VIERNES 29 DE DICIEMBRE DE 2000
Ť Marcos Roitman Rosenmann Ť
Ricos y pobres
No es fácil asumir en este periodo de grandes transformaciones tecnológicas, de avalancha consumista y de terceras vías, la persistencia de relaciones de explotación. Sin embargo, estas siguen determinando la marcha del mundo. No han desaparecido, se han profundizado.
Lamentablemente y a pesar de constatarse un mayor grado de explotación a nivel global, muchos científicos sociales han preferido desviar la atención hacia estudios menos comprometidos, pero más rentables. Me refiero a los análisis derivados de diseccionar la pobreza. Ubicada como la principal causa de injusticia, eclipsa las relaciones de explotación a la hora de explicar los fundamentos políticos vigentes en el orden neoliberal.
Estudios sobre pobres y pobreza proliferan entre académicos y funcionarios internacionales pertenecientes a Naciones Unidas y Fondo Monetario Internacional, así como a los bancos Mundial e Interamericano de Desarrollo, entre otras instituciones. Todos ellos están preocupados por explicar cómo viven, se reproducen, mueren y sobreviven los pobres e indigentes. Estadísticas confeccionadas sesudamente identifican cuáles son su número, posesiones y ubicación en la escala de pobreza. Los clasifican según ingresos en pobres extremos, medios, altos, bajos, con camisa, sin pantalón, sin zapatos... Amén de otras que omito por rubor, son formuladas por este nuevo tipo de profesionales que viven de la pobreza y sus estudios. De la pobreza se vive bien. Sobre todo si no se es pobre. Sin ir mas lejos, veamos en un estudio sobre pobreza.
A continuación establecemos una diferencia entre pobreza moderada y pobreza extrema. Una aproximación funcional a esta diferencia sería decir que la pobreza extrema es condición absoluta, mientras que la pobreza moderada es una condición relativa. Los extremadamente pobres son los que no pueden proveerse una alimentación suficiente que les permita desempeñarse adecuadamente. Las personas desnutridas son más vulnerables a las enfermedades, corren riesgo de desarrollar diferencias antropométricas, en ocasiones son apáticas, y en general, son menos capaces de llevar una vida sana con la suficiente energía para desempeñarse de manera satisfactoria en la escuela o mercado de trabajo. En este sentido, la pobreza extrema es constante en el tiempo y, dentro de ciertos límites, en el espacio. Los moderadamente pobres, por otro lado, no pueden satisfacer necesidades que, en el nivel de desarrollo del país, se consideran básicas. Sin embargo, su situación es fundamentalmente distinta, en el sentido de que su nivel de alimentación y de salud les permite participar de modo activo en el mercado de trabajo, aprovechar las oportunidades, tener mas movilidad y afrontar más riesgos. Su pobreza es relativa. Por desgracia, es inevitable cierta ambigüedad, ya que es imposible trazar una línea clara entre los individuos que como resultado de su nivel de nutrición pueden desempeñarse adecuadamente y los que no pueden hacerlo.1
Esta parafernalia excluye las relaciones sociales de explotación del origen que provoca el estado de pobreza social. Su objetivo es mostrar el tipo de relación que se genera entre la pobreza y el mercado, a fin de permitir una inclusión de los pobres a un consumo marginal por la vía de una participación excluyente. Es el llamado capitalismo popular de Hernando de Soto. Llegamos así a los postulados de Adam Smith:
No es la benevolencia del carnicero, del cervecero o del panadero la que nos procura el alimento, sino la consideración de su propio interés. No invocamos sus sentimientos humanitarios sino su egoísmo; ni hablamos de nuestras necesidades, sino de sus ventajas. Sólo el mendigo depende principalmente de la benevolencia de sus conciudadanos, pero no en absoluto. Es cierto que la caridad de gentes bien dispuestas suministra la subsistencia completa; pero, aunque esta condición altruista le procure lo necesario, la caridad no satisface sus deseos en la medida en que la necesidad se presenta: la mayor parte de sus necesidades eventuales se remedian de la misma manera que las de otras personas, por trato, cambio o compra. Con el dinero que recibe compra comida, cambia ropa vieja que se la da por otros vestidos mas viejos también, pero que le vienen mejor, o los entrega a cambio de albergue alimentos o moneda, cuando así lo necesita.2
