Una cultura de volcanes
Pablo Espinosa
Los antiguos mexicanos supieron, porque la anterior erupción de gran escala ?que duró 11 años? ocurrió en 1519, de la belleza terrorífica que los modernos mexicanos presenciamos anteanoche. Los 500 años de nuestra cultura han tenido como referente a los volcanes. Humboldt, Alfonso Reyes, Carlos Fuentes, los autores costumbristas, la gran narrativa nacional está poblada de esas grandes protuberancias dormidas.
Y la mitología traspasa la cultura popular. Por ejemplo, aquella caja de chocolates adornada con los cromos similares a los legendarios almanaques que solíamos guindar de las paredes, y que salió en fuga hacia Aztlán, en la muralística chicana. La pintura nos rinde rasgos obvios, la fotografía se solaza en andamios tales. La poesía transvasa igualmente las fronteras (El idilio de los volcanes, del peruano José Santos Chocano, es otro ejemplo).
La música, no sólo la nacionalista, también tiene el eco telúrico del Popocatépetl, de nuestra señora Iztaccíhuatl, del mayor de todos, el Citlaltépetl.
El término científico ''tremor armónico" bien podría caber en una partitura de Igor Stravinski. Mientras los esotéricos alucinan por él, ahora sí, fin de milenio, los locutores enredan la lengua atrás de los dientes frontales para pronunciar la tl final, los miedos se desvanecen y la belleza se agiganta a unos cuantos kilómetros de nuestros ojos en tiempo real, a unos centímetros en tiempo televisivo. Aun en la incertidumbre de la catástrofe posible, en la molestia del tizne invasor (volcán eres y en polvo te has de convertir), repasemos brevemente algunos ejemplos cultural-volcánicos.
Un trueno sobre el Popocatépetl
Malcolm Lowry
Más allá del volcán Popocatépetl
negras nubes, presagio del relámpago,
en formación avanzan contra el viento.
Del mismo modo que, contra otra fuerza,
como henchido metal, defiende el viento
de la razón al corazón humano
hasta que la locura va anegando
a la mente agrietada.
Mente que impulsa ya su propia inercia,
pétalo desgajado de árbol fuerte,
¿en dónde arraigará sino en la sombra,
la tiniebla final?
Tomar las armas, defender al viento.
Salmistas de la angustia, heredad humana,
la razón permanece aunque abandone
vuestra mente.
La razón permanece con las aves
blancas aves que vuelan contra el viento
más alto que otro vuelo, donde Chéjov
dijo que está la paz,
en donde cambia
el corazón --y estalla el trueno.
Versión de José Emilio Pacheco, del poema de Malcolm Lowry incluido en el libro Un trueno sobre el Popocatépetl, del escritor estadunidense, editado por Era