jueves Ť 11 Ť enero Ť 2001

Octavio Rodríguez Araujo

Caciquismo y desarrollo

El caciquismo es considerado un lastre del pasado, y lo es. El caciquismo, por lo tanto, es enemigo del progreso o, en otras palabras, ve en el progreso un peligro que lo puede llevar a su desaparición. La receta económica y política contra el caciquismo es, y ha sido, el desarrollo económico: industrias, comercio moderno, vías de comunicación, educación generalizada y superior a la escuela primaria, entre otras medidas, y en lo político: democracia, libertades, respeto a la ley, abatimiento de la corrupción y de la impunidad.

Está probado que cuando al cacique de pueblo que controla el empleo, la tienda, la cantina y el transporte se le oponen los elementos mencionados en el párrafo anterior, su poder sobre la economía y las personas tiende a disminuir sensiblemente o a desaparecer. El único poder contra el poder es otro poder igual o superior en fuerza, por lo que contra el cacique no hay que poner a otro cacique, pues de este modo no se combate el caciquismo, sino introducir un poder económico, político y social amplio, plural y participativo que ubique al cacique o a quien tenga el monopolio del poder (económico, político, social y cultural) como una pieza más, si acaso, en la correlación de fuerzas de una localidad, un municipio, un estado o un país.

La vieja ley del desarrollo desigual y combinado, un tanto olvidada por haber sido planteada por el marxismo que no está de moda, nos dice que el desarrollo necesita su complemento: el subdesarrollo (para decirlo en términos más actuales). Y conviene recordar que subdesarrollo no es sinónimo de atraso. El caciquismo, de acuerdo con esta ley, sería un complemento de una red de intereses y de complicidades que pueden incluso ser trasnacionales y que se expresan de distinta manera en centros productores muy pobres y deliberadamente excluidos del bienestar (y del desarrollo) y en centros consumidores y mercados ubicados en grandes ciudades como el Distrito Federal, Nueva York o París. El ejemplo del café de Chiapas es elocuente: Ƒcómo viven los productores del Soconusco y cómo los exportadores? ƑCuánto ganan los peones por kilogramo producido y a cuánto se vende éste en Berlín? Y sin embargo, el trabajo en las fincas cafetaleras está ligado al mercado internacional y a coffee-houses de lujo a las que nunca podrán ir los recolectores del grano.

Dicha red de intereses y complicidades es muy evidente en Chiapas y ha pasado por los gobiernos de este estado y por los finqueros, los ganaderos y los acaparadores, cada uno recibiendo su parte a costa del desarrollo y del progreso de la entidad. ƑCómo se derrotó el punto de apoyo de esos intereses y esas complicidades? Agrupándose la oposición para ganarle el gobierno al PRI. Lo demás, que no es poco, está por hacerse, pero el principio del cambio ya se dio. Faltan, en este mismo orden de ideas, Tabasco y Yucatán, aunque el caciquismo y los intereses involucrados sean de diferentes grados de desigualdades y combinaciones que en Chiapas, Oaxaca o Guerrero.

En Tabasco y en Yucatán está por definirse el fin del caciquismo no sólo de quienes han usufructuado el poder y todo lo que éste ha implicado por muchos años, sino de quienes a escala nacional ven en la pérdida del PRI y de su poder de grupo un riesgo para la red de intereses y complicidades desarrollada precisamente al amparo de dicho poder. No es casual que cuando Roberto Madrazo vio que su poder se le iba de las manos, y con él la posibilidad de dirigir el PRI, inmediatamente pensara en formar otro partido. Lo mismo hizo, a otra escala y en otro contexto, Lombardo Toledano cuando perdió su poder en la CTM y su influencia en el PRI y en el gobierno de Alemán a finales de los años 40: fundó el Partido Popular.

Si se rompe y desmantela el caciquismo, que no será de la noche a la mañana, las desigualdades complementarias no desaparecerán (pues el capitalismo supone, por definición, la desigualdad), pero sí será posible terminar con lastres viejos con los que el progreso actual es incompatible. El caciquismo es propio del subdesarrollo, cierto, pero no es su condición, pues el primero fomenta el atraso de los pueblos y comunidades o trata de mantenerlos en esa condición, y el subdesarrollo puede, en la lógica de complemento moderno del progreso, desarrollar a esos pueblos y a esas comunidades, aunque de todos modos se tenderá a que sigan siendo subdesarrollados y desventajosamente desiguales por comparación con quienes dominan la economía y el poder político.