JUEVES 21 DE DICIEMBRE DE 2000

Ť Insuficiente, el personal médico que les proporciona rehabilitación


Viven casi en el abandono los presos con algún tipo de enfermedad mental

Ť Algunos internos en reclusorios llegan a fingir retraso para ser trasladados al Cevarepsi

Susana González G. Ť Al lado del Reclusorio Sur, ubicado en la colonia Arenal de la delegación Xochimilco, un pequeño edificio pintado de gris y blanco alberga a 160 personas que además de estar privadas de su libertad por haber delinquido están afectadas de sus facultades mentales.

Se trata del Centro Varonil de Readaptación Psicosocial (Cevarepsi), creado hace más de cuatro años, donde como "medida de seguridad" son recluidos aquellos que perpetraron cierto delito --desde robo hasta homicidio--, pero que es considerado como "inimputable" por los jueces cuando detectan que el responsable padece alguna enfermedad mental.

No todos los que llegan ahí son enviados en el primer momento por los juzgados, dado que también llegan presos que, literalmente, "fingen demencia para escapar de los problemas que tienen en el reclusorio donde estaban como pleitos o deudas con otros reos por deudas de droga", señala personal de la institución. Incluso, en cálculos extraoficiales, mencionan que cada semana el Cevarepsi recibe hasta cinco internos, de los cuales la mitad fingen convulsiones o alucinaciones para quedarse.

De la población que permanece en el centro, calculada en 160 internos, la mitad ha sufrido alteraciones o trastornos mentales ocasionados por farmacodependencias o alcoholismo; 40 por ciento padece esquizofrenia y no son pocas las personas con retraso mental, que también son remitidos ahí.

Los médicos señalan que casi 70 por ciento de estos internos no rebasa los 30 años de edad, mientras que la décima parte está conformada por personas de la tercera edad que han pasado la mayor parte de su vida encerrados sin volver a atravesar jamás el largo túnel anaranjado que constituye el cinturón de seguridad que separa los dormitorios y áreas comunes de la aduana y exterior del edificio.

Aseguran que si los presos son abandonados y despreciados en general por la sociedad y sus familiares, la situación se agudiza más en el caso de quienes son considerados como "locos", y así lo demuestra el hecho de que los internos del Cetravi no reciben muchas visitas.

"Teníamos el caso de un señor de apenas 60 años, pero que representaba más edad por lo acabado que estaba. Tenía un nombre peculiar porque se llamaba Amado Rumbo y como estaba acusado de homicidio ya llevaba la mitad de su vida encerrado aquí. Casi no hablaba, pero un día nos dijo que vivía en El Llano, un poblado en Guadalajara, y poco después un trabajador de aquí encontró de casualidad ese poblado y por curiosidad preguntó por la familia de Amado Rumbo. šY cuál fue su sorpresa cuando efectivamente encontró a sus parientes, que lo hacían muerto desde hace años".

Aunque paulatinamente los internos muestren signos de recuperación y sean capaces de valerse por sí mismos, algunos internos optan por fingirse enfermos para que no se les traslade a un reclusorio o se les libere si ya cumplieron su tiempo de reclusión porque "aquí tienen todo, hasta amigos llegan a hacer y no se sienten tan despreciados como siempre lo fueron".

En cuanto a los delitos, la mayoría están recluidos por haber robado, pero también abundan quienes fueron acusados por intento de violación. "Pero hay muchos casos absurdos, aquí llegan a caer indigentes que robaron un paquete de pan Bimbo por hambre. Hay un joven retrasado que de repente jaloneó y nalgueó a una señora, fue capturado por la policía acusado de tentativa de violación".

Unico en su género dentro del Distrito Federal --sólo existe el Ceferepsi, pero a nivel federal--, el Cevarepsi fue creado hace casi cuatro años y alberga a menos de 1 por ciento de los más de 20 mil presos que existen actualmente en los cuatro reclusorios de la ciudad y la penitenciaría de Santa Martha Acatitla.

Aunque el inmueble tiene capacidad para albergar 200 enfermos, el personal médico asignado al lugar resulta insuficiente porque apenas existen tres psiquiatras, 13 enfermeras, un psicólogo y dos odontólogos dependientes de la Secretaría de Salud del gobierno capitalino, al que se suman 10 pedagogos, ocho psicólogos y diez trabajadores sociales proporcionados por la Dirección General de Reclusorios, quienes están repartidos en tres turnos.

El tratamiento proporcionado a los reos "es caro porque los medicamentos que requieren, los que en su mayoría son antipsicóticos o neurolépticos, llegan a costar hasta 120 pesos por ampolleta, por lo que por cada interno se gastan hasta 400 pesos a la semana", indica un psiquiatra.

Si bien quienes ingresan al Cevarepsi lo hacen principalmente por disposición de los jueces, no son pocos los internos que llegan luego de comenzar a cumplir una sentencia en los reclusorios.

"El resto de los presos, los custodios y el personal médico de un reclusorio se dan cuenta de que determinado sujeto comienza a tener alucinaciones, se aísla del resto de sus compañeros y descuida su aspecto personal, entonces comienzan a marginarlo y se determina que debe ser trasladado al Cevarepsi", señalan los médicos.

"El resto de los reos insultan, maltratan y abusan de los enfermos mentales al grado de violarlos, robarles, dejarlos sin comer o arrojarles únicamente las sobras. Incluso los enfermos de sida se encuentran en mejor situación que ellos dentro de la penitenciaria de Santa Martha".

Sin embargo, hay otros presos que fingen estar enfermos con tal de ser sacados de los reclusorios o la penitenciaría porque tienen deudas o problemas con el resto de los internos y temen ser agredidos.

Por eso, quienes ingresan al Cevarepsi son concentrados en primer lugar en el Centro de Observación y Clasificación, un área donde se determina si ameritan permanecer ahí o deben ser regresados. Todo por el bienestar de los internos porque dada su condición mental "son personas frágiles".

Y entre ellos mismos, los médicos hacen divisiones para salvaguardar su integridad y propiciar mejores condiciones para su recuperación. Así, aunque todos están vestidos con el reglamentario uniforme azul y están pelones, los internos son repartidos en cinco dormitorios, que en promedio albergan 10 habitaciones con dos literas cada uno, diferentes de acuerdo con su grado de "funcionalidad": en el marcado con el número 1 son concentrados los internos que no son capaces de hacer nada por sí mismos, ni siquiera de asearse; en contraste, en el dormitorio cinco duermen quienes son autosuficientes.

Hay casos, sin embargo, que permanecen aislados, como ocurre con El Caníbal, uno de los pacientes esquizofrénicos que debe su apodo a que una noche, luego de soñar que su compañero de habitación lo golpeaba, despertó para arrancarle de una mordida la oreja para comérsela.