No es que no haya problemas de seguridad en todo Chiapas, pero ya quedó claro que una solución eficaz no se puede construir a partir de la pura presencia militar. Hace falta otro tipo de política, en la cual las mismas comunidades puedan señalar sus necesidades y propias formas de lograr mayor seguridad para todos. El reacomodo militar hoy en marcha tiene el efecto de postergar esta alternativa de manera indefinida, paradójicamente en el nombre de lograr la paz. Las medidas de distensión dejan la impresión de que lo que más le interesa al gobierno es la difusión de una imagen de "cambio", sobre todo en el exterior. Para el presidente Fox, lograr un acuerdo con los zapatistas es importante para poder avanzar en el "desarrollo" en Chiapas y el sureste, ignorando el hecho de que fue el mismo modelo de "desarrollo" el cual dio origen al conficto en 1994.
Basta recordar la experiencia del proceso de paz en Guatemala para entender cómo la esperanza se puede convertir en engaño.
A mediados de los noventa se impulsó en aquel país el proyecto de la fracción más modernizadora de la elite económica, para la cual "la estabilidad" y el desarme de la guerrilla fueron condiciones necesarias para poder reformar al Estado y entrar más seriamente en la economía global, lo cual fue expresado en 1995 con el triunfo electoral de Alvaro Arzú. La esperanza de paz y cambio creció con la firma de una amplia gama de acuerdos con la guerrilla a lo largo de 1996, los cuales fueron vistos por muchos observadores como aportes valiosos para la eventual construcción de un país nuevo, con justicia y derechos para todos. Pero luego, en 1997 y 1998, se manifestaron las resistencias a impulsar los acuerdos, sobre todo por parte de la derecha y del sector empresarial. Siguieron las campañas en contra de los mismos acuerdos sobre los derechos indígenas, el desinterés del propio gobierno por lograr un apoyo masivo a los acuerdos de paz, la eventual derrota en un referéndum del paquete de reformas constitucionales derivadas de dichos acuerdos en mayo de 1999, y la vuelta al poder de la derecha en las elecciones a finales de 1999.
Así, en el lapso de cinco años, la esperanza se convirtió en un engaño para muchos guatemaltecos, porque el interés principal del gobierno no fue el de atender las causas de la inconformidad popular, sino "pacificar" al país para mejorar su imagen internacional y, a la vez, insertarse más rápidamente en la nueva economía globalizada. Mientras ese proyecto se va consolidando, los supuestos beneficiarios de "la paz" vieron sus esperanzas hechas pedazos. Un ejemplo son los centenares de refugiados que retornaron a su pais para encontrar la insuficiencia del prometido apoyo a la vivienda y el empleo, y quienes ahora se encuentran de vuelta en Chiapas.
¿Será que el proceso de paz que visualiza Vicente Fox obedece a la misma prioridad de fomentar la globalización que se vio en Guatemala? ¿Será capaz la sociedad civil de evitar que la negociación de la paz sea dominada por un proyecto económico, político y cultural para el cual el conflicto se puede resolver con microcréditos y, eventualmente, con el olvido? Es decir, ¿será capaz de impedir que la esperanza de un nuevo país digno e incluyente se vuelva un enorme engaño?