VIERNES Ť 5 Ť ENERO Ť 2001
Luis Javier Garrido
El video
Las primeras semanas de Vicente Fox en Los Pinos han transcurrido, como era previsible, con el nuevo gobierno tratando de controlar el aparato de Estado, pero mostrando una absoluta debilidad frente los conflictos que aparecen y los intereses del antiguo régimen priísta, lo que muchos no suponían luego de las enérgicas promesas de campaña, todo lo cual genera una gran incertidumbre.
1. El nuevo siglo se inicia en México con una paradoja, la de un nuevo régimen político que sigue aplicando los mismos programas económicos del precedente y que parece estarse sometiendo a los intereses creados, sin evidenciar más preocupación que la de terminar con lo que queda del PRI a escala local o sectorial. El gobierno de Fox parece haber limitado el cambio a la idea de liquidar los restos del PRI, olvidándose que lo que el priísmo representó históricamente se está recomponiendo en el nuevo gobierno.
2. ƑO qué acaso por el hecho de haberse terminado el predominio electoral del PRI en el ámbito nacional están dejando de ser hegemónicos los intereses que éste defendía, o se han terminado las prácticas políticas del antiguo régimen? ƑQué no hay ya corporativismo ni mecanismos de control sobre los medios?
3. Los primeros días de gobierno han entrañado múltiples pruebas, que están revelando no sólo eñ "estilo personal de gobernar" de Fox, sino los compromisos que tiene: desde las situaciones más apremiantes, como la aplicación de la ley a sus predecesores y la penetración del narcopoder en las estructuras del Estado o el propio desmantelamiento del sistema de partido de Estado, hasta los problemas más inmediatos que fueron apareciendo como la aprobación del presupuesto o la crisis de Tabasco, en los que se ha visto una actitud poco clara y decidida del nuevo equipo gobernante, y un cierto desdén hacia la legalidad del país.
4. El escenario del siglo xxi no aparece en México como muy diferente del que prevalecía en el siglo anterior, y basta para verlo el ejemplo de un Carlos Salinas y de un José Córdoba, el Montesinos de México, que siguen tan campantes porque saben que sus intereses se hallan protegidos porque se aplican los mismos programas neoliberales y las mismas políticas de encubrimiento del pasado, y las acciones enérgicas se hacen esperar, como acontece en el caso de Chiapas.
5. El gobierno foxista no ha cumplido aún cabalmente, luego de todas estas semanas, con las tres señales mínimas que demandó el EZLN para iniciar "un diálogo verdadero" que pueda llevar a "una paz justa, firme y duradera", y que en múltiples ocasiones a lo largo de su campaña el candidato Fox ofreció llevar a cabo, y esto no se puede ocultar. El país aguarda aún el retiro del Ejército de siete posiciones militares, la liberación de los zapatistas detenidos y el reconocimiento constitucional de los derechos y la cultura indígenas en términos de la ley Cocopa, y el gobierno no da señales claras, pues en su primer día ordenó el retiro de los retenes y ahora está restableciéndolos, como en el caso de Amparo Aguatinta que insiste en mostrarlo la televisión.
6. El nuevo gobierno ha querido insistir desde un principio en lo que estima fueron sus éxitos de campaña en materia de medios y ha asumido que lo importante no son los actos de gobierno, sino lo que la gente estima que son, de ahí su preocupación por la radio y la televisión. Al no sentirse en la posibilidad de hacer cambios profundos por sus compromisos tanto con los organismos financieros como con el gobierno anterior, Vicente Fox está limitándose a tratar de imponer a toda costa la idea del cambio, terminando por confundir comunicación con propaganda. La consecuencia es que han seguido los comerciales publicitarios oficiales que caracterizaron a los últimos gobiernos priístas en un derroche innecesario de recursos y que las declaraciones sobre "los nuevos tiempos" y "el cambio" se multiplican, pero que en la realidad muy poco está cambiando.
7. La cuestión central no es sólo que a un país no lo pueden gobernar los publicistas, los encuestadores y los hacedores de imagen para ocultar que las prácticas políticas siguen siendo las mismas del antiguo régimen y que los ofrecimientos de campaña no se están cumpliendo, sino que el nuevo gobierno está dando muestras muy rápidamente de una falta de percepción sobre las demandas de la sociedad y las medidas que urge tomar para enfrentar la crisis social. No es de extrañar por ello que se empiece a hablar de la incompetencia del nuevo equipo gobernante y que exista en muchos sectores una gran desconfianza sobre los ofrecimientos verbales de los altos funcionarios, como acontece en el caso de Chiapas, donde la paciencia de las comunidades está llegando a su límite.
8. Los medios pueden también evidenciar la realidad, y esto no parecen haberlo valorado de manera suficiente los despachos de publicistas contratados por el nuevo gobierno, como tampoco los 306 comunicadores y 534 asesores que cobran en la Presidencia de la República, según el nuevo presupuesto de egresos (Milenio Diario, 4 de enero).
9. El video que muestra a la comunidad de Jolnachoj, en el municipio de San Andrés, haciendo frente de manera pacífica a los soldados para exigir su desalojo (31 de diciembre), el cual fue mostrado desde el día 1o. de enero por todas las televisoras -y que diera la vuelta al mundo-, es muy significativo de lo que está sucediendo y que no puede ocultar la propaganda oficial, pues muestra no sólo la enorme tensión que se vive en Chiapas tras tantas décadas de injusticias y de promesas incumplidas y varios lustros de ocupación militar, pero también la dignidad y entereza de las comunidades indígenas. Las imágenes en que hombres, mujeres y niños, sin más armas que unos pequeños avioncitos de papel ("la fuerza aérea zapatista"), se enfrentaban al destacamento militar que les apuntaba con las armas en la mano, parecían repetir otra escena ya vista en otras ocasiones pero que constituye un símbolo de lo que ha de ser el cambio en el país: la resistencia civil.
10. La sociedad quiere terminar en México con todo un sistema de control y dominación, escúdese o no en las siglas del PRI, y ese cambio tiene que venir necesariamente desde abajo, como en Chiapas.