LA MUERTE DE FERRONALES
Después de una larga agonía, Ferrocarriles
Nacionales de México murió ayer por decreto aprobado de manera
unánime en el Senado. La historia del servicio ferroviario nacional,
cuya red primaria de tránsito fue montada en el porfiriato, destaca
por un marcado desinterés de los gobiernos por ofrecer un servicio
de transporte público eficiente, independientemente de los esfuerzos
por reactivarlo con inversión privada o los insuficientes subsidios.
El apogeo de la industria automovilística llevó
a los diferentes gobiernos a menospreciar el transporte por tren, siendo
la alternativa de inversión pública la construcción
de carreteras. De tal suerte, con el paso de los años, Ferronales,
invadido por la corrupción y los malos manejos, se fue hundiendo
en la ineficiencia y el olvido.
Hasta en los países más industrializados,
está comprobado que el tren de pasajeros no es negocio, sobre todo
si se le compara con otros medios de transporte mucho más veloces.
Aun así, los subsidios por parte de los gobiernos de estos países
mantienen este servicio como un bien público de primer nivel.
En contraparte, y aun con la privatización del
sistema, en nuestro país nunca se dio cumplimiento a la promesa
del gobierno de ofrecer un servicio de pasajeros para beneficio de las
comunidades aisladas que no disponen de otro medio de transporte. En realidad,
el servicio ferroviario nacional fue abandonado, en toda la extensión
de la palabra.
La extinción de Ferronales ilustra la incapacidad
gubernamental de establecer una infraestructura básica tanto ferroviaria
como de carreteras. Destapa la falta de compromiso con los millones de
mexicanos que encontraban en el tren su única posibilidad de transporte.
El fracaso de un proyecto que bien pudo haber sido exitoso,
y que resistió el menosprecio del gobierno durante décadas,
es un reflejo más de la irresponsabilidad del Estado mexicano en
materia social, de la incongruencia entre lo dicho y lo hecho. El dictamen
por el que se extinguió definitivamente la paraestatal cerró
la página de una de las historias más decepcionantes y malogradas
en el México posrevolucionario. |