VIERNES 22 DE DICIEMBRE DE 2000

 


Ť Leonardo García Tsao Ť

Recuento de lo perdido

Si vamos a hablar de cineastas húngaros importantes, István Szabó sería el primer nombre de la lista. Con una filmografía que cubre cuatro décadas, el realizador se ha especializado en explorar la historia de su país en el presente siglo, a través de los avatares de individuos comunes afectados por sucesos tan convulsos como el surgimiento del nazismo. En 1992 había hecho en Dulce Emma un amargo testimonio sobre el fin del modelo socialista, y hace dos años concluyó su proyecto más ambicioso, El amanecer de un siglo.

El título en castellano es inexacto, para no variar. Pues Szabó pretende ilustrar no sólo el amanecer sino también el crepúsculo. Es la historia húngara en el siglo XX resumida en una saga familiar, la de los Sonnenschein, que inicia cuando el patriarca judío Emmanuel (David de Keyser) establece en Budapest su exitosa fábrica del tónico Elíxir del Sol a partir de la receta secreta de su padre. El cineasta describe los esfuerzos de sus descendientes por asimilarse a una sociedad básicamente antisemita, en tres períodos marcados por la intolerancia: el imperio austro-húngaro, el nazismo y el stalinismo.

En forma respectiva, el juez Ignatz, su hijo Adam y su nieto Iván -todos interpretados por Ralph Fiennes con el mismo aire de tímida indignación--descubrirán que será inútil cambiar el apellido Sonnenschein por el húngaro Sors, convertirse al catolicismo, o tomar parte activa en las purgas antifascistas: igual se seguirán sintiendo como colados a la fiesta del poder y la aceptación social. Además, los tres sufrirán de amores prohibidos en una especie de maldición adjunta. Ignatz inicia la tradición al enamorarse de y casarse con su prima Valerie (Jennifer Ehle), adoptada como hermana desde la infancia. Después Adam tendrá un amasiato culposo con su cuñada Greta (Rachel Weisz), e Iván repetirá el esquema con la camarada Kovacs (Deborah Kara Unger), esposa de un influyente líder del partido.

Las tres horas de duración de la película no son suficientes para las intenciones de Szabó (en principio, el guión estaba pensado para una miniserie, quizás un formato más adecuado). Uno solo de esos momentos históricos -según lo demostró con su lúcida trilogía protagonizada por Karl Maria Brandauer--hubiera requerido un largometraje completo para su satisfactorio desarrollo. El resultado peca, pues, de esquemático. No desciende a la cursilería superficial de Claude Lelouch en La melodía de la vida (1981) pero tampoco alcanza la épica intimista lograda por Edgar Reitz en Heimat (1984), por mencionar dos ejemplos opuestos.

Ante los grandes huecos de su relato, el cineasta pretende llenarlos con una narración pronunciada en off por el personaje de Iván y el uso rutinario de pietaje documental (mezclado forzadamente con recreaciones en blanco y negro). Sin embargo, la concesión más grave es el remplazo de su sensibilidad metafórica por una necesidad discursiva, con diálogos que insisten en explicar el tema mismo de El amanecer de un siglo. Así, el único superviviente de la familia resume al final su historia como una historia de pérdidas -de valores e ideales, así como de afectos--representadas en un par de legados del abuelo: un reloj dorado y la receta secreta.

Si bien no ha sido la voluntad de Szabó, la cinta es además la ilustración de otra pérdida, la del cine húngaro y, en general, de la película de arte europea. De ese cine que en los años 60 y 70 deslumbraba al circuito de festivales y cineclubes con su inconfundible identidad cultural, su compromiso político, y del cual ahora sólo quedan vestigios en el reino de las coproducciones. Producida por compañías de cinco países, El amanecer de un siglo representa qué tanto debe conceder un realizador de prestigio para acceder al vago concepto de un público internacional, malacostumbrado por la influencia hollywoodense. La cinta está hablada en inglés por un reparto de actores británicos y norteamericanos; mientras los intérpretes húngaros -como Péter Andorai--están relegados a papeles incidentales y mal doblados. Eso lleva a absurdos como el que la defensa de su idioma por parte de Valerie, el personaje más fiel a sus raíces, esté pronunciado en inglés.

EL AMANECER DE UN SIGLO

(Sunshine/ A napfény ize/ Ein Hauch von Sonnenschein)

D: István Szabó/ G: István Szabó, Israel Horovitz, basado en un argumento de István Szabó/ F. en C: Lajos Koltai/ M: Maurice Jarre/ Ed: Michel Arcand, Dominique Fortin/ I: Ralph Fiennes, Rosemary Harris, Rachel Weisz, Jennifer Ehle, Deborah Kara Unger/ P: Alliance Atlantis, Serendipity Point Films, Kinowelt con la participación de Film Four y el apoyo de FilmFernsehFonds Bayern, Eurimages. Hungría-Canadá-Alemania-Austria-Gran Bretaña, 1999.

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