JUEVES 21 DE DICIEMBRE DE 2000
Soledad Loaeza
Reconquista espiritual
El presupuesto que ha presentado el Ejecutivo contiene varias partidas destinadas a gasto en "imagen". De votarse en los términos en que fue presentado, cada secretaría dispondrá de una importante cantidad de recursos para promover al Presidente de la República y las acciones del gobierno federal. La estrategia publicitaria adoptada es consistente con la visión empresarial que rige las percepciones los asesores mercadotécnicos del jefe del Ejecutivo y de él mismo: el gobierno es una empresa y como tal tiene que promoverse ante los consumidores. Este presupuesto implica que se nos ha despojado de nuestra condición de ciudadanos, mientras que los funcionarios se han convertido en vendedores. Una evolución que deja mucho que desear en términos de la consolidación de un régimen democrático. No obstante, los argumentos que se han utilizado para justificar esas cantidades y las formas que está adquiriendo el ejercicio del poder presidencial indican que la política de información e "imagen" del nuevo gobierno no tiene por único propósito vender con eficacia un producto, sino que se ha embarcado en una ambiciosa tarea de reconquista espiritual. De otra manera difícilmente se justifica el interés por controlar y centralizar la información -que se disputarán la Oficina de la Presidencia y la Secretaría de Gobernación-; de ahí también la importancia central que se ha atribuido a estas funciones en el éxito de la Presidencia foxista, o el interés que ha manifestado el Ejecutivo por la transmisión de lo que llama una "nueva cultura". Las claves de este proyecto están en los manuales de autoayuda a la venta en las principales tiendas de autoservicio; pero también en algunos de los lineamientos de la estrategia del Vaticano frente al nuevo milenio. Juan Pablo II también ha propuesto la reconquista espiritual de la sociedad.
El uso político de los símbolos religiosos, las referencias al "liderazgo presidencial" -que pretende conjugar una doble autoridad, política y espiritual-, o a la necesidad de llevar a cabo una "revolución educativa", un cambio "valoral", sugieren que la lógica del mercado no es la única que gobierna al Presidente y sus colaboradores. A pesar de que las explicaciones de los funcionarios sobre ese tema se aferran a términos modernos de la comunicación, como si quisieran olvidar que, en política, la publicidad es simple y sencillamente propaganda, asimismo, tendrían que reconocer que la palabra ideología es la más adecuada para referirse a lo que ellos llaman cultura. Es comprensible que el nuevo gobierno rehúya el uso de términos que tienen evocaciones antidemocráticas, y en ocasiones repugnantes. Sin embargo, promover los actos del gobierno en forma sistemática y reiterativa -porque reiterativo será si es que tantos recursos se van a dedicar a ello- es hacer propaganda; por otro lado, se hace ideología cuando se insiste en la bondad del autoempleo, cuando se asigna a la empresa -después de la familia- el papel de pilar de la sociedad, para no mencionar los valores darwinianos que expuso el ingeniero Rangel Sostmann cuando habló de 18 millones de mexicanos "ineducables" por problemas de nutrición.
Algunos miembros importantes del gabinete son católicos militantes que, al igual que el Presidente, están comprometidos con una cruzada espiritual -o ideológica-, en particular el titular del Trabajo y la secretaria de Desarrollo Social. Su propósito parece ser no sólo gobernar al país, sino transformar a una sociedad, a sus ojos impía, que vivió tantos años bajo el yugo del PRI, que para ellos es el equivalente de Sodoma y Gomorra. Tal vez lo fue, o lo es todavía, pero hay que recordar que estas ciudades bíblicas fueron destruidas para construir la Ciudad de Dios y no un régimen democrático y liberal, por el que votamos el 2 de julio.
El argumento más socorrido de los funcionarios para defender el uso político de los símbolos religiosos que ha hecho el Presidente y algunos de sus secretarios es que se ha puesto fin a la simulación del pasado, cuando los funcionarios católicos ejercían en privado su fe religiosa. Sin embargo, desde el punto de vista laico, lo que ellos llaman simulación podía también ser entendido como respeto a quienes no profesaban la misma fe religiosa, e incluso pudor, pues no tiene ningún objeto ostentar públicamente las creencias religiosas, a menos de que vaya en ello una intención de conversión. Pese a que la sociedad mexicana sigue siendo mayoritariamente católica, la pluralización religiosa ha sido uno de los procesos de cambio más importantes que ha experimentado en el último cuarto de siglo, el mismo que viven otras sociedades latinoamericanas, y es previsible que la reconquista emprendida por el nuevo gobierno provoque conflictos innecesarios. Uno de los pilares del autoritarismo mexicano fue el presidencialismo, cuyo regreso está latente en la política de información y propaganda que se anuncia, con el agravante de que en el liderazgo presidencial que se pretende construir suenan las trompetas del televangelista.