MARTES Ť 9 Ť ENERO Ť 2001

Ť El plan prevé la activa participación de importantes empresarios

En puerta, millonario proyecto foxista para el desarrollo y modernización de Chiapas y el sureste

Ť Tendrá su eje en las industrias petrolera, hidroeléctrica y la construcción de vías de comunicación Ť El istmo de Tehuantepec, punto clave Ť Grandes inversionistas, subsidiados


CARLOS FAZIO /I

Montado en la nueva ola neoliberal de inicios del siglo XXI, el gobierno de los empresarios que administra Vicente Fox lanzará, en los próximos días, un millonario proyecto de ''desarrollo'' y ''modernización'' de Chiapas y el sureste mexicano, con eje en las industrias petrolera e hidroeléctrica y la construcción de vías de comunicación en el istmo de Tehuantepec, que transformará de manera radical toda la región.

Con la zanahoria de fomentar el desarrollo del México pobre, y con apoyo del aparato militar, el nuevo proyecto de intervencionismo estatal -que desnuda las falacias discursivas de la tecnoburocracia neoliberal dominante- subsidiará, una vez más, a los grandes industriales del país.

De esa forma, el foxismo y sus patrocinadores -el capital financiero nacional e internacional-, que alcanzaron el poder en México montados en la retórica del ''cambio'', se proponen aplicar en Chiapas y los estados del sureste el más puro continuismo privatizador salinista. Como en los tiempos de Porfirio Díaz, la ofensiva del capitalismo modernizador regiomontano significará una pugna interburguesa con los grupos oligárquicos y caciquiles más atrasados del país.

Administrador del país

Como anticipó el diario The Economist, de Londres, Fox ''garantiza'' los grandes intereses económicos trasnacionales y comerciales. Para eso fue modelado como un político mesiánico y providencial por el grupo Amigos de Fox, y convertido en administrador del país por los empresarios modernos de Monterrey.

Pero como ha ocurrido en los últimos 18 años, su gabinete ''empresarial'' seguirá aplicando las políticas del Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), y el mismo modelo de capitalismo dependiente que ha derivado en una superconcentración de la riqueza en pocas manos y llevado a la miseria a 70 millones de mexicanos.

La misión de Fox consistirá en acelerar la entrada en vigor de la segunda generación de reformas económicas neoliberales, y propiciará el saqueo empresarial del campo mexicano, iniciado tras las modificaciones salinistas al artículo 27 constitucional y con el decreto de Ley Agraria, que en 1992 establecieron una nueva regulación de la tenencia de la tierra, en particular del ejido, como requisitos impuestos por Estados Unidos para que México pudiera entrar al Tratado de Libre Comercio (TLC).

Comunidades changarrizadas

En Chiapas, de llevarse a cabo la ''modernización'' foxista, las comunidades indígenas serán ''changarrizadas'' -eufemismo predilecto de Fox, utilizado para aludir a la obligada proletarización del campesinado, que pretende ser reconvertido en mano de obra barata al servicio de las agroindustrias trasnacionales y el sector maquilador-, y perderán sus tierras, que serán privatizadas junto con los recursos naturales y genéticos de la región.

Así, la entrada a la ''globalización'' del campesinado pobre de Chiapas, Oaxaca, Guerrero, y otros estados del sur, se hará por la vía de una metamorfosis que nada tiene que ver con la letra de los acuerdos de San Andrés -y en particular con el cumplimiento del Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo-, convertidos ''al vapor'' en iniciativa presidencial por Vicente Fox; los ejidatarios pasarán a ser peones dependientes, sin autonomía y sometidos a nuevas ''tiendas de raya'' trasnacionales.

En realidad, lo que está en disputa en Chiapas es el control y la propiedad de la selva Lacandona, muy rica en agua, petróleo, madera y biodiversidad. A lo que se sumará la ''biopiratería'' de los conocimientos etnobotánicos y farmacéuticos ancestrales de la población maya, que pretenden ser patentados por compañías como Diversa, Monsanto, Novartis y Savia -principales productoras mundiales de organismos genéticamente modificados (OGM, más conocidos como transgénicos)- que ya operan en la zona.

