|
|
|
De modo que era ya un escritor con cinco libros
clandestinos. Pero mi problema no era ése, pues ni entonces ni nunca
había escrito para ser famoso sino para que mis amigos me quisieran
más, y eso creía haber conseguido. Mi problema grande de
novelista era que después de aquellos libros me sentía metido
en un callejón sin salida, y estaba buscando por todos lados una
brecha para escapar. Conocía bien a los autores buenos y malos que
hubieran podido enseñarme el camino, y sin embargo me sentía
girando en círculos concéntricos. No me consideraba agotado.
Al contrario: sentía que aún me quedaban muchos libros pendientes,
pero no concebía un modo convincente y poético de escribirlos.
En esas estaba, cuando Alvaro Mutis subió a grandes zancadas los
siete pisos de mi casa con un paquete de libros, separó del montón
el más pequeño y corto, y me dijo muerto de risa:
-¡Lea esa vaina, carajo, para que aprenda! Era Pedro Páramo. Gabriel García Márquez
|
La crítica no sabía dónde
ubicarse para leer aquella novela (Pedro Páramo) estructurada
mediante "tomas" que obedecían a una sintaxis cinematográfica
cuyos flashbacks y flashforwards distorsionaban la trama
novelística en todos sus posibles tejidos habituales. Carlos Blanco
Aguinaga y Mariana Frenk estuvieron entre los primeros en advertir que
la confusión estructural de las escenas deshilvanadas era de la
crítica y no de Rulfo: "Desde luego, la novela tiene una estructura
general muy estricta, aunque no aparente en ninguna separación de
partes que rompería la unidad de un momento de tiempo que es toda
la narración". "El procedimiento más audaz y revolucionario
de todos los recursos aprovechados por la nueva técnica novelística
es deliberado desorden cronológico, la dislocación de las
secuencias temporales, los cortes y saltos hacia adelante y atrás".
En otras palabras: esta novela era otra cosa.
Samuel Gordon
|
|
|