MIERCOLES 20 DE DICIEMBRE DE 2000

Ť "No hay riesgo de que truene; tiene buena chimenea", dicen 2 campesinos


Dislocó el Popocatépetl la vida en Amecameca

Juan Antonio Zúñiga M., enviado, Amecameca, Méx, 19 de diciembre Ť La vida en este municipio quedó totalmente dislocada a partir de las erupciones del Popocatépetl, que han estremecido no sólo el subsuelo y el cielo de esta tierra de origen nahua. También ha sacudido las conciencias de sus habitantes.

"šNo es que no pase nada, pero no hay riesgo de que truene porque tiene buena chimenea!", responden, zumbones, Luis y Juan Martínez, campesinos de los rumbos de San Pedro Nexapa, entrevistados brevemente por el camino a Paso de Cortés. Y el Popocatépetl, todo ceniciento en su ladera occidental, escucha y no ha parado ni un solo instante de fumar.

Sin embargo, en la cabecera de esta municipalidad, más de la mitad de la actividad económica se encuentra paralizada. El silencio es casi apabullante. A un costado de la plaza de Amecameca, grupos de familias que decidieron retirarse del lugar esperaban, sobre bultos y paquetes, emprender la retirada.

Frente a ellas, oriundo de Santiago Cuautenco, Luis Antonio Hernández López, de 17 años, platica entre escéptico e irónico. "Todo mundo corría. Hubo estruendos, rugidos, (el volcán) rezumbaba y tronaba, sacaba lumbre, y dicen que ahora va a ser lo doble que ayer". Eran las 13:30 horas del martes.

Las exhalaciones del Popo se observaban desde casi todos los puntos del valle de Chalco, y con mayor nitidez en Amecameca, de donde se asciende hacia el volcán por una carretera troncal, hasta encontrar, a unos 13 kilómetros del cráter, la comunidad de San Pedro Nexapa, un pueblo casi totalmente fantasma, a no ser por las partidas de la Policía Federal Preventiva, que realizan rondines para evitar el saqueo de las viviendas.

Nada, nadie, si acaso algunas patrullas de la policía estatal y vehículos "todo terreno" modelo Hummer del Ejército.

Solo, también, un templo que no parece cristiano y en su fachada anuncia sin augurio: "Iglesia de Jesucristo de los santos de los últimos días".

Doña Margarita Castro Juárez, católica a pesar de su segundo apellido, descubre sin saberlo algunos de los secretos de la religiosidad de estas tierras, integrantes de una región que no reconoce estados ni municipios.

"A Don Goyo -cuenta- cada año los campesinos le llevan su calzón blanco, su camisa blanca, su gabán y su penacho... bueno, su sombrero. Y sus guaraches. šEs muy bonito! Cuando le ofrendan mole, arroz, tortillas y pulque. Y van a comer todos con él y también le llevan música.

"Nuestros hijos se bautizan allí cuando suben por primera vez al volcán". De pronto, como si regresara del ensueño, recompone: "Pero todos en Ameca nos encomendamos al Señor del Sacromonte". La emoción perla de nuevo su rostro, y lo describe. "Una imagen muy milagrosa, es un negrito que allí está, acostadito".

Sobre una pequeña elevación, conocida como el Sacro-Monte, se encuentra un templo remozado, el cual data de 1533. De arquitectura neoclásica, que seguramente no es la original, en el púlpito yace, efectivamente, un Cristo negro. Cubierto con una hermosa túnica violácea sobresale de sus rasgos, además de un perfil moro, una larga cabellera natural. Y colocado en una vitrina, rodeada de ornamentos churriguerescos, detrás de él se esconde más de un secreto.

Según los seminaristas Roberto Palacios Betancourt y Luis Yahir Tapia González, en este sitio se refugiaba fray Martín de Valencia, uno de los 12 franciscanos que acompañaron a Hernán Cortés en la Conquista. Aquí, detrás del vitral donde yace el Cristo negro, hay una cueva donde el evangelizador rezaba. El Cristo pesa ocho kilogramos y está hecho de caña seca de maíz. Lo trajeron de España 50 años después de la construcción del templo.

Pero una voz más calificada, la del presbítero L. Felipe Navarro Martínez, autorizó la publicación de la siguiente historia: "La leyenda popular cuenta que el Señor del Sacromonte se apareció en este lugar; que algunos arrieros, conduciendo imágenes que llevaban a los pueblos del sur, perdieron una mula que cargaba precisamente la caja que contenía al Cristo, y que esta mula con su caja se encontró en la gruta que convirtieron en santuario los habitantes, bien convencidos de que el cielo les daba una señalada muestra de que el señor permaneciera allí".

Hoy, unos se encomendarán al Señor del Sacromonte. Otros le ofrendarán su amor en vestido y alimento a Don Goyo. El Popocatépetl hizo erupción de nuevo después del ocaso, la luz se cobijó en la oscuridad de la noche, en espera de la resurección del alba. El Sacromonte se encuentra precisamente frente al Señor que Humea.