OLVIDÉMONOS DE los sueños, donde presuntamente el yo consciente no tiene participación, mas ¿quién no ensueña? ¿Y quién que ensueña no incurre en lo poético, de lo poético no sabe, no tiene idea, no, si se quiere hilar fino, no ha en sí la representación, así fuese esquemática, pobrísima, de un principio ?en el fondo arquetípico? de la materia que nos ocupa, lo poético? Y ese, invirtamos el orden de los factores esperando no alterar la puntualidad del resultado, principio de representación de lo poético, presentido por mí como necesariamente original, frontal impulso, no podemos afirmar que sea prestado, ajeno. Vive en, de, desde quien ensueña. En él, como el lenguaje, habita.
EL ENSUEÑO, digámoslo de este modo, es el primer principio de socialización de lo poético. Cambiemos por un momento la perspectiva. El que lee un poema, ¿ensueña? Si no, rimemos, no leyó. Inducir en el lector ensueño, cierto ensueño, cierto modo de ensueño, así se trate, meramente, del pretextado ensueño que a la vigilia invita, guía, empuja, es misión innegable del poema. ¿Hipnosis, recogimiento, estado trascendental de la conciencia? Bueno, me digo, esto no es un examen de opción múltiple, no nos definiremos al respecto.
LO INNEGABLE es que el lector de un poema está y no está donde está (todo lector acaso, pero fijemos nuestros límites), que en las nuevas palabras que se dice, porque aunque bien sabemos que dichas le son y que aunque nuevas le resultan es él quien las dice, quien se las dice (adrede evito los sinónimos, que podrían distraernos del propósito), que en las nuevas palabras que se dice se experimenta habitando un otro entorno, también suyo, un mundo alterno, paralelo, con su minuto ?intertextualicemos con Porchia, no con Warhol, conste? de eternidad. Otro, inhabitual, lenguaje. Pero, he aquí lo importante, no ajeno. En el ensueño uno se reconoce, por sentir nada más, si se desea, sentir que sin embargo es latido de pensamiento, sujeto, no tengo otra manera de expresarlo, de trascendencia. (No dije fantaseo, también conste, y no he de detenerme en explicar el punto, pero la anotación es pertinente).
DE ESA intuición de trascendencia que todos experimentamos procede, propongo, el sentimiento de lo poético, que de desarrollarse llevaría al pensamiento, por asunción, de lo poético mismo. Pero de lo poético mismo a partir de lo poético, indispensablemente, en uno mismo. Dejemos lo poético y pasemos, ahora sí, a la poesía. Difícilmente nadie se atrevería contundente a aseverar "lo que es la poesía, yo lo sé".
LAS RAZONES de ello podrán ser más o menos vagas en la generalidad y más o menos concretas en los que a la poesía se dedican, pero qué duda cabe no mentiríamos demasiado, la mayoría, todos, como abajofirmantes, suscriptores de la frase siguiente: "lo que es lo poético yo lo he experimentado, es una especie de ensueño que -esto es lo que faltaba- no es ensueño, se habita como real y te hace habitar -a ella te despierta- mejor la realidad".