Espejo en Estados Unidos
México, D.F. domingo 7 de enero de 2001
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Editorial
 
EL MUNDO DE ALI BABA 

SOL Cinco de las principales empresas de tecnología que cotizan en la bolsa electrónica Nasdaq tienen por sí solas un valor de mercado que casi triplica al producto interno bruto de todos los países latinoamericanos en conjunto, algunos de los cuales, como México --que es incluso miembro de la OCDE-- Brasil o Argentina, son considerados miembros del pelotón de los llamados "emergentes" del subdesarrollo económico. 

Este dato revela el rápido crecimiento del ramo de las nuevas tecnologías y la transformación de la economía mundial bajo ese tremendo impacto que hace hablar de "nueva economía" pues, mientras el mercado en general, en las últimas dos décadas, crecía poco más de cinco veces, el de los productos electrónicos y cibernéticos se multiplicaba por más de 20, a un ritmo cuatro veces superior. Pero también expone claramente la enorme concentración de la riqueza --y, por lo tanto, del poder-- en manos de unas pocas compañías, cuyo peso económico y político les permite tener una influencia decisiva en los gobiernos del Grupo de los Siete (las potencias económicas más industrializadas) y enfrentar con enormes ventajas la resistencia de aquellos Estados más débiles. En este marco se puede analizar, por ejemplo, la disputa entre Estados Unidos y Brasil sobre la industria electrónica de este último país, o entre Washington, París y Berlín con respecto a la industria del entretenimiento, la cultura y el espectáculo. 

En resumen, quien conduce hoy el baile planetario es una oligarquía cada vez más reducida en número y más poderosa económicamente, pues pasa por un dinámico proceso de sucesivas fusiones y adquisiciones entre gigantes y, en una versión moderna de Las mil y una noches, controla a la vez el acceso a buena parte de la riqueza mundial en una especie de cueva electrónica de Alí Babá y tiene a su servicio a los poderosos Genios del Pentágono. 

¿Dónde quedan entonces en este panorama la democracia, la libre información, las ciudadanías, cuando en realidad el mundo absorbe el conocimiento y la versión de la realidad que estos consorcios manejan? Recordemos que la campaña presidencial estadunidense acaba de costar 3 mil millones de dólares, en cifras oficiales, para conseguir movilizar a sólo poco más de la mitad de un electorado cada vez más alejado de las decisiones. 

Es que para ser ciudadano --o sea, para intervenir activamente en la construcción del propio futuro nacional--, en primer lugar hay que estar libremente informado, y la opinión y la presión de la ciudadanía, además, deben tener canales no sólo adecuados sino también poderosos para la acción política, cosas que esta concentración de la riqueza y del poder impide cotidianamente. 

La gran industria, por supuesto, pregona la libertad y habla de que la democracia es un mundo de iguales pero, como en el 1984 de George Orwell, es evidente que hay algunos más iguales que otros. Es clara, por lo tanto, la urgente necesidad de volver a analizar no sólo el papel de los Estados, hoy disminuidos y en desventaja frente al capital financiero internacional, aparentemente omnipotente, sino también los lugares en que se puede recuperar la política para los ciudadanos y los medios adecuados para organizar redes que reconstruyan la democracia. 

 

 

La Jornada, Coordinación de Sistemas Francisco Petrarca 118, Col. Chapultepec Morales, delegación Miguel Hidalgo México D.F. C.P. 11570 Teléfono (525) 262-43-00, FAX (525) 262-43-56 y 262-43-54