El término de impotencia sexual ha entrado en desuso; contiene una fuerte carga peyorativa y no describe cabalmente la complejidad de las fallas en la respuesta sexual masculina. Con mayor pertinencia se habla hoy de disfunción o de insuficiencia eréctil para señalar la manifestación más evidente de un problema que aqueja aproximadamente a 10 millones de estadunidenses (Lakin, 1988). Los investigadores Eusebio Rubio y José Díaz Martínez sugieren cuál podría ser la situación en México: "En una serie de 136 casos estudiados --apuntan--, 22 por ciento de los pacientes presentó un problema de disfunción eréctil. Al respecto el investigador galo Marc Bonnard se muestra más preciso y establece una tabla comparativa a partir de las edades de los pacientes: de 100 hombres franceses, dice, 7 por ciento padecen insuficiencia eréctil entre los 18 y 29 años; 4 por ciento entre los 30 y 39 años; 8 por ciento entre los hombres de 40; 14 por ciento entre los de 50; y 25 por ciento en los mayores de 60 años.
La definición de la insuficiencia eréctil es ya clásica y proviene de la Asociación Psiquiátrica Norteamericana: "Fracaso parcial o completo, persistente o recurrente, del hombre para obtener o mantener la erección hasta el final de la actividad sexual." Y puede ser de dos tipos: primaria, cuando el hombre no ha podido jamás tener erecciones normales o completas, y secundaria, cuando habiéndolas tenido durante muchos años, súbitamente descubre disminuida su respuesta sexual. El primer efecto de esta disminución de la respuesta sexual es, simultáneamente, una baja en la autoestima del individuo. El malestar ante la persistencia y/o agravación del problema puede conducir a estados de angustia y depresión, y este estado anímico verse reforzado por la valoración excesiva que se hace en la sociedad del rendimiento sexual viril.
Uno de los primeros problemas de la humanidad
Esta valoración tiene fuertes raíces históricas. Monnard señala huellas de un culto fálico, de un culto a la fertilidad simbolizado por un pene erecto, en pinturas rupestres de Laussel en Francia, que datan de 35 mil años antes de Cristo. Evoca asimismo los cultos al dios griego Príapo y a Osiris, divinidad egipcia, dotados ambos de una virilidad portentosa, y a quienes se dirigían miles de mujeres ansiosas de ver incrementado el vigor sexual de sus parejas. Durante la Edad Media, la religión católica condujo a una estigmatización de la insuficiencia eréctil, debido a la asociación inmediata entre vigor sexual y fertilidad, y al valor simbólico del esperma como sustancia vital. Para la Iglesia católica de la época, un hombre impotente era un hombre indigno, el cual cometía un pecado o un sacrilegio al contraer nupcias y no mostrarse en condiciones de poder perpetuar la especie. Para Gregorio IX, en el siglo XIII, era motivo de invalidez del matrimonio descubrir que el cónyuge padecía este tipo de insuficiencia. Había que probar lo contrario a toda fuerza, someterse, por ejemplo, en Francia, a los llamados tribunales de la impotencia, vigentes hasta el siglo XVIII, donde un hombre debía copular con su mujer en público, bajo el escarnio y las risotadas, para probar su virilidad. Era raro que alguno saliera bien librado de prueba semejante. Dichos tribunales tuvieron que suspenderse por el número de abusos que autorizaban y por propiciar las maledicencias y calumnias de esposas despechadas que a través de ellos buscaban vengarse o separarse de sus maridos.
El sentimiento de frustración y vergüenza
que se apodera de quien sufre insuficiencia eréctil tiene incluso
ecos en la literatura antigua, en el poeta latino Ovidio, por ejemplo,
quien en su libro Amores refiere: "Esta muchacha la tuve entre mis
brazos, y ¡nada, desgraciadamente nada! ¡Qué fiasco!
Yacía lamentable en el lecho en reposo. Yo la deseaba, ella estaba
deseosa, ¡Y no pude blandir este delicioso miembro!. Mis lomos estaban
cansados (..) Mi miembro, petrificado, adormecido, como envenenado por
la cicuta que hiela, tuvo que renunciar antes del final. Yo yacía
a lado de ella, tronco inerte, apariencia vacía, masa inútil."
Recuperar el vigor de la confianza
Según los sexólogos Masters & Johnson, la primera causa de la disfunción sexual es el miedo, el miedo a no rendir, a no mostrarse a la altura de las circunstancias amatorias. El miedo inhibe, y el efecto de esta inhibición inhibe todavía más. Así comienza el círculo vicioso del sentimiento de impotencia. Por esta razón se ha insistido tanto en ubicar las causas de la disfunción en un trastorno psicológico, aunque hoy se sabe que los aspectos puramente fisiológicos, las enfermedades cardiovasculares, la diabetes, o las adicciones al alcohol, al tabaco y las drogas, juegan un papel posiblemente más decisivo en la insuficiencia sexual. Se ha demostrado con mediciones de la respuesta sexual durante el sueño, que al producirse repetidas veces la erección involuntaria, casi siempre puede descartarse una anomalía fisiológica y comenzar a tratar al paciente por medio de una psicoterapia. La ciencia muestra hoy avances considerables, desde la inyección de sustancias benéficas (la papaverina o el alprostadil) en los cuerpos cavernosos del pene para incrementar la irrigación sanguínea y asegurar la erección, hasta la ingestión de píldoras como el Viagra (sildenafil), cuyos resultados, después de una polémica inicial muy agitada, se muestran hoy alentadores. Lo importante ante cualquier trastorno de la respuesta sexual es consultar primeramente a un médico, de preferencia un urólogo, quien mediante diversas pruebas sabrá identificar las causas del padecimiento y proponer un tratamiento adecuado. Uno de los aspectos inhibidores de la respuesta sexual es también el temor a no poseer un pene de tamaño adecuado. La pregunta inmediata del médico será, ¿adecuado para qué? Es conocido que la elasticidad de la vagina le permite adaptarse a cualquier tamaño de pene, y que es en el primer tercio de su extensión donde se concentran los puntos de excitación principales. Esto debiera disipar muchos temores, o al menos favorecer su discusión abierta. Esto sería en todo caso un buen inicio de terapia y de una recuperación satisfactoria.
Bonnard, Marc. La sexualidad masculina, plenitud, debilidades y lo último sobre el Viagra. Ed. Diana, 1998.
Rubio, Eusebio; Díaz Martínez, José. Las disfunciones sexuales, en Antología de la sexualidad humana III, Porrua/Conapo, 1994.
Paley, Peggy. El libro del pene, Ed. Planeta, 2000.