Ť Mantiene el Ejército dos posiciones en sus tierras
Cumple la gente de Guadalupe Tepeyac casi 6 años desterrada
Ť La comunidad, abandonada y en ruinas; piden los lugareños que se les devuelva, como condición para dialogar con el gobierno
Hermann Bellinghausen, enviado, Guadalupe Tepeyac, Chis., 22 de diciembre Ť Los pobladores originarios y legítimos de esta comunidad, hoy abandonada, en ruinas y aparentemente muerta, llevan cinco años y diez meses de exilio en las montañas de la selva Lacandona. Mismo tiempo que llevan aquí dos posiciones del Ejército federal, en los extremos del poblado. No existe información oficial al respecto, pero según los cálculos más conservadores, en ellas se asienta al menos medio millar de efectivos castrenses, y se despliega un poderoso arsenal de artillería ligera y pesada, así como una gran cantidad de vehículos de asalto y combate.
"Tenemos que llegar de vuelta a nuestro Guadalupe. A ver cómo, eso sí", dice a La Jornada uno de los siete tepeyaqueros, personas mayores, hombres y mujeres, que "se acercaron a La Realidad" para hablar de su situación de desplazados y exigir, una vez más (lo han hecho tantas), que les devuelvan su pueblo y sus tierras.
Hace apenas un mes se terminaron las obras del nuevo cuartel de la Secretaría de la Defensa Nacional en el que fuera un muy identificado pueblo zapatista. El primero, de hecho, que dio la cara al mundo en 1994, cuando el EZLN entregó al general Absalón Castellanos Domínguez ante las cámaras de televisión, poco antes de las negociaciones de San Cristóbal. Hoy es uno de los siete puntos que los zapatistas exigen que se desmilitarice, como una de las condiciones para iniciar un diálogo con el gobierno federal.
Pese a las promesas del presidente Fox, de Tepeyac no se ha retirado un solo soldado. Dentro de sus instalaciones se realizan prácticas con normalidad; sus convoyes circulan por los caminos, y siguen utilizando las tierras y los recursos del ejido. "Este Presidente lleva 20 días que se sentó y no tenemos nada". Una mujer interrumpe: "Es lo que queremos ver: que cumpla.
"Vemos muy desconfiados", dice otro de los señores. "Los soldados no se van. Desde que el Ejército ocupó el poblado, tiró los cafetales, se acabó la madera y destruyó la construcción de nuestras casas".
El desplazamiento de 1995
Luego de ser desplazadas por las tropas federales el 9 de febrero de 1995, las familias tojolabales de Guadalupe Tepeyac se han refugiado sucesivamente en cuatro comunidades distintas, y ahora la mayor parte vive en el "nuevo poblado" que edificaron con tablas y piedras en tierras que les prestaron compañeros de otro ejido del municipio autónomo San Pedro de Michoacán, montaña adentro. Unas cuantas familias más quedaron en una comunidad de las tierras altas.
Toda esta gente, unas 80 familias, espera con impaciencia ya larga que termine el "castigo" que sufrieron durante casi todo el sexenio de Ernesto Zedillo, y que hoy continúa.
"Duele la barriga", dice otro hombre, al acordarse del éxodo. "Vivíamos hasta 40 en una sola cocina, sin pertenencias, nada. Nos nacieron varios niños en el camino, ya hablan y andan, y se nos murieron viejitos que no lo aguantaron el sufrimiento. Allí donde estamos es prestadito. Nos vamos a ir, en cuanto esté limpio nuestro pueblo.
"Cuando ya no estén prostitutas, soldados ni policías, entonces regresamos", interviene una de las mujeres.
"No queremos verlos. Tepeyac no es un cuartel, no es de los soldados", agrega el más joven de los hombres, quien no obstante ya debe tener nietos. "Hemos puesto todo en la resistencia. No queremos estar con ellos. Nos hicieron mucho daño. Se quedaron con las tierras y las aguas".
"Nos quitaron 5 mil hectáreas aproximadamente, cerriles y laborables. Estaban parceladas, y tocaban 20 hectáreas por familia. Ora está abandonado. Perdimos el café, el maíz que sembrábamos, el frijol y algunas plantas de caña y plátano; nosotros consumimos eso", dice el que parece de más autoridad. "Teníamos potrero, lo perdimos con el ganado y los caballos".
"Las gallinas", interrumpe en una exclamación una señora, "y todos los animalitos, los marranos", y se lleva las manos del regazo a las sienes, con fuerza.
Fundado entre 1947 y 1948 por un primer grupo de ocho familias, número que pronto se duplicó, el pueblo llegó a ser una importante comunidad de las cañadas de Las Margaritas. En la década de los 80 se unió el Comité Clandestino Revolucionario Indígena, y después del levantamiento, en enero de 1994, se convirtió en el primer lugar de encuentro entre el zapatismo y la sociedad civil del país.
Pueblo de gente orgullosa, libre y muy organizada, es un emblema de la resistencia. Han construido tres pueblos en medio siglo. Hoy viven de prestado, en terrenos escasos, para cultivar sólo el maíz de su subsistencia.
"Todos estos años, además que nos quitaron el pueblo, nos han estado molestando los soldados en los caminos. Nos han estado baje y baje cuando pasamos, interrogándonos, revisándonos", dice el menos viejo del grupo de tepeyaqueros.
Y otra mujer: "Antes teníamos preparado nuestro cemento, electricidad, tubería. Ora vivimos sólo con lo que da el cerro. Vemos que crecen los niños, les damos la comida que podemos; no hay trabajo ni dinero. Las que eran muchachitas ya están teniendo hijos".
El de mayor edad aparente bromea: "Ya tuviéramos nietos soldaditos si nos hubiéramos quedado".
Y agrega, a modo de conclusión: "Vamos a regresar cuando se hayan ido todos los que nos invadieron".