JUEVES 28 DE DICIEMBRE DE 2000
Ť José Antonio Rojas Nieto Ť
El Congreso frente al precio del petróleo y del gas natural
Una vez más, una parte fundamental de la discusión sobre los proyectos de Ley de Ingresos, de Presupuesto de Egresos y, evidentemente, de la miscelánea fiscal, gravita en torno al precio estimado o presupuestado (nunca es lo mismo). Justamente por ello, y considerando la alta volatilidad de este precio, el Congreso debe ser muy reflexivo y muy prudente al determinar la cotización del crudo mexicano de exportación que se asocie al presupuesto gubernamental del año 2001. Ser reflexivo lo obliga a considerar, al menos, seis hechos que determinarán el nivel del precio del petróleo en el mercado internacional los siguientes meses: 1) el menor nivel esperado de la dinámica económica mundial que supondrá -sólo por ello- una tasa de crecimiento de la demanda de crudo más baja que en 1999 y 2000; 2) la especialmente alta demanda estacional de petrolíferos de los dos primeros meses del año 2001, derivada de un invierno muchos más frío en América del Norte y en Japón; 3) el comportamiento más disciplinado que podemos esperar de una OPEP determinada a defender mucho más sus cotizaciones frente a la eventual y drástica caída de precios que pudiera derivarse de una evolución más moderada de la demanda; 4) la delicada situación de las exportaciones de Irak, que pudieran desequilibrar la relación oferta-demanda si no se observa y atiende bien su comportamiento; 5) el manejo de los todavía bajos inventarios por parte de los grandes consumidores de la OECD; 6) finalmente, y como elemento sorpresivo de la actual coyuntura petrolera internacional, la evolución de los precios del gas natural, cuyo alto nivel actual tiende a elevar la cotización de los petrolíferos que lo sustituyen, sobre todo en los sectores residencial y comercial para la calefacción, y que constituyen lo que los especialistas en gas natural denominan el corazón duro de la demanda.
Y ser prudentes obligaría no sólo a analizar con cuidado esos elementos y tener sensibilidad al comportamiento actual del mercado, sino tomar decisiones en consecuencia. Se pueden sugerir tres: 1) incorporar cuanto antes al presupuesto una hipótesis sobre el precio medio del gas natural, pues en este rubro -como muy bien pueden explicar los técnicos de la Secretaría de Hacienda- hay un volumen muy importante de impuestos que se puede estimar en función del precio presupuestado del gas natural; 2) determinar al menos dos escenarios -uno alto y otro bajo- de precios del crudo y del gas natural, de manera que el gobierno no sólo sepa qué hacer ante la eventualidad de un nivel de precios del crudo y del gas natural superior o inferior al presupuesto, sino que lo haga en términos de lo aprobado por el Congreso (cotizaciones de 23, 20 y 17 dólares por barril para el caso de la mezcla mexicana de exportación; y de 6.50, 5.00 y 3.50 dólares por millón de BTU para el gas natural en el sur de Texas pudieran ser discutidas en ambos casos para esos tres escenarios); 3) finalmente, elaborar un calendario presupuestal sobre la evolución trimestral de estas cotizaciones en los tres escenarios, justamente para impedir manipulaciones toscas y aberrantes, como la realizada por la Secretaría de Hacienda en los dos primeros trimestres del año pasado, en los que supusieron un precio muy superior al presupuestado (16 dólares por barril en ese caso) para socavar y manipular al antojo del Ejecutivo la determinación del Congreso -sin duda con el fuerte apoyo de la Comisión de Energéticos que fue adquiriendo una solvencia técnica creciente- de abrir un Fondo Petrolero de Contingencia, que pese a dichas manipulaciones de la Secretaría de Hacienda, logró reunir cerca de mil millones de dólares en este año que termina. Nada podría ser más satisfactorio en estos momentos que ver a un Congreso cada vez más fundamentado y responsable al tomar sus decisiones. De veras que sí.