MIERCOLES Ť 3 Ť ENERO Ť 2001
Gustavo Leal F. Ť
Cuatro palabras: salvar la seguridad social
Organizaciones del sector privado han puesto a consideración del gobierno diferentes proyectos para la reforma de los servicios de medicina familiar. Durante la gestión del actual senador priísta Genaro Borrego en el IMSS, se contempló: constituir módulos de cinco médicos, una asistente médica y enfermera; adscribirles una población base de mil 800 derechohabientes por médico; que el usuario-paciente cuente con la posibilidad de elegirlos; que el horario de atención se extienda a 24 horas continuas ya sea en forma presencial en el consultorio, en el domicilio del usuario-paciente o por teléfono; que los pacientes posoperados -egresados en forma temprana- sean vigilados domiciliariamente por su médico familiar, así como los enfermos crónico-degenerativos y aquellos que ameritaran procedimientos especiales ambulatorios y que el control médico-administrativo se lleve a cabo a través de redes computacionales operadas por el médico, la asistente y la enfermera.
Este proyecto, que ya ha sido "piloteado" en unidades del IMSS, pretende elevar la "calidad" del servicio al fomentar la "competencia interna"; identificar "mejor" al usuario-paciente con el equipo de salud y "acrecentar" el ingreso de los médicos familiares.
Pero resulta que la oferta de pagar al médico familiar por cada usuario-paciente que lo elija (capitación), se materializaría después de atender mil 800 pacientes y la cuota fija que recibiría por cada procedimiento domiciliario efectuado no podría exceder cuatro acciones mensuales. Por tanto, mientras el salario pudiera aumentar según el "carisma-médico", la atención domiciliaria para la quinta intervención y subsiguientes correrían "gratuitamente" por cuenta del módulo de medicina familiar en "competencia" con otros.
Además, cada módulo podría absorber el número de derechohabientes que, en promedio, atiende hoy toda unidad médica dotada de siete consultorios. Es decir: 14 médicos en dos turnos, seis enfermeras, más todo el personal administrativo de intendencia y mantenimiento que se hace cargo de la operación normal de la unidad. Por si no fuera suficiente y dado el abrumador desempleo de galenos, contratar médicos de 24 horas podría traducirse en que el IMSS "compactara" dos plazas de médico familiar.
El considerable ahorro para el IMSS habría de reflejarse, también, sobre los costos en las prestaciones de ley. Pero Ƒserían "ahorros" en beneficio del paciente o sólo de las "finanzas" institucionales, que tanto alborozo producían a Ernesto Zedillo?
Es claro que la saturación del médico familiar poco favorecería brindar servicios de "calidad". Y aun suponiendo que se pretendiera incrementar el salario de los médicos, como pregonó sin pausa el ex director del IMSS, Mario Luis Fuentes, ellos sólo podrían aspirar, si acaso, a 50 por ciento extra, lo que nunca correspondería con el número de horas efectivas que demandaría la adecuada atención clínica de š3 mil usuarios-pacientes!
Esos proyectos no mejoran ni la calidad ni la oportunidad de la atención: naturalizan la saturación del médico familiar, su desgaste físico e intelectual. No contemplan, por ejemplo, suplirlo cuando vacacione o acuda a cursos de actualización. En esos casos, la población cubierta quedará en responsabilidad del "módulo competitivo".
Como la "Cruzada de la Calidad de los Servicios de Salud", a cargo del subsecretario foxista de la Ssa, Enrique Ruelas, este tipo de propuestas soslayan deliberadamente que la verdadera calidad depende, con mucho, de la preparación continua de los médicos, de su salud física y mental y, sobre todo, de su satisfacción en el trabajo.
No todos los médicos son mercaderes. El espejismo de ganar unos cuantos pesos más (esquema alineado de "incentivos"), a cambio de infartos masivos por condiciones laborales estresantes, sólo caben en los "modelos cibernéticos" de la "nueva" Organización Mundial de la Salud (OMS) de la doctora Brundtland, y en los diseños de "expertos médicos" que jamás han pisado un consultorio o, que en los últimos treinta años, ni siquiera los han "supervisado".
Más allá de los llamados foxistas a "democratizar la salud" como "eje" de una política sexenal en la materia, los urgentes ajustes que demandan los servicios de medicina familiar -como todo el Sistema Nacional de Salud- están obligados a elevar la calidad y la oportunidad clínica. Pero para ello no cabe argüir tan sólo criterios abstractos de "optimización" y "abatimiento general de costos" que, según muestra la experiencia internacional, operarían justamente en sentido contrario: en menoscabo de la verdadera calidad de la atención.
Ť Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco