Veinte años de alentar la literatura infantil
Ť Patricia van Rhijn califica de difícil su empresa; ''la mayoría de los escritores desdeñan los textos para niños'' Ť Considera exitoso su proyecto; ha lanzado libros de poesía con 20 mil ejemplares
Miryam Audiffred Ť Si hace unos años el argentino Jorge Luis Borges decía que a él le había tocado la buena fortuna de nacer en una época en la que no existía la literatura infantil, hoy la editora Patricia van Rhijn prefiere señalar que no cualquiera se atreve a incursionar en este género. Escribir para niños, comenta, requiere de una gran capacidad de síntesis y asombro a fin de construir historias cortas e interesantes.
Es la única persona en México que se atrevió a hacer la gran apuesta: la creación del Centro de Información y Desarrollo de la Comunicación y la Literatura Infantiles ?conocido como editorial CIDCLI?, que llega a su vigésimo aniversario.
A pesar de los malos presagios de quienes aseguran que los niños leen cada vez menos, esta casa editora sólo ha enfocado sus esfuerzos a la producción de libros para niños. Es más, se ha dado el lujo de publicar, y con mucho éxito, textos de poesía que superan los 20 mil ejemplares.
De acuerdo con van Rhijn, el objetivo ha sido impulsar
el desarrollo de una literatura infantil nacional; tarea que ?en sus palabras?
ha sido difícil, pues la mayoría de los escritores aún
consideran que se trata de un "género menor". No obstante, aclara
que no han faltado personas sensibles y capaces interesadas en crear para
los niños, como Margo Glantz, José de la Colina, Ulalume
González de León, Hugo Hiriart y Berta Hiriart, sus primeros
cómplices en esta aventura.
Si bien Europa ha atestiguado en los últimos años
el fortalecimiento de un fenómeno que los especialistas llaman "escritura
dual" ?consistente en escribir para niños y adultos?, la editora
comenta que en el país son los escritores de la generación
del crack quienes caminan en ese sentido.
Aun así, hay viejos lobos de mar interesados
en la literatura infantil, como Camilo José Cela, creador de Las
orejas del niño Raúl, y Alvaro Mutis, autor de La
verdadera historia del flautista de Hammelin.
Con un catálogo con casi cien títulos,
CIDCLI ha demostrado en todos estos años que los escritores interesados
en hacer literatura infantil "van de un lado a otro": o creen que los niños
son muy tontos o tratan de elevar su nivel cultural mediante un lenguaje
rebuscado y metáforas complicadas.
Van Rhijn dice que el mayor problema radica en la distribución.
Al respecto, añade que en México sólo existe una biblioteca
dedicada a la literatura infantil y que son muy pocas las librerías
que aceptan este tipo de materiales, pues no quieren niños corriendo
en los pasillo o gritando por todos lados. "Acceder a las grandes tiendas
de autoservicio es difícil porque te ahorcan; te piden mil libros
y te regresan los que no vendieron maltratadísimos, así es
que puedo decirte que existimos de nuestras ventas a bibliotecas y con
los trabajos de diseño e ilustración que le hacemos a la
SEP".
En cuanto a las transformaciones temáticas que
han afectado a la literatura infantil en las
últimas dos décadas indica que cada vez hay menos ficción
y fantasía. "Me parece que los niños ya no están tan
apegados a las hadas y las brujas. Creo que prefieren los temas cotidianos
y esto responde a un hecho afortunado: los adultos ya no les mienten tanto,
ya nadie les dice que los niños nacen en coliflores o vienen de
París".
Según los escritores Alberto Blanco, Alonso Núñez, Eladia González, Silvia Molina y Luis Ignacio Helguera, CIDCLI es una pionera en el mundo editorial latino americano. Pero también ?opina Blanco? esta editorial tiene el mérito de publicar tomando en cuenta la "extraordinaria inteligencia" de los niños. "Pocas publicaciones pueden resultar más odiosas o insultantes que un libro infantil donde el texto pareciera haber sido escrito pensando más que en un niño en un débil mental".
En el mundo electrónico imperante ?ha escrito Eladia González? transmitir la cultura a los niños por medio de la palabra escrita es nadar a contracorriente. Pero vale la pena hacerlo.