De allí que no sea casual que el plan, que supone una amplia ofensiva de inversiones estatales y privadas, nacionales y extranjeras, esté tutelado por un viejo amigo de Fox, el megamillonario Alfonso Romo, cabeza de los grupos Pulsar Internacional y Savia (antes Seminis), líderes mundiales en la producción y distribución de semillas híbridas (transgénicas), con actividades en 120 países.

Contradicciones de clase

El nuevo proyecto de conquista, que hará realidad el viejo anhelo imperial estadunidense de convertir a México en un Estado maquilador subordinado, implicará a corto o mediano plazo una lucha interoligárquica entre el empresariado moderno de Monterrey (los Zambrano, Romo, Garza Lagüera, González Sada, Santos, Madero y Milmo) y sus aliados nacionales y del exterior, con los grupos tradicionales, ultraconservadores y racistas de Chiapas (el clan Orantes, los Ruiz, los ''auténticos coletos''), el viejo sector terrateniente y ganadero de tipo ''feudal'', ligado al PRI, que ya no responde a las necesidades del ''Dios mercado''.

Anacrónicos cacicazgos

La oligarquía y los grupos caciquiles de las regiones de Altos, Norte y Selva de Chiapas, con su nula visión ''empresarial'' y sus anacrónicos métodos de explotación, acostumbrados como están a ganar mil por ciento mínimo sin arriesgar absolutamente nada, se han convertido en un lastre -al igual que Roberto Madrazo en Tabasco y Víctor Cervera Pacheco en Yucatán- para el libre flujo del capital y, en particular, para sectores inversionistas más dinámicos que contemplan a la Lacandona, el istmo de Tehuantepec y sus entornos como bocados exuberantes.

Auspiciadas por el Banco Mundial, afines a la visión imperial y al modelo neoliberal, las modificaciones a las leyes agraria y forestal durante el salinismo -al influjo del TLC- estuvieron orientadas a promover el establecimiento de plantaciones comerciales que requieren de importantes extensiones de tierra y grandes inversiones con participación de compañías transnacionales, concentración de la tierra a escalas adecuadas y subsidios gubernamentales.

Guerra interoligárquica

El primer aviso de la guerra interoligárquica por el control del sureste mexicano se dio después del alzamiento zapatista, en 1994, con la creación del Fondo Chiapas, integrado por el Grupo Mexicano de Desarrollo, el Grupo Modelo, el Grupo Escorpión, el Grupo Pulsar, Protexa, Minsa, Maseca, Nestlé, Herdez, el Grupo Financiero Serfin, el Grupo Financiero Bancrecer y Nacional Financiera SNC.

Desde entonces, nombres como los de Alfonso Romo (Pulsar), Enrique Molina Sobrino (Escorpión, cadena hotelera Ritz-Carlton y poseedor de la franquicia más grande de Pepsi-Cola en el mundo), Humberto Lobo Morales (Protexa) y el de otros grandes capitalistas mexicanos quedaron adscritos a la guerra de baja intensidad (GBI) en Chiapas, como parte de una estrategia contrainsurgente que en determinada fase del conflicto debe impulsar programas económicos.

Ganancias redituables

Es razonable suponer que los empresarios que participan del proyecto con inversiones, no tienen en mente la guerra de baja intensidad, sino las ganancias que la situación bélica puede redituarles.

Seis años después, los resultados están a la vista: hoy, en todo el sureste (Chiapas, Oaxaca, Guerrero, Veracruz, Campeche, Yucatán, Tabasco y Quintana Roo) está en curso -junto con la contención de la guerrilla por el Ejército- un proyecto de desintegración y aniquilamiento político de las viejas oligarquías locales y sus estructuras caciquiles de tipo feudal, en beneficio del capital trasnacional, mexicano y extranjero.