MARTES Ť 9 Ť ENERO Ť 2001
Marco Rascón
Los recuerdos del porvenir
Error y superficialidad es pensar
que el neoliberalismo es sólo una política
económica: es una ideología, una doctrina,
con su moral, disciplina y principios.
Al constituirse la Sociedad de Mont Pêlerin en 1947 a fin de crear el decálogo del neoliberalismo, Friedman, Hayek, Schumpeter, Popper, Von Mises y Robbins partieron de una premisa que requería supremacía ideológica y, por tanto, se propusieron combatir en primera instancia toda influencia socialista o socialdemócrata en el mundo capitalista, declarando primero la guerra a Keynes antes que a Marx y los marxistas. Para ellos, la guerra era en primera instancia con el enemigo interno, contra la socialdemocracia, pues al destruir toda forma de economía mixta y gatopardismo ideológico entre socialismo y capitalismo, creaban la base firme de un capitalismo puro, sin ataduras ni fronteras y sin obstrucción del Estado a las leyes de la oferta y la demanda, capaz de enfrentarse así a las economías planificadas y el socialismo.
Estratégicamente las lecciones de Mont Pêlerin fueron un acierto para sus objetivos de largo plazo y, a diferencia de lo que hace hoy la izquierda, no tuvieron miedo para luchar a contracorriente de las políticas de su tiempo; no hicieron concesiones a la política económica vigente; jamás temieron a estar en posición de minoría; no los intimidó ser acusados de excéntricos; no transigieron con sus principios sobre el capitalismo puro; no hubo moderación; no eclecticismo, pues toda doctrina requiere de disciplina y principios. De esta manera, mientras los políticos occidentales socialdemócratas veían como su enemigo principal al comunismo y desataban contra éste la guerra fría, la Sociedad de Mont Pêlerin preparaba una guerra de mayor envergadura, contra ambos.
El cálculo de los fundadores del neoliberalismo era que si lograban limpiar al capitalismo de impurezas socializantes o socialdemócratas, se ganaría la partida al socialismo y los comunistas, pero antes había que terminar con los nacionalismos tercermundistas. De esta manera, se concibieron como una ideología post-socialista, que debería demostrar la reversibilidad de la URSS y Europa del Este, en clara impugnación al materialismo histórico y la dialéctica económica, pues ellos han considerado al neoliberalismo, una fase superior del imperialismo, al crear un mundo único, regido por las leyes de la competencia libre y el orden de los monopolios y los mercados.
Este nudo ideológico, expresado en México, país campeón de la economía mixta, el nacionalismo revolucionario y la estabilidad política, avanzó y se desarrolló dentro de las tripas del PRI y penetró como la humedad en la izquierda marxista, la cual en vez de enfrentarse, se diluyó en la ciudadanización, el auge del individualismo y la anteposición de la lucha democrática en detrimento y abandono de las luchas económicas y sociales, las cuales fueron vistas con poca rentabilidad para crear clientelas electorales. El concepto mismo de Revolución entró en crisis al convertirse el neoliberalismo en el "liberador" del capital contra las formas corporativas y proteccionistas y ser considerado sinónimo de modernidad y cambio. Paradójicamente, nunca hubo tanta coincidencia del neoliberalismo con el anarquismo clásico, los cuales se apoderaron del concepto de libertad económica, rechazo a la política, los partidos y el Estado.
ƑDe dónde partir para la reconstrucción de un pensamiento de izquierda, frente a la crisis de los conceptos y el arrebato de los impulsos y la voluntad de transformación? ƑCómo pasar del concepto de "resistencia" y ser de nuevo ideología de vanguardia? Pareciera que ni el liberalismo político, ni el anarquismo, tendrían la raíz y el sistema de ideas para enfrentar la nueva realidad económica, social y política. A partir del marxismo y una alta dosis de análisis concreto y sentido común, se podría reconstruir el pensamiento progresista, justiciero y alternativo enraizando las ideas y los conceptos nuevos dentro de las contradicciones esenciales del capitalismo puro, es decir, el neoliberalismo.
La izquierda no puede ser un conjunto de nostalgias y cantos viejos, sino un pensamiento dinámico, con raíz e historia, pero cuya fuerza nace y se desarrolla dentro de los procesos económicos, sociales y políticos actuales y les da a todos en lo particular y lo general, una perspectiva coherente. Decirse de izquierda y hacer política de derecha está entrando en crisis, pero se convirtió en una práctica común y esto debe desecharse como teoría y como práctica, pues en la medida que la izquierda pretende coexistir pacíficamente con el neoliberalismo, se convierte en caricatura y está derrotada.
La izquierda más que nunca debe luchar hoy por su propia identidad y principios, pues de lo contrario, se convierte en una religión en desuso, oportunista y mezquina, que hace del pensamiento progresista y humanista, un estado más frío que la guerra fría, el lugar de nunca jamás, los recuerdos del porvenir.