LUNES Ť 8 Ť ENERO Ť 2001
Ivan Restrepo
Una autorización del INE suficientemente cuestionada
El cambio de gobierno y las fiestas navideñas hicieron ignorar una importante noticia ambiental: un juez de distrito con sede en Cancún otorgó el amparo solicitado por el grupo ecologista Save con el fin de no permitir, por ahora, ninguna obra en la costa de Xcacel-Xcacelito, Quintana Roo.
Dicho grupo fue uno de los que buscaron protección de la justicia para dejar sin efecto la autorización otorgada por el Instituto Nacional de Ecología (INE) a cinco grupos empresariales que pretenden edificar sus hoteles en un santuario de la tortuga marina.
Xcacel-Xcacelito ocupa la atención desde hace 20 años, cuando instituciones de investigación y organizaciones sociales pidieron declarar esa área reserva natural, y así garantizar el proceso de reproducción de las tortugas blanca y caguama y el hábitat de especies animales y vegetales clasificadas bajo protección especial, amenazadas o en peligro de extinción.
Sin embargo, en 1998, el entonces gobernador Mario Villanueva vendió las mejores 164 hectáreas de esa zona a cinco empresas por 4.5 millones de dólares, garantizándoles que no tendrían problema para realizar allí sus "desarrollos" turísticos. Una de las compradoras fue la española Meliá.
Aunque la autorización del INE fija numerosas restricciones a fin de garantizar la vida de los quelonios, científicos, grupos ecologistas y otras fuerzas sociales, empresariales y políticas se inconformaron, por considerar que violó la legislación ambiental. Se sumaron luego las autoridades de Solidaridad, municipio al cual pertenece Xcacel-Xcacelito. Alegan que existe falsedad en la información proporcionada por las empresas y hacen varias consideraciones de carácter social incuestionables. Por ejemplo, la construcción de los más de mil cuartos de hotel en esos sitios traerá casi dos mil trabajadores de la construcción, mil 700 ocupantes de empleos directos en los hoteles ya operando, y cerca de nueve mil empleos indirectos. Ello significa 10 mil 500 habitantes más en 18 meses y un déficit de dos mil casas habitaciones, además de los servicios públicos requeridos, los cuales deben financiarse con dinero público. Cabe destacar los enormes rezagos de todo tipo que enfrenta dicho municipio.
Aunque la oposición a darle a Xcacel-Xcacelito un destino distinto al que ahora tiene es de las más vigorosas que se recuerde en México en el campo ambiental, sorprende la insistencia de las empresas en seguir con sus planes. Alegan que no causarán daño y que realizaron a satisfacción todos los estudios de impacto ambiental exigidos por las autoridades.
De igual forma resalta la actitud del actual gobernador, más preocupado en afianzar un cacicazgo estilo Madrazo y Cervera, y aumentar su riqueza familiar (también cuenta con un hermano "incómodo"), que en defender el patrimonio natural de la entidad y evitar mayores desajustes sociales de los actuales. Y en cuanto al INE, extraña que haya concedido la autorización días antes de finalizar el sexenio anterior, dejándole a las nuevas autoridades un grave problema
En el fondo de todo puede estar la corrupción. Desde siempre ha habido la sospecha de que quien autorizó la venta de las hectáreas mencionadas, Mario Villanueva, recibió algo a cambio. Fue una práctica que él y sus colaboradores cercanos utilizaron frecuentemente y que explica cuantiosas fortunas. Una muestra: a la secretaria particular de Villanueva, presa bajo cargo de lavado de dinero, le incautaron siete inmuebles además de cuentas bancarias millonarias.
El asunto de Xcacel-Xcacelito tiene hoy otra dimensión: el amparo concedido contra la autorización del INE obliga a revisarla detenidamente y hay la promesa del nuevo secretario de la Semarnap de estudiar este y otros "desarrollos" ubicados en Quintana Roo, con la seriedad que merecen y anteponiendo ante todo la defensa de la población y el ambiente. Ojalá sea así.
De paso, convendría cambiar el nombre que, fruto del lacayismo, le impuso Villanueva al municipio de Solidaridad. No por el de Riviera Maya, sino por el de Playa del Carmen, que identifica la región.