Ť Combatió la antidemocracia en la agrupación dirigida por Cantoral
A diez años de lucha, Mario Lavista formaliza su baja de la SACM
Ť El compositor se afilió a la española Sociedad General de Autores y Editores
Arturo García Hernández
Luego de 10 años de pugnas y denuncias infructuosas contra el nepotismo, la antidemocracia y el manejo ''discrecional y turbio" de regalías en la Sociedad de Autores y Compositores de Música (SACM), Mario Lavista ha formalizado su baja de la agrupación que dirige Roberto Cantoral desde hace 18 años y se ha afiliado a la española Sociedad General de Autores y Editores (SGAE).
''Pirámide'', sistema injusto
Considerado el creador mexicano vivo más importante
de música de concierto, Lavista se suma así a una lista larga
de autores que por razones similares han desertado de la SACM. Desde Carlos
Chávez, en la década de los sesenta, hasta Lavista, se repite
la historia: ''Cuando Carlos Gómez Barrera presidía la Sociedad,
Chávez renunció porque no le pagaban los derechos de ejecución
que su obra generaba. Lo denunció públicamente y no pasó
nada. Renunció. Gómez Barrera continuó varios años
más al frente de la SACM. Chávez se afilió a una sociedad
de Estados Unidos y empezó a percibir regalías justas por
las obras de él que se tocaban allá".
En noviembre 1991, Mario Lavista se adhirió de manera abierta a la disidencia de la Sociedad de Autores y Compositores de México, al firmar un documento en el cual un grupo de autores de música de concierto pedían al consejo de vigilancia de la agrupación que investigara ''hasta sus últimas consecuencias" la administración fraudulenta e inequitativa de las regalías y pagos por ejecución pública. También cuestionaban el sistema de pago llamado ''pirámide" que se presta a una aplicación discrecional.
Dos reclamos centrales había en el documento: 1) que el ejercicio del voto en asambleas se condicionara a altas percepciones de los socios y 2) el diseño ''injusto y arbitrario" de los tabuladores en que se basan los pagos. El argumento de los inconformes era que, al no tener difusión y un impacto público masivo, su música (de concierto) no podía generar ingresos en la misma proporción que los géneros populares, por lo cual ''nos vemos injustamente excluidos del derecho al voto".
No hubo respuesta. Lavista insistió y logró la intervención en su caso del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. La dirección de la SACM parecía dispuesta a alcanzar un acuerdo. En 1993 le solicitaron una lista de sus obras interpretadas entre 1998 y 1992: ''Lo hice porque creí que era buena su voluntad. Detallé obra por obra, lugares, intérpretes, fechas exactas, porque me dijeron que esa era la única manera de tener un cierto control. Desglosé dónde, cuándo y quién las había tocado". Contó alrededor de 300 audiciones.
Discrecionalidad en los pagos
Se percató entonces de que, efectivamente, ''me debían mucho dinero, no estaba recibiendo lo que tenía que recibir. Y no hablo de una cantidad como la que recibe un músico popular, pero sí de algo justo. Entendí que los pagos se hacían de manera discrecional. Yo llevo un control de mi obra, pero nunca me quedaba claro por qué un año me pagaban menos y otro año me pagaban más".
El tiempo y el esfuerzo invertidos en la tarea fueron en vano. La directiva de la SACM encabezada por Roberto Cantoral se encerró en el silencio. ''Fue la gota que derramó el vaso. Insistí mucho, pero sin respuesta. Me di cuenta que no valía la pena irse a un pleito. En un sistema tan corrupto como el mexicano no era posible ganar institucionalmente una causa así. Gana el que paga, el que puede repartir más dinero. Evidentemente en la otra parte había mucho más dinero. Me iba a costar muy caro y de todos modos iba a perder".
A finales de 1994, Mario Lavista hizo pública su inconformidad (La Jornada, 14 y 15/noviembre/94), decidió darse de baja en la SACM y afiliarse a una sociedad extranjera. Para ingresar a otra agrupación necesitaba un carta de liquidación extendida por la propia SACM la cual, por atribuciones que le otorgaba la Ley de Derechos de Autor vigente entonces, tenía un carácter monopólico como agrupación gremial: era la única que podía cobrar los derechos de ejecución dentro del país.
No le dieron a Lavista la carta que necesitaba. Este desistió. Era mucho el desgaste y escasos los resultados. Contra su voluntad mantuvo bajo la administración de la SACM alrededor de 40 de sus obras, pero las de nueva creación ya no las cedió a la administración de esa sociedad. Se olvidó un tiempo del asunto, centrando la atención en su labor creativa y docente.
Los cambios con la nueva Ley Federal del Derecho de Autor, en vigor desde marzo de 1996, abrieron el camino para que en México existiera más de una sociedad autoral y los compositores se afiliaran a la que más les conviniera. De ese modo se limitaba el control monopólico que la SACM ejercía sobre los recursos generados por derechos de ejecución pública.
A principios de año, con un contexto legal más favorable, Mario Lavista insistió en darse de baja de la SACM. Meses después le entregaron su carta de liquidación. Ahora ya es socio de la Sociedad General de Autores y Editores de España.