JUEVES Ť 11 Ť ENERO Ť 2001
 
Antonio Ortiz Herrera
 
Laboratorio Alameda, primer experimento fallido

Para la realización de una muestra extremadamente propositiva hace falta algo más que buenas intenciones y fe: profesionalismo. Tal sería el epitafio adecuado para una exposición tan fallida como la que se exhibe en el Laboratorio Experimental Alameda (antigua Pinacoteca Virreinal) con el título de Actos de fe: imágenes transfiguradas.

Si en algún momento existió la intención de que en esta muestra prevaleciera una suerte de diálogo entre las obras de arte contemporáneo presentadas, el arte religioso del virreinato y la arquitectura del recinto (una iglesia), la verdad es que el discurso curatorial de Ery Cámara, Luis Gallardo, Edgardo Ganado Kim, Paloma Porraz y Priamo Lozada se torna totalmente inconexo y falto de lógica al utilizar las obras del virreinato como simple ''relleno" y presentando un endeble conjunto de piezas contemporáneas que las más de las veces sólo indican la superficialidad con la que los artistas (o los mismos curadores) abordan la fuerte carga conceptual de los diversos preceptos religiosos, en medio de una museografía plagada de errores y que lo único que llega a hacer es subrayar lo malogrado de esta exposición.

Resulta imperdonable utilizar la obra de José Alderete como vil lámpara para mal iluminar la instalación con tenedores de plástico de Néstor Quiñones o con el sonido del video de las entrevistas, que se presenta a la entrada, opacar el proveniente del trabajo realizado por Marco Aguirre.

Aun y cuando son muchas las obras que oscilan entre lo anecdótico, lo ''chistoso" o el, ¿qué hace esto aquí?, como es el caso de las fotografías presentadas por Mónica Castillo, las llantas grabadas de Betsabeé Romero, el óleo de Daniel Lezama sobre la muerte del Tigre de Santa Julia, las animaciones de Marco Aguirre y Manolo Arreola, el video de Abraham Cruz Villegas y un largo etcétera, son apenas unas cuantas las que logran ligarse conceptualmente a la fe, el dolor y la pasión religiosas. Sin duda la más lograda de estas últimas resulta ser el conjunto de figuras humanas de cera realizado por César Martínez que, al estar encendidas a manera de gigantescas veladoras, con el paso del tiempo se van derritiendo, provocando que los derramamientos de la cera roja interior prácticamente desgarren y mutilen de manera lenta a cada uno de estos personajes, al igual que en una autoinmolación religiosa.

Acerca del mismo César Martínez, cabe reflexionar que aun cuando su trabajo ha permanecido alejado del un tanto fatuo fulgor de las galerías comerciales, acogiéndose más bien en los circuitos alternativos, a lo largo de estos últimos 15 años ha logrado hilvanar con sus obras un fuerte discurso sobre la irracionalidad de la condición humana en estos albores del siglo XXI, discurso que ha comenzado a llamar la atención de diversos curadores internacionales.

El tema de la Sábana Santa es, en esta exposición, abordado de una manera cruda e impactante por el grupo SEMEFO al presentar tres sábanas blancas procedentes de un hospital del ISSSTE y que muestran la huella, a base de residuos orgánicos, de otros tantos cuerpos humanos; en tanto que Abraham Cruz Villegas realiza una reinterpretación de la figura de San Cristóbal, el Santo de los viajeros, por medio de una descomunal vara vertical de carrizo con dos zapatos en sus extremos.

De Ornelia Ridone son los dos cuadros que sobresalen por su factura de los restantes de esta exposición. Uno realizado con puros alfileres sobre un terciopelo guinda que muestra la figura de una virgen mirando el comienzo del diluvio universal y, otro más, de gran interés por su iconografía y bordado con hilo de colores sobre una tela de florecitas, que nos presenta una virgen de la inmaculada concepción desnuda.

De los videos presentes, sólo destaca el de Enrique Jezik, en el cual se observa nada más una mano que con un buril continuamente hace pequeñas incisiones en una pared de yeso. Otra obra de gran impacto visual, auditivo y olfativo, además de que se va transformando con el transcurrir del tiempo, es la instalación de Magdalena Martínez, en la que unos trozos de hielo, pendientes del techo y formados a partir de agua, tintura color sangre, esencias aromáticas y balas de metal, se van descongelando y goteando en unas charolas colocadas sobre el piso.

Ahora bien, el hecho de que esta exposición en su conjunto resulte poco afortunada, a un grado tal que el Laboratorio Experimental Alameda luzca como cualquier museo o galería más, no invalida el esfuerzo y el ambicioso proyecto de su directora Paloma Porraz, por el contrario, sólo viene a confirmar su carácter de experimental, ya que es precisamente a base de errores y aciertos como se desarrolla no solo el arte, sino el conocimiento mismo.