Ť El intérprete de origen griego se presentó en Cuernavaca, Morelos
Georges Moustaki, canto blanco sin fronteras
Olga Andrés, especial para La Jornada Ť Como pájaro libre en un cielo para esa hora ya oscuro, apareció, hace dos tardes, el poeta, escritor, pintor y cantautor griego Georges Moustaki, vestido de blanco, sonriente, alto y sereno. Frente a un auditorio que se abrió en aplausos, como flores nocturnas, en un escenario de media luna y columnas blancas, rodeado por agua: el Jardín de la Borda, de Cuernavaca, Morelos.
De nombre Giuseppe Mustacchi y de padres griegos, este artista nació en Alejandría el 3 de mayo de 1934; canta en francés y sus letras han sido interpretadas por los grandes de la canción gala: Piaf, Reggiani, Bárbara, Dalida, Montad y Salvador, entre otros.
Moustaki se reveló como intérprete en 1969 con su canción Le métèque, que en francés tiene una acepción de "advenedizo", pero en el caso de Moustaki se refiere a su vida como trotamundos, como extranjero en sus múltiples viajes, pues nunca se queda más de un mes sin cruzar una frontera: el Mediterráneo, Japón, Brasil... ahora, México.
Libertad, amor y fracturas
La efervescencia volcánica que se vivió en esta semana se esfumó desde las ocho de la noche y durante dos horas que duró el concierto organizado por la Alianza Francesa de Cuernavaca, el Instituto de Cultura de Morelos, el Hospital del Niño morelense, la Federación de Alianzas Francesas en México y la embajada de Francia.
Georges Moustaki saludó en español al público y quienes lo conocían ya pudieron entonar las canciones suaves que tienen ese dejo, ritmo y transparencia griegas.
Con su guitarra y su voz, su pelo, barba y traje blancos, cantó acerca de la libertad, el amor y el desamor, y fue todo un descubrimiento para quienes vinieron a verlo impulsados más por el exótico nombre que por su conocimiento sobre su música.
Moustaki también posee sentido del humor y lo hizo patente cuando en el lago que rodea el jardín los patos durmientes se despertaron ante la algarabía de la gente y las luces y con sus graznidos indicaron al artista que era de su agrado.
El concierto a cielo abierto fue una noche de nostalgia y de amor, pero también de alegría.
Con la canción a su abuelo griego, le pide perdón por cantar en francés cosas que él no entiende, e interpretó música con sabor a tango y recordó a Astor Piazolla.
Y para Brasil rememoró a su amigo poeta Jorge Amado, que le hizo conocer la Bahía de San Francisco. Luego, inspirado, escribió una canción con sabor brasileño para ella.
México también se llevó lo suyo con La Bamba; la gente, sorprendida y entusiasta, se levantó para cantar y bailar.
Según estimó el Instituto de Cultura de Morelos, la entrada fue de mil 100 espectadores y las ganancias serán entregadas en su totalidad para apoyar al Hospital del Niño morelense.
Dijo adiós el hombre de ojos azules y griego temperamento. El público apreció el haber aprendido esa noche que sobre todo él ama a su libertad y que la ha guardado como a una perla rara.