Pablo González Casanova escribió en 1969 Sociología de la explotación, texto fundamental para comprender las estructuras de dominio y explotación prevalecientes en las sociedades contemporáneas. En él, pone al descubierto qué ocurre cuando se excluyen las relaciones de explotación del análisis: produce falsos diagnósticos que reducen los problemas de poder, desigualdad y desarrollo a una asimetría entre ricos y pobres. Permítaseme una cita in extenso:
Ni la igualdad, ni la libertad, ni el progreso son valores que estén mas allá de la explotación. En efecto, junto con la desigualdad, el poder y el desarrollo son parte de la unidad que forma la relación de explotación. En estas condiciones el análisis de la desigualdad aparece indisolublemente vinculado a la relación social determinada de los explotadores y explotados.., y todas las características con que se mide la desigualdad, que caen bajo la categoría primitiva de riqueza, quedan ligadas a la relación: capital-dinero, la técnica, la industria, los ingresos, el consumo, los servicios. Del mismo modo están ligadas con la relación de explotación las características que quedan bajo la categoría primitiva de poder: los soberanos y súbditos, los gobernantes y gobernados, las élites y las masas, los países independientes y dependientes. Otro tanto ocurre con las nociones de progreso, el desarrollo y el desenvolvimiento. Cualquiera de estas características o conceptos se entiende sólo cuando se vincula la relación de explotación, y cualquier problema sobre ellos, cualquiera pregunta que intente ser respondida en forma concreta y comprehensiva se tiene que vincular a la relación. El porqué de la desigualdad se explica por la relación entre propietarios y no propietarios, el para qué del poder, el desarrollo para quién. Pero entonces la desigualdad no aparece como un fenómeno natural, o individual o metafísico, sino como un fenómeno ligado a la explotación y concretamente a la relación social determinada entre los propietarios de los medios de producción y los no propietarios. Las relaciones de fuerza y poder -la libertad y la falta de libertad- no aparecen tampoco como fenómenos naturales, o individuales o metafísicos, sino como fenómenos históricos ligados a la relación social de explotación entre propietarios y desposeídos; el progreso tampoco aparece como un fenómeno natural, individual o metafísico, sino como un fenómeno vinculado a la relación de explotación, a las clases que a lo largo de la historia se benefician de él, se lo arrebatan. Entonces un valor que está en la base de los anteriores que es el de la justicia -ya no aparece como natural, individual o metafísico-, ni como un problema de redistribución de la riqueza o el poder, sino ligado a un fenómeno diario y cotidiano, la imposibilidad de que existiendo la relación de explotación y la propiedad privada de los medios de producción haya justicia, o libertad, o igualdad, o desarrollo que no estén limitados por la relación, por la explotación, siempre presente y recurrente como la petite phrase de Swamm.3
Por ello, al incorporar las relaciones de explotación a los estudios sobre desigualdad, desarrollo y poder cambia se cambia el perfil del problema, la pobreza pierde la centralidad del debate en favor de la explotación. Las actuales investigaciones sobre la pobreza en América Latina validan verdaderos valedores del mantenimiento del colonialismo interno. Por consiguiente, mientras no se plantee superar las relaciones de explotación, la pobreza seguirá existiendo. Sin dicha consideración no es posible plantearse un orden social fundado en la justicia social, la igualdad y la democracia política.
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1 Levy, Santiago. ''La pobreza en México'', en Vélez, Félix (comp.). La pobreza en México. Causas y políticas para combatirla, ps. 19-ss.
2 Smith, Adam. Investigación sobre la naturaleza y causa de la riqueza de las naciones, p. 17.
3 González Casanova, Pablo. Sociología de la explotación, ps. 30-31.