidad", es decir, aquellos que poseen secundaria completa pueden recibir ingresos que superan en 46 por ciento al que tiene únicamente educación primaria.
En el informe Panorama Laboral 2000, publicado en la semana que concluye, la oficina regional de la OIT señala que sólo cinco países (Bolivia, Chile, Costa Rica, El Salvador y Uruguay) se encuentran en un mejor nivel que el deterioro experimentado en 1985; seis están peor (Argentina, Brasil, Ecuador, Paraguay, Perú y Venezuela), mientras que cuatro países (Colombia, Honduras, México y Panamá) permanecen en el mismo nivel de progreso laboral registrado a mitad de los ochenta.
"Aun cuando continúa la recuperación económica, ésta no se ha traducido en mejoras significativas del mercado laboral. La calidad del empleo continúa deteriorándose por aumentos de la informalidad y de la desprotección social de los trabajadores", afirma la OIT.
Sin embargo, para la organización internacional las perspectivas son más alentadoras para el 2001 (excepto para nuestro país), porque se estima que el crecimiento del producto interno bruto en la región se ubicará en promedio en 4.2 por ciento, lo que permitirá reducir la tasa de desempleo a 8.1 por ciento. "La excepción es México, que reduciría su crecimiento (de 6.8 a 4.8 por ciento), aunque lo mantendría todavía a tasas superiores al promedio regional, y su tasa de desempleo como la más baja de la región".
Y es que nuestro país reporta a nivel nacional e internacional una tasa de desempleo abierto de 2.1 por ciento de la población económicamente activa, aunque las autoridades del gobierno federal han reconocido que al menos la mitad de la población en edad de trabajar se desempeña en el sector informal de la economía, situación que de manera frecuente es sinónimo de empleo precario y sin seguridad social.
Por ello, México puede ubicarse al frente de la lista de los países con menos desempleo, en un nivel muy favorable respecto de otros países de la región, como Argentina, Colombia y Ecuador, en el que el desempleo llegará a 17.5 por ciento, o de Uruguay y Venezuela, con 13.
El empleo también ha cambiado en su estructura básica y, en particular, se "privatiza" en la región. Es decir, 95 de cada cien nuevos empleos en América Latina -en los noventa, e inicio del 2000- son generados por el sector privado. De igual forma, 83 de cada cien se generan en el sector servicios, con lo que se disminuye la contribución de los sectores productores de bienes.
Respecto de la intensidad de trabajo, los países latinoamericanos "parecen reflejar los patrones prevalecientes en Estados Unidos y Japón", precisa la OIT. Por ejemplo, en Perú se trabaja más de 2 mil horas anuales, mientras que en Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador y Nicaragua están en torno a las mil 900 horas.
Por lo tanto, no hay país en la región que se acerque al promedio europeo, de las mil 500 horas anuales.
De igual forma, continúa el proceso de precarización del empleo, ya que la mayor informalidad estuvo acompañada de una disminución en la protección social, aun de los trabajadores asalariados.
Cifras recabadas por la OIT demuestran que el número de asalariados que cotiza en seguridad social disminuyó de 66.6 por ciento en 1990 a 64.3 por ciento en 1999.
Esta reducción se observa tanto en los asalariados formales como en los informales, así como en hombres y mujeres. "Como resultado de ello, sólo 55 de cada cien nuevos asalariados tienen protección social".