JUEVES Ť 11 Ť ENERO Ť 2001

Sami David

El PRI ahora

Apesar de mi larga convalecencia, he podido advertir las circunstancias por las que atraviesa el país. Severos nubarrones sobre el cielo democrático permiten determinar que aún nos falta aprender a distinguir entre lo nuevo y lo superficial, entre el espejismo populista y el verdadero cambio. Demasiadas señales de intransigencia, acciones que pretenden fomentar diversas circunstancias contrarias a la madurez del México actual. Y en todo este caos, serios riesgos y desafíos contra el pacto federal.

Las diversas vertientes que la realidad política de la nación ofrece, permiten vislumbrar que México no puede ser observado con simpleza: blanco y negro; bueno y malo; el norte, cuna de la democracia, y el sur como retrógrado ante las decisiones ciudadanas. Quienes advierten esta geografía política simplifican aún más su conocimiento de la verdad. La democracia es válida para todos los mexicanos, sea cual sea su manera de pensar, su filiación partidista o religiosa. Norte y sur no pueden ser enfrentados bajo el arbitraje del centro.

Independientemente del rezago estructural que se advierte en algunas regiones del país, en el sureste, principalmente, se impone la necesidad de fomentar la justicia social. Sin embargo, al amparo de ese compromiso, no se vale multiplicar un proceso de linchamiento a todo elemento político-social ni tampoco denostar toda acción que se ejercite, con el simple ánimo de satisfacer intereses personales o partidistas, pero que repercuten en perjuicio del necesario equilibrio que debe guardar el país.

Tampoco se vale montarse en la diatriba ni en campañas de linchamiento para hacer leña del árbol caído. La realidad social, ciertamente, está más allá de las elucubraciones mentales: ni el PRI representa a la bestia que atenta contra la virginidad democrática del PRD, ni el Trife es el caballero armado con argumentos legaloides, pero que lesiona la libertad electoral. Yucatán y Tabasco no son elementos de una farsa tragicómica, sino estados libres y soberanos que merecen respeto. La voluntad ciudadana en ningún caso debe ser atropellada. Ninguna acción injerencista debe ser avalada ni siquiera con observaciones jurídicas totalmente discutibles. Urge, pues, acotar las atribuciones del Trife, como lo han señalado los gobernadores priístas.

Por eso es lamentable que el PRI siga en una prolongada atonía. Hay cierta indolencia y apatía para frenar los embates de quienes buscan su desaparición. En la construcción de la nación el Partido Revolucionario Institucional juega un papel capital, aunque para ello requiere de unidad y "disciplina crítica", lo cual tiene conexión con la democracia interior. La república, según Rodolfo Echeverría Ruiz, busca la reivindicación social, y esto lleva implícito logros y objetivos democratizadores.

Recuperar el PRI para los priístas es la única opción a fin de buscar el reencuentro con la sociedad. Es válido descartar lo que algunos, desde su miopía, aún anhelan: "la ilusoria pretensión de inducir la línea". A esta mentalidad "es necesario hacerle ver la inviabilidad teórica y práctica de semejante osadía" ("La reinversión del PRI", El Universal, diciembre 29 de 2000).

La sociedad mexicana reclama partidos políticos fuertes, con apego a principios transparentes, leales a la nación. El pueblo de México no admite la simulación ni el engaño. Recordemos también que la vocación democrática se mide por la capacidad para conducir, con responsabilidad, la marcha del cambio. Debatir con argumentos y propuestas es lo primordial en un estado de derecho. Ejercitar el derecho ciudadano, pero respetando las diferentes maneras de pensar es lo conducente.

No se puede fortalecer aquello que se contribuye a destruir ni se renueva lo que desprestigia sin fundamento. El PRI representa un necesario contrapeso para lograr el equilibrio sociopolítico de la nación.

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