VIERNES 29 DE DICIEMBRE DE 2000

Horacio Labastida

Fin de año: Ƒen dónde estamos?

Por alguna causa sutil y misteriosa, escribió Isidro Fabela a Lázaro Cárdenas cuando afanosamente reunía en Cuernavaca la historia documental de Venustiano Carranza, los fines de año renuevan en el alma de los hombres la esperanza de hallar, a la vuelta de diciembre, un futuro generoso, bueno y justo para todos, sin excepción alguna, y también por otra misteriosa causa, agregaba, tal esperanza nos hace traer el pasado al presente y hacer preguntas que a las veces no encuentran respuestas precisas y verdaderas, pues escudriñar en la historia la prefiguración del futuro suele llenarnos de aperplejantes temores. Y estas reflexiones del eminente maestro universitario y representante de México en la Liga de las Naciones y en la Organización Internacional del Trabajo (1937-40), nos resultan acuciantes porque luego de la caída del sistema priísta el pasado 2 de julio, no se despejan aún las incógnitas que rodean el porvenir de México.

ƑNo estamos siendo víctimas de los faraónicos poderes que atrás de sugerentes y engañosas escenografías a la vista, mueven el destino de los pueblos sin consultar opiniones y desde luego sin esperar la aceptación de lo que se les impone? En Asia y en Europa hay acontecimientos que las metrópolis del dinero y las armas, a toda costa han buscado ocultar en lo que tienen de perversos y condenables. Corea y sus casi 26 millones de habitantes esclavizados por Japón durante 35 años, en los fines de la Segunda Guerra Mundial fue dividida en dos partes, según lo acordado en Potsdam, conferencia celebrada poco antes de la derrota del Imperio del Sol Naciente. Claro que sin oír a nadie, los aliados estipularon que los ejércitos de Hirohito se rindieran a los americanos en el sur y a los soviéticos en el norte, y a partir de este momento la tremulante nación peninsular del sudeste oriental se vio tan enajenada como lo había estado durante la dinastía Li, entregada al mando de los manchúes sínicos, o en la larga época en que fue explotada por los acaudalados nipones. Su sino la llevaría a la cruel y sangrienta guerra en que se enfrascaron entre 1950 y 1953 las divisiones de Mao Tse Tung y los cascos azules que comandara el general MacArthur, cuyos delirios lo llevaron a proponer arrasar a China con bombas atómicas, propuesta que Truman rechazó al separarlo del comando que se le había confiado; y después de las agobiantes batallas y de los miles de muertos que cubrían los campos, Corea volvió a la situación prevista en Potsdam, sin importar, repetimos, los sentimientos de los coreanos, ajenos al ordenamiento establecido por los contendientes de la guerra fría. Y el otro caso es igualmente conmovedor. La Alemania derrotada fue juguete de la alianza de los bloques antinazis. Resultó partida en la zona occidental y en la zona oriental, simbolizado tal quebrantamiento por el muro de Berlín, y estrujada, vapuleada y burlada la voluntad del pueblo hasta la caída del mencionado muro, con base en la crisis soviética que provocaría el ascenso de Boris Yeltsin y de las corporaciones acaudaladas y corruptas que hoy gobiernan la gran patria de Tolstoi y del incomparable autor de la sinfonía Leningrado (1941), el atormentado y genial Dmitri Shostakovich (1906-1975).

Hemos recordado dos muestras de cómo es posible manipular desde fuera de su conciencia a enormes masas de familias martirizadas tanto por la pobreza cuanto por la ajeneidad que las azota. No hay mayor angustia de ser otro sin dejar de ser uno mismo, o sea, vivir la plena extrañeza de lo propio sin renunciar totalmente a la identidad que nos separa de las fuerzas extrañantes; y esto es precisamente lo que ahora, en el ocaso del 2000, ansiosamente preguntamos los mexicanos: Ƒen dónde estamos?, Ƒen verdad cayó el presidencialismo autoritario y corporativo que en sus distintas fases rigió al país a partir del año trágico (1834) en que Antonio López de Santa Anna venció a la generación ilustrada de Gómez Farías y José María Luis Mora, transformando la autoridad en instrumento de elites económicas y políticas desvinculadas de los intereses nacionales, según lo acredita el largo periodo porfirista y el que, con excepción de Lázaro Cárdenas, administró al país desde la era Obregón-Calles hasta Ernesto Zedillo Ponce de León, quien felicitó al triunfante candidato Vicente Fox en momentos en que aún no se difundían los resultados del PRE del IFE?

ƑEn dónde estamos?, vuelve la inevitable interrogación, Ƒacaso nuestra historia presente y futura no es más que aparentemente nuestra? Si esto es así, obvio es que el cambio supuesto del 2 de julio no es más que un cambio de palabras, y si no es así, aparece el abismal vacío en que hoy flotamos: ninguna señal sugiere que estemos rompiendo con las férreas ataduras que desde largo tiempo asfixian nuestro sueño de autodeterminación soberana.